Falleció a los 80 años, dejando una huella imborrable en el folclore argentinoLa Misa Criolla, obra cumbre de la música religiosa latinoamericana, acaba de despedir a uno de sus más ilustres intérpretes, uno de los responsables de que aquellas originales versiones trasciendan las fronteras y lleven la música religiosa a los más prestigiosos escenarios del mundo. Jaime Torres falleció en Buenos Aires la víspera de la Navidad, a los 80 años, dejando una huella imborrable en el folclore argentino. Había nacido 80 años antes en San Miguel de Tucumán, hijo de padres bolivianos.
Justamente junto a ellos fue sepultado en el cementerio porteño de la Chacarita, que por un momento parecía haberse trasladado hasta algún poblado andino para despedir al rey del charango. Aunque vivió desde muy niño en Buenos Aires, nunca abandonó sus tradiciones e impulsó como pocos la música del altiplano. Por eso, Sikus y bombos, amigos inseparables del diminuto instrumento de cuerdas que Torres paseó por el mundo, se hicieron presentes para una despedida alegre en la que no faltaron carnavalitos y la presencia de grandes folcloristas como Jairo y Peteco Caravajal.
En la primavera del 64, cuando Ariel Ramírez debía grabar la primera versión de una obra que más allá de su inmenso valor religioso sería un gran homenaje a la música folclórica del continente, convocó al por entonces joven charanguista, de metro cincuenta de estatura. El preludio del Gloria en Charango, en algo más de 25 segundos, anuncia que ya pasó el Kyrie, y que lo que sigue es una acción de gracias polifónica para dar gloria a Dios. Esa introducción en Charango es probablemente uno de los solos en charango más difundidos en todo el mundo. El charango introduce además la chacarera para el credo, y acompaña con inmensa gracia el carnaval cochabambino para el sanctus.
Testimonio de la maestría de Torres para esta pieza, y la alegría que sentía al interpretarla, es el concierto de 1999 en el que la voz solista corrió a cargo de Mercedes Sosa.
Torres, que llevó su charango por el mundo hasta las salas más prestigiosas, e incluso acompañaba distintos ritmos musicales con gran versatilidad, tenía un especial compromiso con la música de sus orígenes. Montó el Tantanakuy, encuentro musical anual en la Quebrada de Humahuaca que tiene además su versión infantil para que los más niños abracen sus raíces.
Su sonrisa, grande como su talento, quedará por siempre unida al charango, instrumento que consagró a nivel mundial de la mano de una de las obras musicales religiosas más trascendentes del siglo XX.