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Lignum crucis

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María Vallejo-Nágera - Revista Misión - publicado el 06/12/13
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“Decid a todo el mundo que esta reliquia es verdadera. El demonio casi me mata al acercarme. Ahí murió Cristo… ¡Os lo aseguro!”
Los católicos españoles somos un poco impresionables, querido lector… Y es que tenemos verdaderas joyas de la cristiandad a tiro de piedra y nos empeñamos en viajar por lejanas tierras buscando a Dios. ¡Pero si Cristo está aquí, entre nosotros, en cada Eucaristía y en cada Adoración! Además, nuestra tierra está plagada de reliquias monumentales.
 
Y mire usted que una bien importante (el verdadero y más grande trozo de la cruz donde nuestro Señor Jesús fue crucificado) está en Cantabria.
Dicen los expertos (que a veces se columpian) que si se unieran todos los trozos de la verdadera cruz (lignum crucis), se podrían juntar cuarenta cruces gigantes. Esto es cierto, dado que muchas reliquias son falsas. Pero les aseguro que esta es verdadera y que el Señor está deseando que vaya usted a venerarla.

 
Este magnífico trozo de la verdadera cruz en la que yació Jesús llegó al monasterio de Santo Toribio de Liébana alrededor del año 1125. Este monasterio franciscano está situado en el municipio de Camaleño, a los pies de los montes de Potes, desde donde los monjes invitan a los peregrinos del mundo entero a orar. Es sin duda uno de los lugares más sagrados del mundo cristiano y fue declarado monumento nacional el 11 de agosto de 1953.

 
He tenido el privilegio de ir a venerar este trozo de madero durante la celebración del día de la Santa Cruz.
 
La misa fue preciosa, descomunal… El obispo local concelebró junto a muchos sacerdotes mientras los fieles bullían de emoción al sentir al Señor tan cerca como aquel madero que se exhibía desde el altar.
 
Cuando finalizó la ceremonia me acerqué al obispo. “Monseñor –le dije–. Gracias por ayudarnos a venerar este imponente regalo de Dios”.
 
“De nada, hija. ¿Sabes?, es verdadero –contestó–. Tenemos estudios sobrados que lo demuestran”.
 
“No me cabe la más mínima duda, excelencia…”. El obispo me miró sorprendido. “Pues eres de las pocas personas que no ha dudado un segundo… Muchos peregrinos y expertos se cuestionan la veracidad de la reliquia…”.
 
“Yo nada he estudiado sobre la reliquia, monseñor”, contesté. “Pero sé a ciencia cierta que es verdadera. Verá excelencia: una persona, amiga mía, padece una terrible posesión diabólica”.
 
“Es un alma sufriente y está siendo bendecida por un exorcista de nuestra diócesis. La víctima decidió venir llena de fe a venerar este lignum crucis, pero cuando llegó, lamentablemente no pudo atravesar el umbral del monasterio. Una fuerza interior la empujaba hacia la calle.
 
Tras mucho esfuerzo y casi a rastras, sus amigos lograron acercarla a la reliquia. En cuanto estuvo frente a ella sufrió una terrible manifestación (gritos, patadas, miedo, blasfemias,…). Cuando la pobre marchó solo repetía: ‘Decid a todo el mundo que esta reliquia es verdadera. El demonio casi me mata al acercarme. Ahí murió Cristo… ¡Os lo aseguro!’”.

 
El obispo se quedó pensativo… “Ojalá todo el mundo tuviera la fe de los pobres endemoniados, monseñor”, dije antes de despedirme.
 
Espero que le haya quedado claro: a mi modo de ver, esa reliquia es verdadera. No se la pierda.
 

Artículo publicado originalmente en el último número de la Revista Misión.

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