Las abadías. Solo con evocarlas nuestra imaginación echa a volar: el silencio, los cantos gregorianos, el olor a cera e incienso, la frialdad de las salas, la austeridad de la piedra, las luces y las penumbras… Son numerosas las que, sacudidas por los avatares de la historia, no han resistido a las guerras, a las invasiones o a la Revolución Francesa.
No obstante, a pesar de que algunas se encuentran en ruinas, otras han tenido la suerte de haberse conservado en perfecto estado. Hoy en día, Francia puede enorgullecerse de poseer una increíble cantidad de abadías excepcionales que son la envidia de todo el mundo.
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