En sus ermitas e iglesias excavadas en roca, muchos cristianos encontraron al Maestro
Un paisaje mágico impacta en el viajero cuando llega a los conos de Urgüp (Capadocia- Turquía). Es un lugar santo pues allí se establecieron algunos de los primeros monjes y anacoretas para vaciarse de ellos mismos, alabar y llenarse de Dios. Parece como si la formación de la tierra hubiera tenido presente, hace más de ocho millones de años, que allí se establecerían aquellos “extraños” personajes que dejaron todo para unirse con el Creador.
La eclosión del monacato sucedió a finales del siglo III cuando algunos cristianos lo dejan todo y se retiran a parajes solitarios para vivir embebidos en Dios y llevando una vida austera. Pensaban, con razón y corazón, que la imitación de Cristo en el silencio favorecía los imperativos evangélicos
© Ana Raquel S. Hernandes
Fue san Basilio a mediados del siglo IV quien confirió un carácter comunitario a esta forma de vida alejada del mundo, mediante su regla. Había nacido en Cesarea de Capadocia y durante varios años estudió la vida monástica existente en aquellos momentos. Para Basilio el monje es un creyente genuino que debe ajustarse íntegramente al Evangelio, si no es así, no se le puede considerar tal.
Los conos de Urgüp: ¿los pensó Gaudí?
Cuando el sacerdote francés Jerphanion visitó en 1907 Urgüp quedó fascinado ante aquellas esculturas geológicas. Conos, pirámides, agujas y riscos habían sido cavados por la naturaleza y por la mano del hombre, luego convertidas en Iglesias o casas. El clérigo decidió completar su vida en aquel lugar para estudiar aquellas iglesias labradas en roca que habían acogido a algunos de los primeros cristianos que habían abandonado el mundo para “conseguir” a Dios. De los estudios del clérigo, vieron la luz varios volúmenes entre 1925 y 1942, donde descubre aquellas construcciones que habían estado ignotas prácticamente desde el siglo III.
Sus pobladores estuvieron y están protegidos en sus cavidades pétreas de los rigores del clima de la zona. Por la acumulación volcánica, las tierras son fértiles y basta algo de agua para que broten vides y árboles frutales.
© Michael Day
En torno al siglo IV de nuestra, Capadocia estaba bajo el poder del Imperio Romano de Oriente. Muchos monjes, buscando silencio y vida contemplativa, acogieron la regla de san Basilio (329-379), que fue obispo de Cesarea, cuya distancia a Urgüp no llega a 90 kilómetros.
Tras un estudio de la vida monástica que le llevó años, San Basilio estableció que los monjes no vivieran en reclusión ni en comunidades amplias, sino en grupos pequeños.
Más de 150 iglesias excavadas en la roca
Poco a poco, no solo Urgüp, sino otros valles, como Góreme, se fueron llenando de anacoretas, quienes edificaron capillas y ermitas en los conos de los riscos. Normalmente su longitud no excedía de los ocho metros y se componían de una sencilla nave rectangular y una pequeña ábside. Los monjes decoraban las paredes y los techos con símbolos cristianos, como cruces, peces, granadas a palmera del Paraíso. Tras un periodo iconoclasta entre los siglos VIII y IX, en el que se consideró idolátrico dibujar las figuras de Jesús y de los santos, en el año 850 recuperaron las pinturas figurativas y la plasmación de pasajes bíblicos. En los alrededores de Urgüp existen más de 150 iglesias excavadas en la roca. En el siglo XI los musulmanes conquistaron la zona y en el siglo XIII, con las invasiones turcas, concluyó casi en su totalidad la construcción de estas edificaciones de alabanza a Dios.
Algunas de estos templos debieron servir de cementerios par sacerdotes y monjes, porque se observan vestigios de pinturas de calidad para embellecer las capillas mortuorias.
Los frescos del Valle
En el centro de Capadocia se encuentra Göreme y en un radio de no más de 20 o 30 kilómetros, se pueden realizar la mayor parte de las rutas. En el valle de su mismo nombre, que fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1985, se encuentra la mayor concentración de iglesias y ermitas rupestres de toda Capadocia, como la iglesia Oscura (Karanlik Kilisi), la de la Serpiente (Yilanli Kilisi), la de las Sandalias (Çarikli Kilisi)… La que cuenta con las pinturas más bellas es la de Tokali Kilisi.
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Otros templos son la Iglesia de Yüksek (Iglesia Alta), situada en lo alto de una colina. Aunque su estado de conservación es deficiente, se intuye que su belleza fue imponente en sus años de esplendor; el templo de San Anargiros, en el que se celebra a su patrón todos los 1 de noviembre y reúne frescos de Jesús con la Virgen y los apóstoles. Kizil Irmak (iglesia Roja), en la que se emplearon piedras de ese color. Su planta es de cruz griega y se estima que san Gregorio Nacianceno pasó aquí sus últimos días. La Iglesia de Ahmatli se caracteriza por los numerosos frescos de la Biblia que cubren sus muros, como la huida a Egipto, Jesús en el templo y el sueño de José. En la Iglesia de Koç, destacan dos figuras que sostienen una especie de cetro, ubicadas en el centro de la cúpula, con un ángel sobre ellos.
Para san Basilio la vida monástica era comunitaria para ejercitar la Caridad. Servicio a los demás, humildad, penitencia, oración y trabajo eran los puntales de los monjes de aquellos tiempos y de los actuales. En el Valle de los Monasterios asistimos a un recorrido grandioso por los primeros testigos del cristianismo.