Conozca a Cecilia, la hermana que llevó su enfermedad con alegría y entrega; hasta el Papa Francisco rezaba por ella Las noticias de su frágil estado de salud, sus fotos, sus reflexiones, se viralizaban rápidamente por redes sociales o WhatsApp. Hasta el Papa Francisco estaba pendiente de ella. Y la hermana Cecilia María, carmelita descalza, sabía de la oración de todos.
Pese a su enfermedad, no perdía la alegría, contagiada además por una familia numerosa y presente, por sus alegres sobrinos que desde el jardín del hospital en el que estuvo ingresada varias semanas le enviaban mensajes y globos de helio, para que pueda divertirse con ellos mirando desde la ventana.
La alegría era acompañada, y acaso explicada, por un profundo estado de oración. Cada vez que podía, se revestía con su hábito para descender a la Misa en la Capilla del Hospital en el que estaba ingresada. Vivía la Misa con la misma devoción que lo hacía años atrás en el Carmelo de Villa Pueyrredón, Buenos Aires. La hermana Cecilia no perdía la lucidez, pese a los achaques. Si bien no podía hablar durante los últimos meses, sus débiles gestos daban cuenta en cada Misa de su atención y compenetración. Cuando en la oración de los fieles se rezaba por los enfermos del hospital, ella asentía con el rostro como agradeciendo el gesto de la liturgia.
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Su rostro, cuentan quienes la vieron, estaba en paz, alegre, como expectante por el encuentro con el hombre al que había ofrecido su vida, Jesucristo. La acompañaban durante los últimos meses casi siempre dos religiosas: una hermana de carne, religiosa del verbo encarnado, y una hermana carmelita de su congregación. Con ellas y como ella, pese al doloroso momento, sonreían a todo momento. Como toda su familia, testimonio de Iglesia doméstica enfrentando unida momentos como estos.
“Estoy muy contenta, uno se siente impresionado de la Obra de Dios a través del sufrimiento, de tantas personas que rezan por mí”, escribió agradecida en mayo. Hasta el Papa Francisco, desde Roma, le había hecho llegar su oración mediante un mensaje de voz en el que el Papa le manifestó que sabía de su ofrecimiento, y le hacía saber que la quería mucho y que rezaba por ella.
No era la primera vez que el Vicario de Cristo posaba su atención sobre Cecilia. Antes de tomar los hábitos, Cecilia pudo hacerle saber al Papa Juan Pablo II en persona de su vocación.
Pocas horas antes de morir pudo comulgar, mojando sus labios en la preciosísima Sangre. La enfermedad hace un tiempo le había hecho prescindir de su lengua, “la patena más sagrada para recibir su Cuerpo y su Sangre”, como había escrito.
Como la beata Chiara Luce Badano, pidió que en su funeral haya además de oración, celebración. La Amada abrazaría finalmente a su Amado. “Se durmió suavemente en el Señor, después de una enfermedad tan dolorosa llevada siempre con alegría y entrega a su Divino Esposo”, escribieron sus hermanas de comunidad del Carmelo de Santa Fe, a quienes hemos pedido autorización para difundir por este medio el testimonio de la Hermana.
Las imágenes con su rostro agonizante, pero siempre alegre, se viralizaron por estas horas rápidamente, recogiendo testimonios de personas conmovidos por el menaje de la Hermana Cecilia María. Incluso se ven comentarios de personas que no profesan la fe católica. Y de algunos que la conocían de hace años, que la recordaban emocionados.
En la parrilla de noticias y novedades mundanas que inundan las redes sociales, conmueve la vida y muerte de esta religiosa, que como tantas otras en silencio ofrecen y abrazan sus dolores por amor a su Divino Esposo. Cada tanto, como en este caso, somos privilegiados por poder asomarnos a su Carmelo.