1. Las preguntas sobre el funcionamiento de la Iglesia católica son legítimas, pero copiar el funcionamiento de la Iglesia en cualquier sociedad, empresa o asociación desembocará siempre en el fracaso.
La Iglesia es una realidad original, de tres maneras al menos. Pocas instituciones humanas tienen dos mil años de existencia, en una superficie de la Tierra cada vez mayor.
De esta larga historia, que ha hecho de ella una "experta en humanidad" (Pablo VI), la Iglesia tiene también algunas costumbres de otra época.
Por otra parte, aun sin una visión de fe, la Iglesia se une a un fundador y a un documento que es su carta definitiva: por ejemplo, la entrada en la Iglesia se realiza por el bautismo.
Finalmente, para el cristiano, la Iglesia lleva la marca del mismo Dios: en este sentido, es "misterio".
Es legítimo intentar comprender cómo « funciona », sabiendo que lo esencial escapará a todas las comparaciones.
2.La entrada en la Iglesia se hace por el bautismo, que confiere a todos los cristianos, por tanto a los laicos, un determinado número de derechos y de deberes.
Un ser humano se convierte en miembro de la Iglesia cuando es bautizado en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En este sentido, no hay diferencia entre cristianos de origen judío o pagano, entre hombres y mujeres, entre señores y esclavos. "Todos vosotros sois hermanos", dijo Jesús.
El Concilio Vaticano II ha resaltado especialmente esta igualdad fundamental de todos los cristianos, ya sean sacerdotes, religiosos o laicos.
Cada uno tiene una serie de derechos, como el de que se le respeten la elección de su estado de vida y sus opciones políticas. Pueden ser llamados a cumplir unas determinadas responsabilidades en la Iglesia.
Pero también tienen deberes, como el de formarse cristianamente, expresar su punto de vista para la vida de la comunidad y ser testigos del Evangelio en la vida cotidiana.
3.En un cuerpo, las funciones son diferentes. Particularmente los obispos, los sacerdotes y los diáconos son consagrados a su ministerio a través de un sacramento especial. El ejercicio de una responsabilidad es personal pero no debe ser solitario. Es la noción de servicio la que debe predominar.
En los Evangelios, vemos a Jesús elegir, entre muchos discípulos, a algunos hombres que forman el grupo de los "Doce", los apóstoles.
Esta elección es tan importante que los nombres de los Doce se dan varias veces en el Nuevo Testamento. Por una revelación especial del Señor Jesús en el camino de Damasco, Pablo es añadido al grupo.
Los apóstoles consagran sucesores imponiéndoles las manos e invocando al Espíritu Santo. Este es el origen de los obispos, de los sacerdotes y de los diáconos.
Se dice que son "ordenados" porque entran en el orden de los obispos, de los sacerdotes o de los diáconos.
San Pablo, en sus epístolas, utilizará la imagen del cuerpo humano para explicar que ningún miembro de la Iglesia debe ser considerado desdeñable, pero también que los miembros tienen funciones diferentes, algunas representando a Cristo Cabeza de su Iglesia. Por tanto, tiene una estructura "jerárquica", palabra que remite a la noción de "sacro".
La ordenación es personal pero, en el ejercicio de su ministerio, los obispos y los sacerdotes se rodean de varios consejos. Así es incluso para el papa, obispo de Roma: los cardenales forman el consejo.
El Concilio Vaticano II insistió mucho en el desarrollo de estos consejos, algunos de los cuales son obligatorios. Por ejemplo, el obispo debe estar rodeado de un consejo de sacerdotes y de un consejo económico.
Los que ejercen una autoridad en la Iglesia deben recordarse continuamente que la tienen de Cristo, que vino "no a ser servido sino a servir.
4.En el seno de la Iglesia universal, la estructura de base es la diócesis, en la que el obispo es el pastor. El obispo es católico si está en comunión con el sucesor de Pedro. Desde hace siglos, las diócesis constan de un determinado número de parroquias.
La comunidad de base es la diócesis, llamada oficialmente "Iglesia particular". San Pablo escribió a "la Iglesia de Dios que está en Corintio".
Toda la Iglesia está presente en cada Iglesia particular porque los obispos forman un solo "colegio", encargado de manera solidaria de la evangelización del mundo entero, bajo la autoridad del Papa.
Cada diócesis no es sólo una parcela de la Iglesia universal. El obispo no es un representante del Papa. Ante Dios, el obispo tiene plena responsabilidad de su diócesis. Este obispo es "católico" porque está en comunión con el Papa, garante de la unidad entre los obispos.
De una manera u otra, la Iglesia particular siempre ha existido: es la comunidad presidida por un sucesor de apóstol. Al contrario, la parroquia, aunque muy antigua, no siempre ha existido.
Es una forma que se remonta al tiempo en que la evangelización llegó a los campos, lejos de la ciudad donde el obispo tenía su "catedral" ("catedral" significa "sede").
En misa, el sacerdote siempre nombra al obispo local y al Papa: este es el signo de que él mismo es un sacerdote "católico".
5.Diversas estructuras, cambiantes con el tiempo y las situaciones, aseguran la coordinación con Roma, entre diócesis y en cada diócesis.
El vínculo con Roma se manifiesta particularmente cuando un nuevo obispo es nombrado por el Papa o cuando es reconocido por él, ya que, según los países, las modalidades de la designación de obispos no son idénticas.
Los obispos son los primeros destinatarios de los documentos enviados por el Papa, como las encíclicas. Pero, actualmente, estos documentos son ampliamente públicos.
Excepcionalmente, los obispos se reúnen en concilio ecuménico. Cada tres años aproximadamente, el papa reúne en sínodo a algunos centenares de obispos, mayoritariamente elegidos por sus países, para tratar un tema particular (en 2012, por ejemplo se trató la evangelización).
Todos los obispos van a Roma en visita ad limina a la tumba de los apóstoles Pedro y Pablo, los «pilares» de la Iglesia. Muchos cristianos, al menos una vez en su vida, también peregrinan allí.
En el ámbito de un país o de un grupo de países, las diócesis forman una "conferencia episcopal". Su misión es ayudar a las diócesis a cumplir su misión, por ejemplo formulando recomendaciones y permitiendo intercambios de experiencias.
Los obispos de las conferencias episcopales se reúnen varios días, dos veces al año, en asamblea plenaria.
En cada diócesis, diversos consejos y servicios aseguran la coordinación y la animación. Algunos, como el consejo presbiteral, están prescritos por el derecho de la Iglesia. De todas maneras, hay que evitar que la estructura pese más que la vida de la fe, de la esperanza y de la caridad.
6.Complementando a su estructura jerárquica, la Iglesia es enriquecida con dones particulares del Espíritu Santo a algunos de sus miembros, entre ellos la llamada a la vida consagrada.
Cristo fundó su Iglesia sobre los apóstoles. El día de Pentecostés, los apóstoles recibieron el Espíritu Santo. Pero los dones del Espíritu son múltiples e imprevisibles.
Por eso, a lo largo de su historia, la Iglesia ha visto nacer en su seno innumerables formas de santidad, de espiritualidad, de servicio al prójimo, de anuncio del Evangelio, de teología, de arte sacro.
Cualquier diócesis cuenta también con un número insospechado de asociaciones, comunidades, movimientos y grupos de todo tipo. Todos los fieles son libres de tomar estas iniciativas. Si quieren ser reconocidas como "católicas", pedirán el consentimiento del obispo.
Entre los dones del Espíritu Santo, o «carismas», figura en primer plano la vida consagrada que, en sí misma, reviste diversas formas, las más conocida de ellas la vida religiosa. Se desarrolla en varias direcciones: vida contemplativa, apostolado, servicio, educación.
El siglo XX fue rico en novedades en este sentido: nuevas congregaciones, institutos seculares, redescubrimiento del orden de las vírgenes, comunidades carismáticas,…
Muchos laicos se vinculan a una familia espiritual perteneciendo a un Tercer Orden. La vida consagrada es esencial para la vitalidad cristiana de la Iglesia.
7.El funcionamiento de la Iglesia está regido por el Derecho canónico («canon» significa «regla»), con una versión especial para las Iglesias católicas de rito oriental.
El Concilio Vaticano II estuvo ampliamente dedicado a la propia Iglesia. Dos mil años aportan riquezas, pero también arrugas. Por eso el papa Juan XXIII quiso un aggiornamento, para que el misterio de la Iglesia apareciera más claramente. El concilio produjo, entre otras cosas, una Constitución sobre la Iglesia. Esta se aplicó en un nuevo Código de Derecho Canónico, promulgado en 1983.
Para las Iglesias orientales que tienen un determinado número de usos propios desde hace siglos, Roma promulgó un código especial, en 1990.