Las Hermanas Misioneras de la Misericordia trabajan en “La Limonera” con pobres y alejados en Caracas
Cuando alguien habla de misión o evangelización, regularmente se piensa en los sacerdotes o religiosas que en siglos pasados llevaron el mensaje de Jesucristo a lugares remotos de América, y más recientemente a los países africanos y asiáticos.
En el siglo XXI, los nuevos lugares a iluminar con las palabras de salvación ya no son únicamente las intrincadas junglas llenas de vegetales, animales o aborígenes, sino las selvas de hormigón asentadas en barriadas y urbanizaciones de las ciudades.
Las Hermanas Misioneras de la Misericordia realizan ese trabajo de evangelización en “La Limonera”, municipio Baruta, en Venezuela, un asentamiento de cuatro años.
Es una sociedad de vida apostólica de derecho diocesano, fundada hace doce años. Está compuesta por mujeres que buscan la perfección evangélica y la participación en la misión de la Iglesia en el ejercicio de la evangelización. La Hermana Ana María González es la directora general de esta congregación religiosa.
El trabajo es de todos
La religiosa explicó que las familias de “La Limonera” estuvieron damnificadas por las lluvias que afectaron varias barriadas de Caracas; en muchos casos perdieron sus viviendas, y en otros fueron desalojadas para evitar la pérdida de vidas humanas.
Permanecieron en refugios temporales implementados por el estado venezolano, esperando un nuevo lugar para vivir. Son más de 9.500 habitantes, distribuidos en 39 torres, constituidas, a su vez, por mil tres apartamentos de dos y tres habitaciones.
La mañana del tercer sábado de Cuaresma, era un solo corre-corre entre los vecinos de “La Limonera”. Desde muy temprano, en un estacionamiento del complejo habitacional colocaron dos toldos, cincuenta sillas y un modesto equipo de sonido.
La ocasión lo ameritaba: 44 niños y jóvenes de la comunidad recibirían el Bautismo, el primer sacramento de la fe cristiana católica, luego de la formación inicial impartida por las Misioneras de la Misericordia, detallaba la hermana misionera.
Una zona de misión
Ana María define a “La Limonera” como una zona de misión, porque muchos de los vecinos han recibido poca o ninguna evangelización. “Aquí a la gente tenemos que enseñarles las primeras oraciones, los mandamientos y los sacramentos, ellos no han tenido quien les lleve el mensaje de Jesucristo”, relató.
La congregación llegó hace dos años a la urbanización siendo las únicas religiosas católicas que allí evangelizan. “Al principio fue un poco difícil pero ya nos abrieron sus puertas y ahora sentimos un gran apoyo, sobre todo de los líderes y de los voceros de cada Torre, quienes se han abocado a ayudarnos. Cuando hay alguna celebración religiosa consiguen las cosas necesarias para realizarlas”, dijo.
Comentó que varios jóvenes de la zona se han sumado al trabajo que ellas realizan. “Nos acompañan 14 catequistas que trabajan con nosotras en la vicaría parroquial Nuestra Señora de la Paz, en las Lomas de Baruta; pero actualmente ocho jóvenes de La Limonera también nos están ayudando en las enseñanzas de las oraciones y se están formando para ser catequistas”, resalta con mucho entusiasmo.
Mencionó que entre las actividades que allí cumplen se encuentra la catequesis sacramental para niños, jóvenes y adultos en bautismo, comunión y conformación; el rezo del Santo Rosario en familia; y la formación de líderes. “Además, brindamos enseñanzas en bautizo a los adultos porque muchos de ellos no han recibido este sacramento”, acota Ana María con su guitarra entre las manos.
En su modesto vehículo llegó a la casa parroquial de Nuestra Señora del Rosario en Baruta. El propósito era buscar al obispo auxiliar de Caracas, monseñor Fernando Castro Aguayo, quien después de bordear un largo trecho de vías que subían y bajaban, celebraría en dos tandas los referidos bautizos.
Soy cristiano y pertenezco a la Iglesia
Monseñor Castro Aguayo habló a los vecinos con palabras sencillas pero de gran contenido doctrinario. “Estar bautizado es realmente un don de Dios quien toma tu alma, tu vida y te hace su hijo como Jesucristo”, indicó.
En palabras del Papa Francisco, motivó a los asistentes “a llamarse cristianos” y tener por apellido su pertenencia a la Iglesia. “¿Por qué pertenezco a la Iglesia?”, preguntó. “Porque estoy bautizado y creo en Jesucristo. Porque ser bautizados es aspirar a una vida santa”, acotaba con hermandad para los nuevos creyentes.
“Seremos cristianos porque amamos a Jesucristo, practicamos los mandamientos y vivimos la caridad en el amor y el servicio a los demás”, concluyó el obispo.
Las Hermanas Misioneras de la Misericordia también trabajan en Turgua, en la vicaría “Corazón de Jesús y María”, otro sector pobre de Caracas; atienden la parroquia “San Juan Bautista”, en Espino, estado Guárico; y tienen el centro de atención integral a los niños y adolescentes –CAINA-, comprometidas con la educación, alimentación, salud y formación espiritual. Su número de teléfono de contacto es: 0212-3379461.