En el Mensaje, el Pontífice para la Cuaresma 2015 pidió “un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro”
El Pontífice aseguró que el egoísmo ha alcanzado una dimensión global, “hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos” se lee en el mensaje para la Cuaresma 2015, presentado este martes 27 de enero en el Vaticano sobre el tema: «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8).
En el texto advierte que “la indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos”. Por ello, indicó la Cuaresma como un tiempo para despertar al amor de Dios, ante un mundo que “tiende a cerrarse en sí mismo” y rechazar el mensaje de la Iglesia. “El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo” alentó el Papa.
En su mensaje esperanzador, el Papa asevera que “para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón”.
En este sentido, ilustra que “tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios”.
En definitiva, pidió “un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro”. De ese modo, “tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.
Así, presentó tres pasajes para meditar acerca de esta renovación y acabar con la “actitud” de la “indiferencia” en la Iglesia, la comunidad cristiana (en la sociedad en general) y en el mismo individuo. A continuación proponemos algunas de los puntos clave del mensaje.
«Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26)
En la primera parte del mensaje, Francisco invitó al cristiano a revestirse de la bondad y misericordia de Dios. Pisar los pasos de Cristo, “para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres” y recordó la “liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies”.
“La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar lo que antes se ha experimentado”.
“La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía”.
La Iglesia es communio sanctorum porque – confirma “en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones”.
«¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) – Las parroquias y las comunidades
En la segunda parte del mensaje, exhortó traducir “lo dicho para la Iglesia Universal” en “la vida de las parroquias y comunidades”. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo?.
En el texto se propone superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones: primero, “uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración”; una comunión para vencer la indiferencia con el amor. Por otra parte, “toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados”. Es decir, una Iglesia misionera.
«Fortalezcan sus corazones» (St 5,8) – La persona creyente
Tercer y último punto, la indiferencia como individuos. “Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?
El Papa sostiene que podemos salir de la indiferencia individual orando, en “comunión con la Iglesia terrenal y celestial”. Y la segunda invitación del Papa es salir de la indiferencia “con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia”.
Y, en tercer lugar, “el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos”.