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Tips para formar una mejor familia

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SIAME - publicado el 04/09/14
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Claves para el crecimiento espiritual de los hijos: mucho más que una guía de cuándo y cómo corregirles

Cuando pensamos en la familia como un don de Dios, descubrimos que Él nos propone que colaboremos activamente con todas nuestras fuerzas y con todas nuestras capacidades y facultades en ese proyecto.
Siempre es bueno recordar que este trabajo de colaboración es el modo en que los seres humanos contribuimos al desarrollo de cada persona y, como consecuencia, de la sociedad.
Cuando ponemos lo que está de nuestra parte para el bien de la familia, no sólo hacemos mejor nuestro ambiente, o hacemos mejores a las demás personas, sino que también nos realizamos a nosotros mismos y, en cierto sentido, nos hacemos MÁS seres humanos.



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El trabajo que hay que llevar a cabo en la familia no se puede dejar a la improvisación, pues es una actividad constitutiva de todo ser humano.

Eso no significa que todo deba estar reglamentado, lo cual es imposible en las realidades humanas, en las que, además de otros factores, entra la emotividad y la libertad.

Con todo, en esta tarea no podemos permitirnos la pereza o la indiferencia. Por eso te presentamos unas claves para tomar en cuenta en la educación de los hijos, en esta ocasión especialmente enfocadas a su crecimiento espiritual.

Debemos ayudarlos a dirigir y fortalecer su voluntad, infundirles un ideal, activarles el desarrollo de su vida interior de hijos de Dios. No debe preocuparnos únicamente su salud física, su alimento, su vestido, o su crecimiento intelectual.

FAMILY

Catholic Diocese of Saginaw-(CC BY-ND 2.0)

• Ser conscientes de que mucho más que los consejos y regaños, el ambiente del hogar va modelando el alma de nuestros hijos. Por eso debe respirarse en casa  paz, intimidad, alegría, optimismo, amor y ternura que se practica cotidianamente y se concreta en la oración familiar.

• Debemos dar ejemplo de respeto, solicitud y afecto a los abuelos, porque eso edifica a los hijos y van aprendiendo a reconocer que el amor no es sólo un sentimiento, sino una acción puesta en práctica todos los días.

• Tenemos que demostrar a los hijos que nuestras metas temporales y las de ellos, van empalmadas con la meta que trasciende: la vida eterna. Las cosas creadas, salud y enfermedad, riqueza y estrecheces, trabajo y descanso, estudios, profesión, etc. sólo son escalones para subir a Dios y como tal los tenemos que vivir.

• Tengamos siempre como recurso formativo libros y revistas que nos muestran a los héroes de la religión: los santos. Esto lo podemos lograr de una manera muy amena organizando la lectura en familia.

• Hay que enseñarlos a tener convicciones firmes para que tenga herramientas para enfrentarse a todos los retos y tentaciones que la vida presenta.

Ayudemos a los hijos a que desarrollen su personalidad, poniéndoles límites y propiciando que cada día sean más autónomos.

• La educación debe ser personalizada, adaptándose a cada hijo y a los distintos periodos de su vida evolutiva. Es una obra de artesanía fina, en que se plasman los rasgos diferenciales, peculiares de cada uno, y más si tomamos en cuenta que Dios les ha dado una individualidad específica, y que ellos tendrán que descubrir su vocación particular.

• Y por lo anterior, tenemos que formar en ellos una conciencia recta y formada, para que sea capaz de encauzar su vida moral.

• Debemos considerar a los hijos, ante todo, como criaturas de Dios; como tesoros de inmenso valor confiados temporalmente por Él a nuestras manos. Tendremos que dar cuenta de su perfeccionamiento y aportación al servicio de Dios, de la Iglesia, de la familia, de la sociedad.

• Ante la belleza de este encargo, tenemos que encomendarnos frecuentemente a Dios para que nos dé luz y sepamos hacer las cosas de acuerdo a su voluntad. Esto implica que la oración en familia y la oración de los esposos tiene que incluir también la solicitud serena de ayuda en el día a día y por supuesto en los casos en que la vida se complica.

• Demos testimonio de una relación de amistad con Cristo, espontánea y alegre, porque Dios es ante todo Amor Misericordioso. Si así lo vivimos los papás, los hijos querrán acercarse a Él.

• Estemos como padres muy seguros de que con el esfuerzo de nuestra parte y las gracias que Dios nos regala, lo que estamos formando en nuestros hijos es el alma de un futuro santo.


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P. Cipriano Sánchez. Artículo originalmente publicado por SIAME

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