Entrevista a la autora de “Padres destronados. La importancia de la paternidad”, María CalvoLas funciones del padre y de la madre son totalmente diferentes y el hijo necesita a los dos para su equilibrio: ella introduce al hijo en el mundo de los afectos, en la esfera íntima; él le proporciona independencia, le abre al mundo exterior.
Lo explica, en la siguiente entrevista a Aleteia, María Calvo, presidenta en España de la Asociación de Centros de Educación Diferenciada y autora del libro “Padres destronados. La importancia de la paternidad”.
En algunos ámbitos, en lugar de hablar de padre y madre se opta por “progenitor 1” y “progenitor 2”. ¿Ya no hay diferencias entre lo que aporta cada uno de ellos a su hijo?
Las funciones del padre y de la madre son totalmente diferentes, no se puede pensar que son iguales.
Sin embargo, por la influencia de la ideología de género, hay una creencia generalizada de que hombre y mujer son intercambiables y también hay una confusión del papel del padre y el de la madre. Se cree que al no haber diferencia entre hombre y mujer, las diferencias entre padre y madre desaparecen. Entonces palabras como padre y madre no tienen sentido.
La diferencia entre el padre y la madre la notan incluso los bebés. Una experiencia en Israel se mostró que los niños prematuros ganaban peso más rápidamente cuando eran visitados por el padre. El padre da un aliento psicológico al hijo, que él nota.
En otra investigación, psiquiatras mostraron que los niños, cuando perciben la presencia del padre, encorvan la espalda y las cejas de una forma especial porque intuyen que los va a coger él, y notan que él los coge de una manera diferente a la de su madre.
¿Concretamente cuál es la aportación de la madre y cuál la del padre?
Muy sencillo: Cuando la madre está sola con el hijo se tiende a crear una relación de pareja de la madre con los hijos. Su amor y su neuroquímica cerebral es tan fuerte, que es capaz de darlo todo. Esa relación es insana y mala para el hijo o hija, que necesitan autonomía.
El padre viene a separar ese binomio (no me refiero al padre que se identifica con un modelo patriarcal, que es lo contrario). El padre, al romper la relación tan íntima, dota de libertad.
Da libertad para que el hijo se identifique como ser independiente y autónomo, ya que una relación así es limitadora para el hijo, ella quiere prolongar la relación uterina hasta siempre y por eso tenemos adultos con una relación enfermiza. Y da libertad también a la madre, que puede acabar siendo esclavizada.
Esto ocurre en madres de distintas culturas y niveles sociales, es algo biológico.
También es bonito saber que el padre acerca al hijo a la realidad, a la realidad auténtica, no la virtual en la que la madre le mete para que no tenga sufrimiento, dolor.
Por otra parte, el padre tiende a tener una relación más de dilación, no le da al hijo inmediatamente lo que necesita. Así el hijo aprende un autocontrol, aprende que no todo se consigue al instante. Y aprende empatía: si sufre hambre, frío,… puede comprender a quien las sufre.
Las madres tendemos a controlarlo todo sobre los hijos: los amigos, cómo cruzan la calle, cómo visten,… mientras que los padres son muchos más arriesgados, amplían el horizonte de los hijos, les dan autonomía.
La primera vez que los hijos hacen algo nuevo suele ser a instancias del padre.
Más tarde, la relación física y afectiva de un padre después da más seguridad al adolescente.
Hay algunos valores que tradicionalmente ha aportado el padre: la autoridad, la disciplina, la imposición de una jerarquía familiar,…
La naturaleza ha dotado de este equilibro a los hijos. La madre les da la intimidad (el mundo de los afectos, lo íntimo,…) y el padre, la independencia (el mundo exterior, lo público,…). Si falta el padre o falta la madre, afecta al equilibrio del hijo.
El presidente del Consejo Pontificio para la Familia alertaba recientemente de la ausencia del padre. ¿Están faltando los hombres a su cita como padres?
Hay varios tipos de padres, no se puede generalizar. Pero ahora en la sociedad sí hay una ausencia física del padre muy fuerte, en gran medida provocada por la mujer.
La lucha de la mujer por lograr unos derechos y un lugar en la sociedad ha desembocado en ocasiones en una relegación del padre. Muchos creen que el hombre con los hijos es torpe, que lo hace todo mal.
La sensibilidad femenina está en boga porque ha habido muchos años de lucha y el problema, en gran medida, está causado por una presión femenina, de la sociedad, que ensalza lo femenino, lo maternal.
A veces ellos no entran en el hogar porque las mujeres no les dejamos, queremos seguir conservando nuestro reino a pesar de que trabajemos fuera.
“No lo hagas, que lo haces mal”… eso influye mucho en la paternidad. Muchos padres quieren implicarse en las tareas del hogar, pero no saben cómo hacerlo.
Y no nos damos cuenta de lo perjudicial que resulta para los hijos. Es un problema ignorado, porque estamos muy obsesionados con una igualdad que es más bien igualitarismo.
Hoy, con las técnicas de reproducción asistida se puede prescindir del hombre para tener un hijo. El 15% de las mujeres que van a hacerse una inseminación artificial quieren ser madres solteras y condenan a los hijos a una orfandad de padre.
Ahora la ausencia de paternidad está determinada por lo que la madre quiera. Hay mujeres que abortan sin que el padre lo sepa, madres que no comunican al padre que se han quedado embarazadas. Ese lema de mi cuerpo es mío y hago de mi cuerpo lo que me da la gana, limita.
Hay muchas madres solteras y se cree que la mujer puede hacerlo todo.
Otras veces, los padres están presentes físicamente pero ausentes psíquicamente. Tradicionalmente, el padre ha estado más alejado psíquicamente, siguiendo la regla del padre distante, abastecedor.
La distancia psíquica del padre resulta dura para los hijos, que no se sienten valorados y pierden autoestima. La cercanía emocional es muy importante para los hijos.
Hay padres que creen que sólo con traer el sustento y el dinero basta. Algunos desconectan durante la adolescencia del hijo, bien porque creen que necesita más libertad o bien porque no lo aguantan y creen que harán un paréntesis y retomarán la relación cuando sea adulto, pero después no podrán.
Pero ser padre es mucho más: es implicarse desde el nacimiento del hijo hasta la eternidad. Hay que estar ahí.
¿La ausencia del padre, entonces, viene de antiguo?
No siempre ha habido una ausencia física del padre en la medida actual. Ausencia física, antes había menos que ahora. Desde la revolución del 68, con lo métodos anticonceptivos, el aborto y las técnicas de reproducción asistida se ha favorecido que las mujeres estén solas. Desde entonces la mujer se puso la idea del hombre como un enemigo a abatir. Con las separaciones y la facilidad para divorciarse, el 90 o el 95% de las veces la patria potestad de los hijos se la lleva la madre. Estas circunstancias han provocado que la situación actual sea dramática.
Un sociólogo norteamericano dice que en el siglo XXI la sociedad se dividirá entre los que han crecido con la implicación de un padre y los que han crecido sin padre.
¿Qué consecuencias tiene la ausencia del padre en la educación de los hijos?
Las diferencias se refieren a una herencia vital de valores, al equilibrio psíquico y personal,… La situación actual está provocada en gran medida por la ideología de género; es un momento único en la historia dela humanidad.
En países anglosajones han llevado a cabo una serie de estudios que establecen una relación causa-efecto entre ausencia paterna y la violencia en los hijos, el fracaso escolar, las drogas.
Actualmente casi 25 millones de niños están creciendo sin su padre biológico. Esto provoca un desequilibrio social.
¿Y los padres o las madres que están obligados a educar a sus hijos sin el otro, a causa de una separación, una muerte,…?
Los padres que lo hacen solos no lo hacen mal en la medida en que sean conscientes de que no vale sólo la educación materna o sólo la paterna. Si hay uno solo tendrá que desempeñar un poco las funciones del otro. Porque la educación paterna y la materna son diferentes y hay que sustituir la ausencia, también puede ser a través de otra persona: un tío, un sacerdote, un amigo,…
Al mismo tiempo muchos hombres son protagonistas hoy en el hogar. Se habla de “amos de casa”…
También hoy existe esta tendencia, sí: los padres quieren implicarse, cada vez se ven más padres en el pediatra, en la reunión del colegio,
Pero a menudo se encuentran con el escollo de la mujer. Han sido muchos siglos de dominación femenina en el ámbito doméstico.
Pero las mujeres debemos dejar que se impliquen en la vida familiar a su manera masculina, que es distinta a la nuestra.
El hijo no quiere un padre perfecto, sino honesto. Es importante el padre como modelo de conducta para los hijos. Un padre con valores, consecuente con lo que piensa es la mejor escuela que puede tener un hijo.
¿Cómo se puede potenciar la paternidad?
El papel del padre es esencial y su valoración depende mucho de la propia esposa. Cuando ella valora la actuación del hombre, cómo hace las cosas en la casa, el hombre se implica más.
Normalmente la mujer le tacha de torpe porque no hace las cosas como ella las hace. Muchos temen que les tachen de tiranos, hay miedo a ejercer la paternidad.
Es cierto que antes había un modelo machista en el que el hombre a menudo sólo controlaba lo económico y los resultados académicos, pero no por ello debemos desechar lo positivo de la paternidad, como la capacidad de poner normas, imponer disciplina y límites. Al mismo tiempo hay que aprovechar los rasgos más actuales de la paternidad, como la mayor implicación emocional del padre.
Hay que respetar el estilo de actuación del hombre, que es masculino, y que complementa al de la mujer.
Cuando una se da cuenta de esto, la mujer gana libertad, los hijos ganan un padre y la pareja gana una confianza, un diálogo. Los padres no son madres defectuosas, sino padres.
Padre y madre, ¿qué aportan cada uno?
© Ermolaev Alexander/SHUTTERSTO CK
Patricia Navas - publicado el 26/12/13
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