Las dificultades y los fracasos nos afectan, pero si creemos sinceramente en nuestro propio valor, no nos destruiránUna autoestima sana se basa en la creencia de que somos lo suficientemente buenos tal y como somos. Si tienes autoestima, puedes evaluarte de manera realista —viendo tus dificultades, defectos, errores, etc.— al mismo tiempo que te aprecias y piensas bien de ti mismo.
Una persona con una autoestima sana no se cree mejor o peor que los demás. Está satisfecha consigo misma, pero también es humilde porque sabe cuánto le queda por aprender.
Infancia, nuestro cimiento
La autoestima se configura con la relación del niño con sus padres desde su nacimiento. La mayoría de los padres tratan de cuidar a su hijo y sus necesidades. Por desgracia, a veces las circunstancias de la vida, como la enfermedad, las dificultades externas, la falta de atención empática hacia el niño, los propios defectos de los padres o la influencia del entorno, hacen que la autoestima del niño se tambalee.
Aunque el niño reciba el cuidado básico, su sentido de la valía propia depende del éxito que tenga en algo. Es más fuerte cuando un niño logra hacer algo bien, pero casi desaparece cuando fracasa.
Esta forma de experimentarse a uno mismo y de responder a las circunstancias, si no se percibe con suficiente antelación y se modifica (dentro de lo posible), continúa en la edad adulta y nos hace sentir valiosos y satisfechos solo cuando las cosas salen como queremos.
Por otro lado, cuando algo en la vida sale mal (perdemos un trabajo o un puesto, alguien cercano a nosotros nos rechaza o nos causa mucho dolor o incluso nos traiciona, amigos y conocidos están ocupados con sus propios asuntos, etc.) dejamos de ver y sentir nuestro propio valor. Y como nada en la vida es “para siempre”, estamos expuestos regularmente a cambios y frustraciones, mayores o menores, que afectan nuestra autoestima.
Si dependemos mucho de factores externos para construir nuestro valor, cualquier fracaso, por menor que sea, nos afecta mucho. Por supuesto, nuestras dificultades o fracasos nos afectan, pero si creemos sinceramente en nuestro propio valor, entonces no destruirán nuestra autoestima.
¿Cómo construir la autoestima?
Una autoestima sana nos da el valor para probar cosas difíciles y hacer todo lo posible para tener éxito. Y si fracasamos, cambiamos de estrategia, buscamos nuevas oportunidades y, confiando en nuestra propia fuerza, lo intentamos de nuevo.
La autoestima puede reconstruirse o fortalecerse en la adultez. Y vale la pena hacerlo, especialmente cuando pensamos que es demasiado tarde para cambiar… que no tiene sentido hacer nada… que no voy a ser capaz de hacerlo de todos modos… que no me apetece reciclarme. Nuestro debilitado sentido de la autoestima puede ser reconstruido poco a poco cuando tenemos un entorno saludable, como una familia, un trabajo o una comunidad nuevos. La manera más avanzada de reconstruir la autoestima es la psicoterapia (más a menudo a largo plazo), pero también hay otras maneras de ayudar a aumentar nuestro sentido de la valía propia.
Las cualidades más fundamentales que se necesitan son la perseverancia y la regularidad, que no son populares en el mundo actual; en su lugar, se suele promover la impulsividad y lo efímero. Sin embargo, en el caso de reconstruir o fortalecer nuestra autoestima, se necesita regularidad y repetición. Nuestro cerebro necesita formar nuevos patrones, repetirlos, cambiar hábitos y fortalecer otros nuevos.
Aquí tenéis unas cuantas maneras de conseguirlo:
1. Prográmate un “recordatorio” en tu teléfono y practica cada uno de estos puntos todos los días a la misma hora. Puedes anotar tus logros cada día, modificar algunos de los puntos y adaptarte a las necesidades actuales. Comprueba cómo vas evolucionando, valora los efectos y esfuerzos que pones en tu trabajo sobre ti mismo o misma. Pregunta a familiares, amigos y conocidos si ven algún cambio.
2. Trátate con cariño, como a un niño. Como a alguien a quien cuidas en todos los aspectos, a quien amas y valores, pero a quien al mismo tiempo pones límites y a quien ayudas a prepararse para el futuro.
3. Cuídate, sé paciente contigo mismo, conócete a ti mismo y date tiempo. No te apresures. Aprende a reconocer tus necesidades y emociones, aprende a satisfacerlas o a lidiar con ellas sin herir a los demás. Veamos este escenario, por ejemplo: siempre vas al cine con tu familia o amigos para ver los estrenos de las películas más recientes. Finalmente, decides que prefieres hacer otra cosa. Así que entonces puedes buscar personas que compartan tus verdaderos intereses y convencer a tus amigos para que se unan a ti en una actividad diferente.
4. Cuando te sientas mal, simplemente detén los pensamientos negativos, cámbialos por positivos. Aleja los malos y no permitas que te inunden. Si piensas: “No tengo remedio, todo ha vuelto a ir mal y a mi compañero de trabajo le va genial. No puedo hacer nada bien, soy un inútil”, etc., aleja esos pensamientos y céntrate en lo positivo: “Me va estupendamente porque hice… Estoy contento porque… Me gusto a mí mismo porque…”, etc.
5. Percibe tus fortalezas, tus ventajas; disfrútalas, no las minusvalores. Si te halagan por un viaje bien planificado, por ejemplo, en vez de simular modestia y responder: “Oh, no ha sido nada. Ha sido algo espontáneo”, mejor di: “Gracias. Me he esforzado mucho y al final ha salido muy bien”. Puede parecer algo insignificante y trivial, pero valorarte continuamente a ti mismo puede hacerte sentir mejor y los demás (y tú mismo) pensarán y hablarán mejor de ti.
6. Valora los buenos momentos, disfruta de los éxitos, celebra el logro de cualquier meta, incluso la más pequeña. Disfruta de los regalos que recibes, haz regalos, agradece las pequeñas cosas. Ser agradecido y mostrar gratitud es tan importante como querer recibir gratitud.
7. Cuida tu cuerpo y tu mente (nutrición adecuada, ejercicio físico, suficiente sueño, descanso después del trabajo, aspecto y todo lo que conlleva). No renuncies a los desafíos, incluso si requieren un esfuerzo mayor que ver un episodio de tu serie de televisión favorita.
8. Cuida tu desarrollo espiritual, de la manera que mejor te funcione. Según una investigación de 1989, la relación de una persona con Dios tiene un efecto más significativo en la satisfacción vital que la edad, las ganancias, el estado civil, la raza o el ir a la iglesia. En 1999, una investigación sobre la conexión entre la satisfacción vital y la religiosidad y la espiritualidad mostró que el nivel de cercanía con Dios tenía más relación con el nivel de satisfacción vital durante toda la vida. La oración y la pertenencia a una iglesia, a un grupo o a una comunidad y la participación en la iglesia, en el grupo o en la comunidad fueron los siguientes en la lista.
9. Sueña. Luego transforma tus sueños en planes realistas e impleméntalos teniendo los pies en el suelo. Empieza por poco; en lugar de decir que quieres un ascenso, pero que tendrías que hacer un postgrado, pasar un examen, etc., empieza a buscar escuelas y programas de estudio, a buscar una financiación posible, estudiar todos los días, etc.
10. Por último, lo más importante: conoce tu sistema de valores, escríbelos, defínelos y cíñete a ellos sin importar las dificultades. Conociendo tu valía y tus valores, no dejarás impulsivamente que alguien te convenza para realizar actividades imprudentes. Aferrarte a tus valores te traerá una gran sensación de satisfacción.