Con ayuda profesional y la de los seres queridos, se puede convertir en una crisis que ha de generar vida. Como se nos relata en este testimonio de vida. Mi esposo me pidió el divorcio a pocos años de matrimonio y con dos pequeños hijos, algo inconcebible para mí, así que escuché aturdida sus incomprensibles sinrazones para abandonarnos, cuando lo amaba profundamente. Lo amaba y necesitaba como el padre de mis hijos.
Fue algo así como una muerte pequeña, pero muerte al fin. Por lo que aun pasado un tiempo y admitiendo el hecho, el dolor no me dejaba ver claro que podía y debía rehacer mi vida. La razón me lo decía, pero mi corazón se paralizaba.
Atravesé por una profunda y dolorosa a depresión de cansancio psíquico y emocional.
Todas las realidades sensibles que antes disfrutaba, como el deporte, excursiones y otras aficiones, las abandone afectada con un vago dolor en la cabeza, un vacío y falta de capacidad para forjar imágenes y recuerdos positivos, de visualizar algún proyecto que me levantara de mi postración.
Los recuerdos me dolían cuando aparecían acompañados de sentimientos que habían cambiado. Como la música que había conmovido mis más íntimas fibras al escucharla tomada de su mano, o las dedicatorias en sus regalos cuyas letras bailaban, cantaban y me seducían ante la idea de una vida plena a su lado. Lo que había sido un inestimable legado de romanticismo me hacía sentir verdaderamente enferma.
Tratando de hacer algo contra mi abatimiento, abandone la casa impregnada de tantos recuerdos, llevándome conmigo a mis hijos… nuestros hijos.
Sufría y no lograba entender mi incapacidad de dejar de amarlo, hasta que reconocí que junto a ese sentimiento, se encontraban otros que me hacían aún más daño, como los de fracaso, vergüenza y culpa.
Entonces apoyándome en mi familia y buenos amigos decidí buscar ayuda profesional.
Fue un difícil comienzo el tener que hablar de quien había sido el gran amor de mi vida pues me faltaban palabras donde sobraban dolorosos sentimientos; sin embargo, el solo hablar de ello, además de ser un gran desahogo, fue un incipiente renacer a la esperanza.
Poco a poco pude visualizar el necesario orden en las ideas, en las emociones y en las actitudes en mi condición de divorciada.
En las ideas:
El mío había sido verdadero amor a una persona, y un amor personal no es un asunto de deseos sexuales, emociones o meros sentimientos, cosas pasajeras que explicarían fácilmente la desilusión, pues todas son cambiantes.
El amor personal no es todas esas cosas, pues contiene la verdad de que la persona en su naturaleza, es un espíritu encarnado que trasciende toda limitación para amar, por lo que la indisolubilidad en el matrimonio es una realidad, más que posibilidad.
Es por ello que podemos comprometernos de por vida, pero entre nuestra naturaleza y su capacidad de compromiso, puede entrar en juego la libertad mal empleada. Eso explica que en mi matrimonio, lo que debió y pudo haber sido, no lo fue, porque mi esposo no lo quiso.
Al no quererlo, mi ex esposo trato de justificar lo injustificable, y al intentarlo, se negó a sí mismo como persona, mientras que yo conserve intacta mi dignidad, lo que debía convertirse en la piedra angular para volver a edificar mi vida.
En las emociones.
No se trata de convertirnos en cartón – piedra, el duelo es real, y se hace necesario agotar la última lagrima sin dejarnos arrastrar al sentimentalismo, porque si bien los sentimientos son buenos, no son lo mejor, ya que no podemos reducirnos solo a la sensibilidad perdiendo de vista lo que valemos como personas, así como la realidad a la que nos debemos enfocar, pues la vida debe seguir.
No albergo en mi corazón la menor duda de lograr cada vez más una paz interior que me permitan a mí y a mis hijos crecer interiormente, con una vida cada vez más amable, agradable, sosegada. Tampoco de mi capacidad para manifestar autentico cariño, ternura y amor si llegase a coincidir con otra persona en el tiempo y espacio del amor, pues la experiencia me ha ayudado a superar facetas más altas e íntimas que habrán de proteger y hacer crecer mi capacidad de amor personal.
En las actitudes.
Me esforzare en la medida de lo posible por trabajar y emprender algún proyecto, que me permita desarrollar mi personalidad con señorío y domino de mis afectos, sin llevar el corazón en la mano.
Evitare la comodidad y la vida fácil, no buscare dar color a mi vida de emociones sensibles con la ayuda de estimulantes externos como el alcohol, ambientes ruidosos o amistades superficiales. Buscare en cambio la alegría y el gozo personal de quien tiene la voluntad de encontrar el verdadero sentido a su vida.
El divorcio, las más de las veces, busca sus justificaciones con actitudes que evaden cualquier compromiso personal. Si las personas pudieran reducirse a estas limitadas manifestaciones, no tendría cabida el verdadero matrimonio en el que concurren en perfecta sintonía la naturaleza del ser persona, la libertad y el compromiso.
Por Orfa Astorga de Lira.
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