Durante siglos, desde los primeros siglos del cristianismo, sus fieles caminaron por tierras hostiles a su fe. Sufrieron persecuciones y martirios que fortalecieron aún más su fidelidad a las palabras de Jesús.
En el largo proceso de consolidación del cristianismo como religión oficial de reinos e imperios, las mujeres tuvieron un papel muy importante.
Su tradicional cometido de transmisoras de valores en el seno de su propia familia se trasladó a todo un pueblo cuando las reinas se convirtieron en principales altavoces de la palabra de Dios.
Desde santa Elena, aún en tiempos del Imperio Romano, fueron muchas las emperatrices y reinas que jugaron un papel determinante en la consolidación del cristianismo.
Francia, "hija primogénita de la Iglesia"
En el siglo V, la que se iba a convertir en reina de los francos, pasaría a la historia también como la principal impulsora del cristianismo en Francia que, gracias a ella, pasó a ser reconocida como “Hija primogénita de la Iglesia”.
Clotilde nació hacia el año 475 en Lyon, entonces territorio perteneciente al reino de Borgoña.
En aquel tiempo, la Francia actual era un mosaico de reinos surgidos tras la disgregación del Imperio Romano.
Su padre, el rey Chilperico II de Burgundia, había sido asesinado por su propio hermano Gundebaldo para hacerse con el poder.
Su viuda se llevó a sus dos hijas a vivir a Ginebra donde una de ellas entró en religión.
La otra era Clotilde quien a sus dieciocho años aún no había decidido su futuro pero tenía clara su fe y dedicaba buena parte de su tiempo a rezar y a repartir limosnas a las puertas del palacio en el que vivía.
Misionera de su familia
Hacia el año 492, Clotilde se casó con el rey franco Clodoveo I. La nueva reina de los francos no tardó en enseñarle a su marido pagano la doctrina cristiana.
Clotilde estaba dispuesta a convertir no sólo a su propio marido, se impuso la magna tarea de convertir a todo su pueblo.
En un principio, Clodoveo se resistió a romper con una larga tradición y con costumbres ancestrales pero la tenaz tarea de su esposa y de san Remigio dieron sus frutos. Clodoveo aceptó que su hijo Clodomiro fuera bautizado.
Pero la prueba de fuego llegó con la amenazante llegada de las huestes germanas que atacaron el reino franco.
Clodoveo pidió a Clotilde que rezara a su Dios para que le diera protección y le prometió que si ganaba en el campo de batalla a los pueblos germanos, se convertiría él mismo al cristianismo.
Miles de bautismos
Clodoveo salió victorioso de la batalla de Tolbiac y cumplió su promesa. Junto a Clodoveo, miles de personas se bautizaron el día de Navidad de 496.
Desde entonces, buena parte de los francos se fueron convirtiendo al cristianismo, que se convirtió en religión oficial y predominante.
Clotilde pasó el resto de su vida siendo una reina piadosa volcada en obras de beneficencia. Tal era su comportamiento que sus súbditos veían en ella más a una religiosa que a una soberana.
Tras su muerte, en junio de 545, la Iglesia tardó muy poco tiempo en elevarla a los altares.