Sus últimas palabras: “Ave María Purísima”El sacerdote Jorge Loring, jesuita, falleció este miércoles, solemnidad de la Natividad del Señor, en Málaga a los 92 años de edad, donde se encontraba grave después de haber sufrido un ataque cerebrovascular. En los últimos años su salud había decaído considerablemente y había sido sometido a numerosas intervenciones quirúrgicas.
Dios le llamó al cielo el mismísimo día de Navidad, a las 3 de la tarde, hora de la Divina Misericordia. Según trascendió, expiró rezando el Santo Rosario y sus últimas palabras fueron “Ave María Purísima”.
Síntesis de su vida
El Padre Loring nació en Barcelona en 1921. Bisnieto de Jorge Loring y Oyarzábal e hijo del ingeniero Jorge Loring Martínez, estudió seis años en el Colegio de Nuestra Señora del Pilar, de los marianistas de Madrid.
En el verano de 1936, durante la Guerra Civil, los republicanos asesinan a su padre en Madrid. Se traslada a Málaga donde estudia el bachillerato en el Colegio San Estanislao de Kostka y regresa a Madrid para cursar ingeniería en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería (ICAI), ordenándose sacerdote en 1954, a la edad de 33 años en la Compañía de Jesús.
Es reconocido en España y en toda Hispanoamérica por sus acciones de difusión y evangelización que durante muchos años ha realizado por televisión y radio, además de haber impartido conferencias por todo el mundo.
Ha escrito varios libros, siendo el más popular el titulado "Para Salvarte", que ha alcanzado la edición número sesenta y tres, superando el millón de ejemplares vendidos en España, siendo editado también en Méjico, Ecuador, Perú, Chile, EE.UU., Egipto, Israel, Rusia, etc.
Además de sus publicaciones, ha grabado algunas de sus conferencias en video, y ha aparecido en emisoras de televisión como EWTN.
Mis encuentros con él
En la segunda quincena de julio de 2012 estuve unos días de vacaciones en Cádiz, y visitando la iglesia de Santiago Apóstol, me encuentro con la sorpresa de ver un confesionario que indicaba los horarios de confesión del P. Jorge Loring en ese lugar.
Contacté con él, le comenté que siendo joven de la Acción Católica me formé doctrinal y espiritualmente con sus libros, especialmente con “Para Salvarte” y que su figura y testimonio sacerdotal había sido para mí una gran luz en mis momentos de discernimiento espiritual camino al sacerdocio.
En esa conversación le propuse grabarle una entrevista donde compartiera vivencias sacerdotales y apostólicas, perfilando ese diálogo como un legado espiritual para que muchos, como yo un día, pudiesen ser iluminados por tan alto testimonio de celo apostólico.
Me respondió afirmativamente y ahí quedó ese extenso testimonio grabado –todavía inédito- que está repleto de sentidas anécdotas y reflexiones profundas sobre el sacerdocio y el celo por las almas, entrevista que se ha convertido para mí -al volver a escucharla en estos días conociendo la gravedad de su estado- en un auténtico legado espiritual, un verdadero testamento sacerdotal.
Poco más de un mes de ese primer encuentro, el 1 de septiembre del 2012, asumí mis funciones como director espiritual del Seminario San Bartolomé de la diócesis de Cádiz y Ceuta y me encuentro que esa misma iglesia de Santiago donde le conocí, ahora era parte de mi ministerio sacerdotal y por las vueltas que tiene la vida, ¿quién me lo iba a decir?… en estos dos últimos años lo tuve de vecino en el confesionario que está junto al mío en esa misma iglesia.
A partir de ese momento nos encontramos innumerables veces en la Iglesia de Santiago, él yéndose o volviendo de confesar, yo por comenzar o habiendo celebrado la misa, nos cruzábamos compartiendo siempre edificantes conversaciones.
El secreto del Padre Loring
El Padre Loring, jesuita, ha sido un apóstol de los grandes, un dignísimo hijo de san Ignacio de Loyola, que hasta sus últimos días ha sido incansable discípulo, apóstol y misionero de Jesucristo. ¿Cuántos como yo hemos crecido y nos hemos formado cristianamente con su libro "Para salvarte"?
¿Cuál ha sido su secreto? Vivió siempre teniendo como fundamento una fe sólida. Fue coherente en la fidelidad hasta en el detalle: fe y vida eran una sola realidad para él. Puso a trabajar con la gracia de Dios unas facultades innatas que convirtió en dones sagrados: trabajador incansable por el Reino y comunicador vehemente y apasionado de Jesucristo.
Hoy elevamos una oración por su alma al Dulce Niño de Belén, con la certeza de que pronto estará con Aquel a quien llevó por el mundo entero, “con alma grande y generosidad” al decir de san Ignacio de Loyola, con una vida dedicada a la evangelización y siempre junto a su Madre, María Santísima, a quien le dedicó sus últimas palabras.