Santa Nazaria Ignacia March Mesa y su fuerte legado en varios países latinoamericanos
Hablar de la nacionalidad de los santos en un punto se convierte en algo sin sentido. Si son santos, es porque son de todos. San Pablo VI -cuesta y emociona así escribirlo-habrá nacido en Italia, pero fue para todos nosotros timón de los nuevos tiempos. Sí cobra valor recorrer los caminos “geográficos” de los santos para ir encontrando en sus huellas los fundamentos de su santidad.
Junto con Pablo VI y monseñor Romero, en una inolvidable jornada de canonizaciones para la Iglesia Universal, fue canonizada Nazaria Ignacia March Mesa. Los datos biográficos dirán que el Papa Francisco convivió con la nueva santa algunos años en Buenos Aires. Se sabe, la ciudad es grande. Y Villa Pueyrredón queda en la otra punta geográfica de Flores, barrio natal del Papa. A Villa Pueyrredón había llegado la Madre Nazaria en 1930, seis años antes del nacimiento de Jorge Bergoglio.
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Llegaba a expandir su obra fundada en Bolivia, a “repartirse entre los pobres” y “animar al triste”, como se proponía desde las Misioneras Cruzadas de la Iglesia que había fundado en Oruro. La madre Nazaria había nacido en 1888 en Madrid, aunque se trasladó con su familia a México, donde ingresó en la Congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Tras ser trasladada a Bolivia sintió ese nuevo llamado e inició las Misioneras Cruzadas.
En Buenos Aires, se unió a la fundación y los primeros años de la parroquia Cristo Rey, erigida frente a la plaza del barrio sobre la calle Zamudio, a pocas cuadras de donde las Misioneras Cruzadas fundaron su casa e iniciaron el Instituto Dámasa Zelaya de Saavedra, donde la canonización se celebró a lo grande.
“En la Villa de Pueyrredón se levantará la primera Iglesia de Buenos Aires dedicada a Cristo Rey y a su lado se funda, en esa gran metrópoli, la Cruzada Pontificia… ¡Qué alegría siente mi alma!”, escribió en aquella ocasión, y asumió el compromiso de hacer que “ésa sea la Villa donde más se le ame y se lo sirva, como a verdadero Rey”.
Además de Buenos Aires, Madre Nazaria fundaría casas en Bolivia (en Uruguay también fue convocada para que abriera su fundación), en España, y hoy sus hijas, de fiesta, tienen presencia en 21 países.
La muerte la encontró en Buenos Aires, en 1943. Sus restos descansaron durante un tiempo en la cripta de la casa de la Congregación de Villa Pueyrredón. Hasta 1972, que fueron trasladados a Oruro. Sin embargo, el espacio en el que descansaron sus restos se conservó como espacio de oración y recogimiento, y lo ha sido todo este tiempo. También se conservan reliquias suyas en la parroquia Cristo Rey, donde, sencilla como ella era, se erige una talla en madera debajo de la cual una pequeña urna conserva reliquias suyas. Parroquia que, como ninguna puede decir en Buenos Aires, tiene en su ADN, en su historia, su propia santa. Villa Pueyrredón tiene su santa, se dice en el barrio, con orgullo, ya desde tiempos de la beatificación.
Como ocurre con todos los santos, las biografías no alcanzan a narrar las inmensas huellas que los santos dejan en las almas de los cristianos que se cruzaron por el camino. Es casi imposible que relaten cómo fueron tocando los corazones de los que los rodeaban y como ellos fueron testimoniando ese amor con amigos, hijos, nietos, perpetuando la fama de santidad.
Es esa fama de santidad la que hizo que el cardenal Jorge Bergoglio, siendo Arzobispo de Buenos Aires y celebrando en Cristo Rey las fiestas patronales, fuese conociendo un poco más de esa religiosa con la que compartió ciudad durante unos años y que hoy le tocó proclamar santa. Seguramente, aunque no lo haya expresado por el protocolo, las formas, y el respeto ante los inmensos testimonios de santidad que se proclamaron junto con el de Nazaria, Francisco haya recordado en su corazón en esta jornada histórica esas visitas a Villa Pueyrredón, el barrio de Nazaria.