La fiesta de san Valentín, mártir y obispo de Terni entre el año 199 y el 273, se relaciona con la antigua festividad romana de los Lupercalia. Esa fiesta se celebraba el 15 de febrero en honor del dios Fauno -protector de los rebaños- y estaba ligada a la purificación de los campos y a los ritos de fecundidad.
Por su carácter licencioso, la fiesta fue suprimida por el papa Gelasio I en el 494, quien reprochaba a los cristianos el hecho de participar en esa fiesta. La Iglesia, entonces, en el intento de dar un carácter cristiano a esos ritos tan arraigados en la población, decidió anticiparla al 14 de febrero, atribuyendo al mártir de Terni la capacidad de proteger a los novios y a los enamorados en camino al matrimonio y a una unión bendecida con hijos.
Desde la Alta Edad Media, el culto religioso reservado a san Valentín fue difundido especialmente por los benedictinos. Ellos fueron los custodios de la Basílica de Terni, que existía desde mediados del siglo VIII, y difundieron imágenes y gestos sobre él en los diversos monasterios italianos, hasta llegar a Francia e Inglaterra.
En muchos países, sin embargo, surgió al mismo tiempo la tradición de un patronato sobre los enamorados debido a una coincidencia de calendario. La fiesta cae, de hecho, en un periodo del año en el que la naturaleza empieza a dar los primeros signos de despertar después del letargo invernal.
Por tanto, se transformó poco a poco en el anunciador de la primavera inminente, cuando los pájaros comenzaban a nidificar, y no por casualidad se le ha representando a veces con el sol en la mano.
Un filón de la crítica literaria atribuye la responsabilidad de la difusión de este patronato al poeta inglés Geoffrey Chaucer.
Patrón de los epilépticos, niños enfermos, apicultores, animales domésticos y más
Sin embargo, antes del florecimiento de las numerosas leyendas que lo convirtieron en el santo de los enamorados, san Valentín era venerado como patrono de los epilépticos. Así lo demuestra el prototipo iconográfico que se extiende, sobre todo, por el norte de Italia.
Se basa en un texto: la Vita Sancti Valentini (La vida de San Valentín), compuesto hacia 725. Éste narra la curación milagrosa de Cheremone, hijo de un profesor de retórica latina llamado Crato que enseñaba en Roma. Como resultado, decidió bautizarse junto con su familia, provocando así la ira de los paganos, lo que finalmente condujo a la decapitación de Valentino.
Aún hoy, en el Véneto, el patrón de Terni es invocado en los casos de epilepsia, por los enfermos psíquicos y los niños.
También en el sur de Italia, se conservan huellas de devoción al santo: en Vico del Gargano existe la tradición de donar grandes cantidades de naranjas para adornar la iglesia y la capilla de san Valentín, patrono de los cítricos.
En otros países, la devoción a san Valentín no es menos sentida. Su culto está difundido en casi todos los países, como en Francia, donde existe la costumbre de invocarlo también por parte de los apicultores.
Gracias a los benedictinos, el culto de san Valentín cruzó las fronteras de Italia, penetrando también en Alemania, donde se fundió con el culto de otro santo del mismo nombre, patrono de la diócesis de Passau, obispo de Rezia (Lorch), documentado en el siglo VI y cuya fiesta es el 7 de enero.
En otros países también se le pide su intercesión como protector de los animales domésticos.
El culto del santo penetró finalmente en la Iglesia oriental, tanto que aún hoy en la catedral de Cristo Salvador de Moscú se venera un icono suyo en caracteres cirílicos.
El santo de los enamorados y la "rosa de la reconciliación"
Su patronazgo más extendido, al menos en Latinoamérica, es sobre los enamorados y se debe a la leyenda que cuenta un encuentro con un par de novios:
Un día Valentín, oyendo discutir a dos novios que estaban pasando junto a su jardín, salió a su encuentro llevando como regalo una rosa roja e invitándoles a hacer las paces. Las palabras tuvieron la fuerza de serenar a la pareja y, transcurrido algún tiempo, los novios volvieron donde Valentín pidiéndole su bendición para la boda y prometiéndose amor eterno.
Cuando la población supo de este hecho, comenzó la costumbre de regalarse rosas entre los enamorados y de dirigirse a Valentín para pedir su protección.
Con la colaboración de Giuseppe Cassio, director del volumen San Valentino (ediciones Velar, 2011 Italia)