Monseñor Agrelo recibe a Aleteia en su diócesis en Marruecos: “No soy capaz de ver que una persona sufre y quedarme igual”Tiene una sonrisa expansiva: franciscanismo sin añadidos. El arzobispo de Tánger, el gallego monseñor Santiago Agrelo, es una de las voces más claras ante la inmigración y los refugiados que quieren cruzar de África a Europa. Desde su diócesis se ve Europa: son apenas 13 kilómetros que separan dos mundos.
Monseñor Agrelo lanza frases como cohetes: “¿Los gobernantes? no se dan cuenta del drama que vive esta gente, no son capaces de imaginarse a sí mismos abandonados”. Y remacha: “El rostro de Dios se nos acerca en los pobres”. Evangelio puro en tierras africanas. De un obispo que se autodefine como “conservador” y que ha abierto las puertas de su catedral a decenas de africanos cuya única esperanza es un espejismo: Europa.
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– ¿Qué le mueve a hacer y decir lo que hace y dice?
No soy capaz de ver que una persona sufre y quedarme como si no la hubiera visto. No soy capaz.
– Todo el mundo le aprecia. Y los católicos aquí son minoría.
Yo saludo a toda la gente que encuentro por la calle y ni les conozco a ellos ni conozco la lengua en la que hablan pero si nos miramos, yo saludo o llevando la mano al corazón o diciendo svalher por la mañana o salamaleikum.
– ¿Siempre ha sido así?
En mi vida yo he estado siempre cerca de sectores vulnerables de la sociedad.
Cuando te encuentras con el emigrante en tu casa, en tu puerta, no es que cambie mi modo de ver a los pobres, es que cambia mi modo de ver el problema del emigrante: su problema, su dolor … ¿Y quién les manda venir, si aquí no hay sitio?
Esta era la pregunta que yo me hacía y que yo implícitamente me respondía, que es la que suelen hacer ahora en Europa tantísimas personas, y me parecía que no había motivo para que fuesen, pero llegas aquí y ves… que los motivos sobran.
Y en ese sentido Marruecos me ha cambiado en relación con relación al inmigrante. Aquí en Tánger quienes han llenado mi vida como Obispo con más preocupaciones son los emigrantes.
– Usted se ha definido como “conservador”. Pues no hace pinta.
Yo continué siendo siempre un conservador, en el sentido que yo soy una persona que en la misa yo no cambio nada por mi cuenta por decirlo, ni añado palabras, ni quito… es simplemente un dato. Eso sí, si voy a una comunidad que me pide cambiar, yo me adapto.
He celebrado misa hasta sentado en el suelo, cosa que a mi me hace sentir incómodo pero lo hago muy a gusto por las personas que se sienten muy cómodas de esa manera.
Así que por una parte soy una persona que si hubiese nacido en una cueva, yo continuaría dentro de la cueva si no hubiese alguien que me echase una patada hacia fuera, en ese sentido soy acobardado.
– Plantee una solución al drama de la inmigración.
Si los responsables de un ministerio, de un gobierno, se acercasen sólo media hora, al bosque de Beliones, en la frontera con Ceuta, o al bosque Gurugú, en la frontera de Melilla, acercarse a los emigrantes, pasar media hora con ellos, escucharles…
– No ven la realidad, desde sus despachos.
Tengo la sensación de que no se dan cuenta del drama que vive esta gente, que no son capaces de imaginarse a sí mismos abandonados en un bosque del que no se puede salir, porque no te deja salir la policía, ni las leyes, ni las fronteras. Abandonados, sin esperanza, sin futuro. Obligados a arriesgar la vida si quieren dar un paso hacia delante, obligados a arriesgar la vida. Esta gente… yo no comprendo como todavía no han desembocado en una violencia terrible: no lo comprendo, no lo comprendo.
– ¿Qué se tiene que cambiar?
La única manera de que esta situación cambie es que cambie el sentido de la sociedad en relación a los inmigrantes. Yo a la sociedad sí que le diría: mire estos, si usted los ve, si usted hombre o mujer europeo, convive media hora con ellos, los considerará sus hijos, los verá como a sus hijos y no tolerará, se le hará imposible tolerar que se les trate como les estamos tratando.
– Queremos hablar bien de África. ¿Cómo lo hacemos?
África es pobre porque es rica, y no sería tan pobre si no fuese tan rica, África esta siendo expoliada sistemáticamente, entonces yo sospecho que mi bienestar es un bienestar del que yo disfruto porque otros se han quedado sin nada.
– Usted invita a rezar. ¿Rezar cambia la situación?
Cuando pronuncio la palabra oración me refiero a escuchar. No a las cosas que yo le tengo que decir a Dios para que Él haga-no-sé-qué, sino las cosas que yo tengo que escuchar para hacer no-sé-qué.
– El Papa está en su línea: pobreza, oración, justicia…
El Papa me parece en este sentido un hombre de oración, un hombre que escucha a Dios y curiosamente ninguno de nosotros puede escuchar a Dios si no escucha a los pobres. Y me da la impresión que este Papa lleva escuchando a los pobres una vida entera. Y eso le da a él también una claridad enorme en las palabras que utiliza porque esa claridad viene del contacto con los pobres.
Si los pobres no nos ayudan a leer el Evangelio, a interpretar el Evangelio, a relacionarnos con Dios, tanto el Evangelio, como la relación con Dios quedarán falseados irremediablemente. Y nos engañaremos a nosotros mismos. El rostro de Dios se nos acerca en los pobres.
– ¿Ve a la Iglesia por la labor, en el tema inmigración?
En algunos sectores de la Iglesia hay una mentalidad en relación a los emigrantes que no nace del Evangelio que se supone que debiera ser el corazón de las comunidades eclesiales, sino que nace de intereses políticos y de ideologías.
Para la Iglesia, tanto los pobres que hay en las sociedades europeas como los que llaman a las puertas de las fronteras europeas para la Iglesia son una llamada de Dios a vivir el Evangelio, son una gracia de Dios.
– ¿Qué papel tienen las mujeres católicas en Marruecos?
De todo lo que yo he visto de actividad dentro de la Iglesia, no sólo en Marruecos sino en todas partes, cuando veas algo que incide en la vida de la gente, algo comprometido, lo que encuentras allí son mujeres, no hombres.
– Está usted en contacto con el sufrimiento, y con la muerte. ¿Le hace pensar en la suya?
Por lo que se refiere a la forma de la muerte, pues eso lo que el Señor quiera, supongo que será un momento de especial purificación, de aceptación de la última pobreza, de entrega de lo último que te queda. Espero ser consciente de esa entrega, Señor agárralo todo, si no soy consciente entonces… ya lo digo ahora. (y sonríe).