¿Qué significan exactamente los signos de los tiempos? ¿Cómo es el proceso de discernimiento de los mismos?
Los valores del Reino no se encierran solamente dentro de los límites visibles de la Iglesia, sino que la trascienden.
Para que la Iglesia cumpla su misión, es necesario que discierna los signos de los tiempos, que conozca el mundo en el que vivimos con sus esperanzas y aspiraciones. Que escuche también a través de su vida la voz de Dios que le señala caminos para su misión. Ese es el desafío.
¿Qué significa discernir?
El termino discernimiento tiene una fuerte connotación evangélica. Unas 22 veces se emplea en el Nuevo Testamento el concepto “discernir” (dokimasein).
Y se mira como un deber el pensar ante Dios las acciones y las decisiones (por ejemplo leamos: 1 Cor 11, 28-29; 2 Cor 13,5-6; Gal 6,4-5).
En los documentos eclesiales, el término discernimiento es usado de diferentes maneras. A veces es reemplazado por otros sinónimos, como reconocer, descubrir, escrutar, interpretar. Esta variedad de vocabulario esconde una riqueza de contenido.
Discernir tiene un doble significado. Por una parte hace referencia a separar o distinguir aspectos o niveles de la realidad. Por la otra parte significa conocer (o reconocer) lo bueno o lo malo de la realidad.
Es importante tener en cuenta estos dos sentidos porque uno puede “separar” sin llegar propiamente a “discernir” qué es bueno, malo o ambiguo en la realidad.
El primer discernimiento (distinción de aspectos) no compromete mayormente al sujeto que hace la distinción.
En cambio el segundo lo compromete a actuar (decidirse) según lo que ha interpretado ser, para él, una voluntad de Dios.
¿Quién discierne? Una persona o una comunidad
En cuanto al sujeto que realiza este proceso, podemos decir que es una persona cuando hace lo que san Ignacio de Loyola ha denominado “discernimiento de espíritus”.
Pero también el sujeto puede ser una comunidad de fe (comunidad de base, movimiento eclesial, parroquia, iglesia local…).
La primera es propia de la Teología Espiritual. La segunda es abordada por la Teología Pastoral. Sobre este último aspecto nos detendremos ahora.
Distinguir entre los signos de los tiempos y los signos de Dios
¿Qué sería discernir los signos de los tiempos? La respuesta que da el Concilio es doble.
Por una parte se considera que es distinguir los acontecimientos que pertenecen a nuestro tiempo presente.
Pero más adelante habla de reconocer en esos signos la voluntad de Dios para nosotros.
Ver, juzgar
Recordando lo que ya dijimos sobre el contenido de esta Constitución, notemos cómo la primera cita se encuentra en la exposición preliminar, es decir, dentro del momento del “ver” la realidad.
La segunda está situada en la Primera Parte, cuando produce el “juzgar” dando los criterios desde la revelación divina.
Esto es así porque a lo primero lo podemos compartir con todos los hombres de buena voluntad y le decimos: “distinguir los signos de los tiempos”.
A lo segundo, que es propio del creyente y de su mirada desde la fe, lo llamaremos “discernir los signos de Dios”. Lo segundo supone lo primero.
Primer paso: distinguir entre signos y hechos de nuestro tiempo
Esta primera distinción entre hechos y signos de nuestro tiempo es fundamental. Para no quedarnos en acontecimientos, exigencias o deseos que no configuran un signo del tiempo en que se vive. Para esta distinción los autores dan cuatro criterios:
1Lo típico, lo característico
Cuando un hecho (o conjunto de hechos) caracteriza a nuestra época, entonces merece llamarse signo de los tiempos. Estos pueden ser grandes hechos, acontecimientos y actitudes o relaciones.
Un modo de encontrar estas notas características es fijarse en las nuevas expresiones jurídicas.
El derecho, como forma jurídica de la cambiante vida social, no dejará de reflejar (aunque con cierto retraso) lo que ocurra de importancia en la vida de las sociedades.
2Los indicios de tiempos mejores
El acontecimiento (o conjunto de acontecimientos) es signo de los tiempos cuando es como la luz del amanecer en un contexto donde no faltan las sombras.
Veámoslo desde las palabras de Monseñor Pironio:
4El “consensus” o persuasión colectiva
Esto no versa sobre los hechos, o los conjuntos de hechos, sino sobre su sentido ulterior.
Son acontecimientos en los cuales estamos sumergidos y que, en un primer momento no tienen ninguna relación entre sí ni, mucho menos, significación ulterior.
Pero un día un observador atento descubre en ellos un “sentido”, una significación nueva. Y todos nos damos cuentas de que eso nos cambia o nos ha cambiado la vida.
5Importancia, profundidad e irreversibilidad
Estos tres criterios tienen una nota de totalidad porque, o afecta a todo el hombre, o afecta a todos los hombres.
Segundo paso: discernir los signos de Dios
Esta segunda parte del proceso es reconocer la voluntad de Dios, percibir la tentación anti-divina y (gracias a ella), conocer mejor el llamado divino, no de cualquier manera, sino en los signos de los tiempos y refiriéndose a ellos.
El objetivo final es una decisión pastoral: la de colaborar con la voluntad de Dios para nuestro tiempo y nuestra situación.
¿Quién lo tiene que hacer?
Pablo VI, en atención a la diversidad de situaciones que tiene que afrontar el cristiano en el mundo, de acuerdo al lugar dónde le toca vivir, invita al discernimiento comunitario:
Actitudes que se deben tener
Para que la Iglesia pueda realizar su acción pastoral desde este criterio de los signos de los tiempos, es necesario:
+ Una actitud de apertura que rompa la intraeclesialidad y penetre en la vida de los hombres
+ Una valoración del mundo como lugar de la presencia incipiente del Reino
A su vez, este discernimiento pastoral implica:
+ Una doctrina iluminadora del sentido de la realidad y de las opciones básicas de sentido que han de estar subyaciendo en todo compromiso de acción.
+ Un compromiso concreto con la realidad asumido desde las opciones de cada uno de los cristianos. Compromiso que se traduce en las distintas presencias en la construcción del mundo
+ Una postura crítica ante las propias opciones, confrontándolas continuamente con el Evangelio, con la voz de la Iglesia y con los otros creyentes.