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Miguel Hernández, el poeta que al fin vio la necesidad de perdonar y ser perdonado

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Ignacio Pérez Tormo - publicado el 14/01/15
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Sus poemas testimonian la inmediatez de su conversión
Miguel Hernández, conocido como el poeta pastor de la “Generación del 27”, fue autor de Nanas de la cebolla, entre otras obras. Participó en la guerra civil española, luchando en el bando republicano. Tras la contienda, enfermó y fue encarcelado en un centro que carecía de suficientes condiciones sanitarias. Falleció con tan sólo treinta y un años de edad. Su causa es bandera de los partidarios de la ‘memoria histórica’. Incluso han pedido a la Iglesia que se excuse públicamente por, según invocan, no haber hecho lo suficiente para evitar su muerte.

El poeta militó en el socialismo y hoy es reivindicado por la ideología de la ‘memoria histórica’. De hecho, debo este artículo a estudios de esta tendencia. Por esto, no sin respeto, realizaré las afirmaciones que se contienen en el mismo.

Para ello nos remontamos a cuando el poeta era joven. Miguel Hernández, por su trabajo tan arraigado a la tierra, siempre tenía la queja pronta. En aquellos momentos se sentía agraviado, pues llevaba tres heridas:
                  … la de la muerte, la del amor, la de la vida.

Por esto sus heridas nos sitúan en el tema del perdón. Este artículo tiene como objeto realizar un recorrido por estas heridas a través de sus poesías más conocidas. Y su reto es saber si el poeta perdonó y pidió perdón en el umbral de su vida. Pero para saber su fin, antes debemos comenzar por el principio.

Una niñez pobre

El poeta nació en una familia de pastores de Orihuela. Pese a su origen humilde, pudo estudiar en el colegio de los jesuitas con una ayuda por su consideración de “niño de bolsillo pobre”.

Pese a tener facilidad para aprender, tempranamente tuvo que dejar el colegio. Y lo hizo para unirse a sus hermanos, realizando el trabajo de pastor. Al dejar el colegio de los jesuitas, conservó la amistad con otro niño: Ramón Sijé.

En su juventud, sorprendía a quien le conocía su carácter alegre y generoso. “Donde había un dolor, allí él estaba”, dirá más tarde Aleixandre. Entonces conoció a Josefina, una costurera cinco años más joven que él, pero en la práctica más adulta.

El trabajo de pastor cobra factura al joven poeta

En su noviazgo se descubre a Miguel Hernández con una psicología inmadura, propia del niño que se vio obligado a dejar la escuela, para atender en solitario al ganado. Y este carácter tosco e influenciable, iba a desembocar en la tragedia de su vida.

Después de conocer a su novia, Miguel quería promocionarse como poeta. Por esto decidió trasladarse a Madrid, donde residían Neruda, Alberti  y más tarde Aleixandre.

En este ambiente, frecuentó las fiestas y el romance fugaz. Y finalmente, dejó de practicar su Fe.

Pero en su pueblo permanecía su novia, Josefina, a quien le seguían llegando noticias por medio de otras personas. También había quedado el amigo del colegio, Ramón Sijé, quien por carta le llamaba la atención sobre su conducta tan alejada de sus intenciones iniciales. Ramón tenía la suficiente confianza como para corregir a Miguel pues su amistad era estrecha.

Ramón le precedió en la muerte. En el poema “Elegía a Ramón Sijé” el poeta expresa la profundidad del dolor por la pérdida del amigo:
                  … que por doler me duele hasta el aliento.

Y se despide de él, al modo que lo hacen los escolares a fin de curso; con esa intensidad del momento, pero conscientes de volverse a ver:
                  … que tenemos que hablar de muchas cosas/ compañero del alma compañero.

La guerra civil

Llama la atención que el poeta muestra mayor dolor, no por los peligros de la guerra que amenazan a sus compañeros que han quedado en Madrid, sino por la muerte de su amigo de la infancia, quien en las cartas le decía las verdades, sin ninguna adulación, aun a riesgo de perder la amistad.

Además de este amor por su amigo, al poeta le caracteriza una fuerte preocupación social. Le preocupaban particularmente los niños que trabajan en duras condiciones, como a él le había ocurrido.

Esta inquietud la canalizó alistándose en el ejército republicano, en el que luchó durante toda la guerra. Aunque realizó una breve interrupción para casarse con Josefina y tener su primogénito, que falleció a los pocos meses.

Un pastor en la cárcel

Terminada la contienda, poco después de nacer su segundo hijo, Miguel fue apresado y encarcelado. El motivo, atravesar clandestinamente la frontera de Portugal. Recibió entonces la carta de Josefina en que le decía que apenas podía amamantar a su hijo porque sólo comía pan y cebolla, lo que dará lugar a una nueva composición.
                  En la cuna del hambre/ mi niño estaba.
                  Con sangre de cebolla/ se amamantaba.
 
Al tiempo de escribir estos versos, el poeta había madurado, a causa de tantas heridas. No era ya simplemente el joven que escribía versos con habilidad, sino que ya había formado un mundo poético. Había elaborado un cuerpo de imágenes y símbolos. De hecho, gracias a ellos, descifraremos los últimos momentos de su vida.
                 
Los dientes es un arma
                 
Así cuando en “Nanas de la cebolla” se refiere a los dientes, se refiere al arma que lleva en la guerra el soldado, las “ferocidades” del soldado. Y cuando la dentadura está cerrada, está indicando odio, rabia, “frontera de los besos”.
                  Al octavo mes ríes /con cinco azahares.
                  Con cinco diminutas / ferocidades…
                  … Frontera de los besos /serán mañana,
                  cuando en la dentadura / sientas un arma.
                 
Empeora su estado de salud
                 
A estas heridas espirituales, se iban a unir ahora las físicas. Así se agrava una tuberculosis que padecía Miguel con anterioridad.
                 
El penal de Alicante, que era una institución de último rango, disponía de una enfermería, que no reunía las condiciones para atender a un enfermo grave. En el corazón del poeta, el rencor estaba reclamando su protagonismo.
                 
Enseña el Catecismo de la Iglesia que “Sólo Dios perdona los pecados” (CEC 1441). Y que si pedimos perdón por los nuestros, debemos también perdonar a los que nos han ofendido, porque “el Amor, como el Cuerpo de Cristo, es indivisible” (2840). Con la ayuda de Dios, el poeta tenía que perdonar y también, pedir perdón. Pero la evolución de su enfermedad estaba apremiando el final.
                 
Después de “Nanas de la cebolla”, que completaba un libro de encuadernación rudimentaria, los poemas de la cárcel posteriores fueron difíciles de ordenar para los estudiosos. Miguel los escribía en notas sueltas y salían de la prisión con las visitas más colaboradoras.
                 
Uno de estos poemas, posiblemente el último, tiene por título “Eterna sombra”. Este poema es el resultado de un ejercicio introspectivo, para el que tenía tiempo en prisión. Y lo que observaba en el interior de su alma era la oscuridad más desolada.
                  Yo que creí que la luz era mía / precipitado en la sombra me veo.

En su interior sólo ve dientes. Para el poeta, como hemos visto, son símbolos del arma de un soldado, pero también son imágenes de la rabia y el odio.
                  Cárdenos ceños, pasiones de luto. / Dientes sedientos de ser colorados.
                  Oscuridad del rencor absoluto.

Los puños cerrados significa rabia, pero al final …
                 
Para continuar explicando cómo ve su alma, introduce otra imagen. Las manos cerradas, los puños apretados también representan la rabia.

                  Sólo el fulgor de los puños cerrados, / el resplandor de los dientes que acechan.
                  Dientes y puños de todos los lados
                 
Y los dos últimos versos de su vida, si no en orden cronológico, por la dificultad que señalábamos, sí en un orden lógico, dan a los acontecimientos un giro de 180 grados.
                  … en la lucha, una luz
                  Pero hay un rayo de sol en la lucha / que siempre deja la sombra vencida.
                 
De estos versos se desprende la existencia de un perdón generador de paz para el poeta. Así su alma, ayudada por la irrupción de alguien que desprende luz, “por un rayo de sol en la lucha”, acabó con todos los rencores. Y luego vino la paz. Y después de la paz, el poeta falleció. Esto ocurrió según el certificado médico, como consecuencia de la tuberculosis que padecía.
                 
Los primeros pasos de Miguel y Josefina como novios, primero, y luego, como matrimonio, Ramón Sijé los había protegido en gran medida. Pero las amistades en el Cielo tienen algo de misterio: a qué intercesor debemos atribuir un favor o una gracia. En cualquier caso eran dos compañeros de escuela que habían prometido volver a verse.
                 
El momento había llegado.

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