Homenaje de cariño a Jacques Hamel y a todos los sacerdotesPara el padre Jaques Hamel, de 84 años, asesinado en la iglesia de Saint-Étienne-du-Rouvray el 26 de julio de 2016.
Y para todos los sacerdotes con los que he tenido la oportunidad de contar como amigos, cercanos o lejanos:
No siempre he tenido fe.
He conservado muchos amigos que no la tienen.
Sé que para muchos de ellos la figura de un sacerdote es extremadamente confusa y cada vez más teñida de connotaciones dudosas, peligrosas y abusivas, en todos los sentidos de la palabra.
Como afectuoso homenaje al padre Jacques Hamel, que probablemente yació sobre su propia cálida sangre en las baldosas de la iglesia donde celebraba una pequeña misa para cuatro feligreses, os contaré qué significa en mi corazón un sacerdote.
Un sacerdote es un hombre que podría haber tenido una vida normal, agradable, tranquila y relativamente cómoda, como las nuestras.
Sin embargo, es alguien que ha recibido una llamada en su interior, la de Cristo.
Una llamada que quizás a veces desearía olvidar para simplificar su propia existencia y poder unirse a la banalidad común, pero NO PUEDE negarla.
Así que sigue la silueta misteriosa de un hombre nacido hace más de dos mil años que sigue sembrando, a pesar del tiempo y la distancia, incorruptibles palabras de vida, de verdad y de amor.
Por ello empezó a renunciar a todo: al amor de una posible esposa, al amor de los hijos que podría haber tenido, a ciertos amigos que siguieron otro camino, a sus posesiones materiales en gran medida, a su libertad de movimiento, de vivienda, de horarios.
Después de un largo periodo de estudios será enviado a lo más profundo de alguna provincia, con decenas de pueblos que gestionar, con parroquias bonitas o feas, con parroquianos mejores o peores, con matrimonios que celebrar, con niños que bautizar sin estar seguro de si los volverá a ver, con ancianos que pueblan los bancos durante la misa de un entierro sabiendo que dentro de poco no les volverá a ver.
Los domingos agotadores, los lunes solitarios. Algunos desayunos o comidas con familias de amigos, algunas vacaciones.
Grandes momentos de alegría también al ver el despertar de las almas, la vuelta al amor y el éxito del perdón. Una vejez cada vez más solitaria, trabajando con todas sus fuerzas hasta el final.
Pero un verdadero sol: el de la eucaristía que levanta cada día sobre el horizonte de un altar.
Una vida de sacerdote es darlo todo sin esperar nada a cambio.
Es servir al otro sin recibir gracias. O muy pocas.
Es servirnos en la alegría.
Por el amor de Dios.
Para enseñarnos un poco de Su rostro.
Gracias Jacques, más que por el martirio de hoy, gracias por toda la vida infinitamente repleta de amor que lo precedió.
Por Fleur Nabert, escultora especializada en arte sacro