Puede ser sorprendente descubrir que santa Teresa de Lisieux, conocida popularmente como la Pequeña Flor, encontrara inspiración constante no en una monja contemplativa, sino en la guerrera religiosa santa Juana de Arco. ¿A qué se debe?
Juana de Arco no fue canonizada hasta 1920 así que, durante la vida de santa Teresa, la venerada francesa no era considerada oficialmente una santa.
Sin embargo, la causa para la canonización de Juana de Arco estuvo muy activa y recibió más reconocimiento en 1894, apodado el “Año de Juana de Arco” en Francia, que culminó con la declaración de Juana como “Venerable” por el papa León XIII.
Juana fascinó a Teresa
Teresa descubrió a Juana de Arco siendo todavía una niña, cuando leyó sobre su vida y sus muchos logros en el campo de batalla.
Fue algo que tuvo un gran impacto sobre ella e influyó en su vocación, según cuenta en su autobiografía.
“Al leer los relatos de las hazañas patrióticas de las heroínas francesas, y en especial las de la Venerable Juana de Arco, me venían grandes deseos de imitarlas. Me parecía sentir en mi interior el mismo ardor que las había animado a ellas y la misma inspiración celestial. Por entonces recibí una gracia que siempre he considerado como una de las más grandes de mi vida, ya que en esa edad no recibía las luces de que ahora me veo inundada. Pensé que había nacido para la gloria, y, buscando la forma de alcanzarla, Dios me inspiró los sentimientos que acabo de escribir. Me hizo también comprender que mi gloria no brillaría ante los ojos mortales, sino que consistiría en llegar a ser una gran santa”.
Santa oculta
Decidida a hacer grandes obras convirtiéndose en una santa oculta, Teresita entró en la Orden de los Carmelitas y pasó el resto de su vida en clausura.
Allí, conservaba el deseo de imitar el heroísmo de Juana de Arco y explicó en su autobiografía que sentía “la necesidad, el deseo de realizar por ti, Jesús, las más heroicas hazañas... Siento en mi alma el valor de un cruzado, de un zuavo pontificio. Quisiera morir por la defensa de la Iglesia en un campo de batalla...”.
Teresa poseía un fogoso deseo de hacer muchas obras heroicas por Jesucristo e incluso quería que la enviaran como misionera a tierras lejanas.
Sin embargo, la enfermedad de Teresa le impidió hacer otra cosa que no fuera rezar y sufrir con Cristo.
Aquí descubrió Teresa su vocación y decidió que sería el “amor” en el corazón de la Iglesia, cumpliendo así todos sus deseos.
Su propio campo de batalla (interior)
Se percató de que no necesitaba que la enviaran a morir en el campo de batalla, ya que tenía su propio campo de batalla interior y la superación diaria de sus tendencias egoístas.
La virtud se convirtió en su bandera y la caridad derrotó cualquier rival que encontrara.
Durante su clausura, Teresa repasaba constantemente la vida de Juana de Arco en búsqueda de inspiración y además escribió dos obras en su honor. Una se tituló La misión de Juana de arco y otra Juana de Arco cumple su misión.
También escribió varios poemas dedicados a Juana de Arco. Uno de ellos llevaba el título de Cántico para obtener la canonización de la Venerable Juana de Arco e incluye los siguientes versos:
-
Mas no son éstas las victorias grandes
que de Juana hoy queremos celebrar;
la verdaderas glorias que en ella celebramos
son y serán por siempre, ¡oh Dios!,
sus virtudes, su amor. -
Salvó a Francia en los campos de batalla,
mas sus grandes virtudes
necesitaban el divino sello
del sufrimiento amargo,
que fue el sello bendito de su Esposo, Jesús. -
Tú eres, pura doncella, nuestra dulce esperanza,
escucha nuestras voces, ven de nuevo a nosotros.
Baja y convierte a Francia,
y por segunda vez ven a salvarla. -
Tuyos, ¡oh dulce mártir!, son nuestros monasterios,
tú sabes que las vírgenes hermanas tuyas son;
y sabes que el objeto de sus ruegos
es, como fue el objeto de los tuyos,
ver que en todas las almas reina Dios.
4 Estribillo:
Salvar las almas
es su deseo,
de apóstol mártir
dales tu llama.
Dos luchadoras
De modo que, aunque puedan parecer una extraña pareja, ambas santas fueron luchadoras, cada una a su manera.
La misma pasión que motivaba a Juana de Arco a superar todas las adversidades y salvar a Francia mantuvo viva la llama del amor en el corazón de Teresa.
Ambas podrían decir, usando palabras de san Pablo:
“He peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe” (2 Timoteo 4:7).
Sus ejemplos nos recuerdan que no importa lo que hagamos en la vida, debemos sentir pasión por hacer la voluntad de Dios y buscar el heroísmo en el campo de batalla del corazón.