Un niño de 6 años que lucha contra el cáncer, al recibir la Primera Comunión y ante la fuerza de la Eucaristía, se echa a llorar, contagiando su emoción al cura, a la madre y a todos los participantes de la celebración.
El poder de la Eucaristía trasciende la razón humana. Es capaz de hacer milagros, de transformar el corazón de las personas y conmover con su ternura y su paz.