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Enrique Shaw: cómo ser santo dirigiendo una empresa

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Esteban Pittaro - publicado el 14/03/15
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La causa de beatificación del empresario Enrique Shaw acaba de dar otro paso. Shaw, que decía que “el empresario ha de ser Cristo en la empresa”, podría ser pronto declarado venerable.
Sin que haga falta corrección o pedido de ampliación, la Congregación para la Causa de los Santos decretó la validez jurídica de la investigación diocesana de la causa de beatificación del Siervo de Dios Enrique Shaw. De esta manera, se procederá a la elaboración de una positio que será presentada ante una comisión de teólogos para que, si se confirman las virtudes heroicas, el Papa declare Venerable a este empresario cristiano. ¿Pero puede ser un empresario santo? ¿Qué pensaba y vivía Shaw para ser modelo para el mundo?

En el funeral de Shaw (1921-1962) dijo de él monseñor Octavio Derisi que “pocas veces un hombre será recordado con tanto afecto, un hombre de tanta limpieza en su conducta, un hombre que fue un testigo de Cristo y un testimonio de vida cristiana”. Según monseñor Derisi, Shaw parecía olvidado de sí mismo para "darse de lleno a los que lo rodeaban", incluso a sus propios obreros, “que lo querían no ya como a su patrón sino como a un amigo”.

De joven, renunció a las comodidades de una familia sin necesidades, e ingreso en la Escuela Naval. Ya entonces pensaba: “necesito rezar mucho para recibir la gracia de Dios”. Devoto de la Virgen María y del Rosario, dejó un legado imborrable en la Armada, donde quienes primero se oponían a su ingreso, le reprochaban luego su intención de dejar la carrera. Es que él quería ser “obrero”, hasta que un amigo sacerdote norteamericano le hizo ver que su desafío sería la evangelización del mundo empresario.

Tuvo a su cargo la importante empresa Cristalerías Rigolleau, pero también participó de varios directorios, colaboró con el nacimiento de la Pontificia Universidad Católica Argentina, fundó la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa, entre otras labores. En todas, dejó un legado imborrable.

“El empresario ha de ser Cristo en la empresa”, creía, y consideraba que “es indispensable mejorar la convivencia social dentro de la empresa. Importa mucho que el dirigente de empresa sea accesible. Hay que humanizar la fábrica. Para juzgar a un obrero, hay que amarlo”. En otra ocasión escribía “debemos crear trabajo…y cuanto más eficiente sea nuestra labor, más recursos tendrá la Providencia para repartir entre pobres y necesitados”.

Pero lo más importante para Enrique, “a lo que más me dedico, es a aumentar en mí la caridad. Sin la Caridad nada es perfecto. Escucharlos, comprenderlos: Caridad”. Caridad que vivía y cultivaba y hacía crecer con la lectura de los textos de la Iglesia. “En el orden intelectual mi tesoro más grande es mi conocimiento de la doctrina católica en todos  sus aspectos”, anotó a los 27 años.

Cuando le tocó por problemas económicos en la empresa considerar despidos, agotó antes todas las instancias, y tras una justa indemnización hizo trabajar a quienes debía despedir en un eficiente proyecto que les permita ser proveedores de la empresa.

Cerca de su prematura muerte, sus empleados acudieron masivamente a donar sangre para él, y cumpliendo con sus responsabilidades, regresaron luego a trabajar, en honor a quien pensaba que debía ser un “buen profesional para ser un mejor apóstol”.

“Si nosotros somos santos, serán también nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos”, creía Enrique. Casado con Cecilia Bunge, tuvo nueve hijos que aún hoy, desde distintos lugares llevan adelante apostolados (uno en Kenia como sacerdote, otra en el rubro de la Cultura en Buenos Aires) como el que su padre supo llevar en el mundo empresario.
 
La Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (http://acde.org.ar/) que él mismo fundó, atesora y difunde varios de los mensajes de Enrique. Tanto en su página, como en http://www.enriqueshaw.com.ar/, se encuentran escritos suyos que pueden ser de mucha utilidad para los empresarios que se propongan como Shaw "ser Cristo en la empresa". 
 

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