Cada 29 de junio, Guarenas y Guatire festejan con la Parranda de San Pedro, el milagro obrado por el Primer Papa de la Iglesia, en una niña esclava durante la época de la Colonia en Venezuela
Los escalofríos se fueron presentando de manera reiterada en el cuerpecito de Rosa Ignacia, que apenas llegaba a los dos años de edad. Era una “extraña enfermedad”, entonces conocida como “calentura”. Los curanderos y brujos de la zona ya no podían hacer nada por ella. El temor crecía debido a que con las elevadas fiebres, la muerte de la niña sería inminente. Su madre era María Ignacia, una esclava que gozaba del favor de sus señores.
En su desespero, María Ignacia decidió invocar la intercesión del patrono de la hacienda: el apóstol San Pedro. Rosa Ignacia se salvó y su madre cumple la promesa: “cantar y bailar en agradecimiento al primer papa de la iglesia, cada 29 de junio, con la niña en brazos”. Esta es la historia que ha pasado de generación en generación entre los habitantes de Guarenas y Guatire, en el estado Miranda (Venezuela), sin embargo, no existe una fecha exacta que determine el prodigioso hecho o el inicio de la Parranda de San Pedro.
Algunos investigadores señalan que la Parranda comienza en el siglo XVIII (1701-1800), “período de mucho auge y bonanza de las haciendas guatireñas”, según refiere Cesar Martínez Vaamonde, presidente del Instituto Municipal de Cultura Pedro Muñoz de Guatire. En “La Parranda de San Pedro. La promesa de un pueblo” (2018), Martínez Vaamonde explica, que sobre “el sitio exacto, algunos opinan que fue en la hacienda El Rincón. Otros creen que fue en la Hacienda El Ingenio o en la Hacienda San Pedro”.
Entonces la región se llamaba Cantón de Guarenas y reunía a los poblados de Guarenas y Guatire y otros caseríos, manteniéndose así hasta 1874, cuando se crea el Distrito Zamora.
Desde 1620 en adelante, la forma de vida en esta región era la agricultura. En las haciendas más importantes se cultivaba algodón, caña de azúcar; también, la cría de ganado porcino y vacuno eran las fuentes de vida en ese momento. El trabajo era efectuado fundamentalmente por personas en situación de esclavitud. En la hacienda de San Pedro regía la religión católica y, efectivamente, el apóstol Pedro, era el santo patrón.
¿Existió la esclava María Ignacia…?
La existencia de María Ignacia fue un hecho verdadero. Está registrada en el archivo parroquial de la iglesia Nuestra Señora de Copacabana de Guarenas, según refiere Marta Crespo, reconocida cultora e investigadora de la zona, en San Pedro de Guarenas (2003). Sostiene que la mujer era esclava del hacendado don Gabriel Blanco Uribe.
“Antiguamente María Ignacia era una leyenda, hasta que fue localizada en el archivo de la Casa Parroquial de la Catedral de la Copacabana de Guarenas la fe de bautismo de la negra María Ignacia, quien nació en Guarenas en la Hacienda San Pedro el 31 de julio del año 1800, hija natural de María Trinidad. Fue bautizada el 11 de Agosto del mismo año”, dice.
El documento fue refrendado por monseñor Gustavo García Naranjo, actual obispo de la Diócesis de Guarenas, quien el 11 de junio de 1999, junto a un equipo de investigadores, procedió a “verificar en el archivo parroquial de Nuestra Señora de Copacabana de Guarenas; la existencia de la fe de bautismo de la esclava María Ignacia”, escribe la profesora Marta Crespo. En conversación para Aleteia, ratifica que “en esta investigación estuvieron involucrados primeramente la licenciada María Enriqueta Calderón, Elio Rafael Bolívar (cronista de Guarenas), y como testigos de este acto, América Jiménez, secretaria de la Casa Parroquial y Pedro Martínez”, además de monseñor García Naranjo.
Luego de fallecer María Ignacia, su marido, José Eusebio, continúa pagando la promesa y sigue con la parranda, que ya era costumbre entre los negros de las haciendas de Guatire y Guarenas, vistiéndose él de mujer. Después otros hombres se han disfrazado en nombre de María Ignacia y cargan una muñeca de trapo que encarna a la niña Rosa Ignacia.
Durante los festejos, los hombres se vestían con levita y pantalones de color negro que eran cedidos por sus amos, pero también llevaban un sombrero conocido como pumpá y alpargatas de cuero, simulando las vestimentas de lujo de los ricos hacendados.
Este tipo de vestimenta le da argumentos a Cesar Martínez Vaamonde para sostener que la Parranda de San Pedro debe haber surgido a finales del siglo XVIII, hacia 1790, basándose en que el uso de la levita y el pumpá surge en el último cuarto de ese siglo.
Dice “que si observaba todos los óleos de personajes de los siglos XVII y principios del XVIII podía notar que la levita y el pumpá nunca aparecían, que empiezan a aparecer en el arte hacia fines del siglo XVIII, especialmente después de la Revolución Francesa. Es decir, que la Parranda, tenía, a lo sumo, doscientos años”.
Para el actual párroco de Nuestra Señora de Copacabana, padre José Antonio Barrera, este hecho es muy significativo ya que rompe con varios moldes, acentuando los valores familiares y de la fe del pueblo, según recoge un documental de La Villa del Cine. “Cultura y fe en es un binomio que va de la mano. Están muy unidos para la promoción de los valores y para la exaltación de la dignidad del ser humano”, sostiene el sacerdote.
Un canto de rebeldía
La Parranda de San Pedro tiene una significación que no se queda únicamente en el aspecto religioso, también representó las ansias de libertad de la población negra que fue llevada a América en contra de su voluntad desde sus originarias tierras de África. Por eso, incorporan a los cantos estrofas de protesta ente el maltrato de quienes los esclavizaron.
“La época colonial en Venezuela duró trescientos años. Durante esos tres siglos fue formándose, poco a poco, el modelo venezolano”, dice Cesar Martínez Vaamonde.
Narra que en este lapso se produjeron tres alzamientos por la libertad de los negros: primero, en 1553, el negro Miguel, acaudilló una rebelión en la región de Buria, actual estado Lara; segundo, Juan Andrés López del Rosario, apodado “Andresote”, quien lideró una rebelión en la zona del actual estado Yaracuy, entre 1730 y 1733; y tercero, Juan Francisco de León (1699 – 1752), comerciante y Justicia Mayor de Panaquire, pueblo que fundó en 1734, quien entre 1748 y 1752, lideró en toda la zona de Barlovento, Guatire y Guarenas una rebelión contra la compañía Guipuzcoana.
Sostiene que las expresiones folklóricas y mágico-religiosas de los negros, que trajeron desde África, se irán enriqueciendo con elementos propios del catolicismo y la hispanidad. “Ellas, gradualmente, crearán manifestaciones nuevas y propias. Un sincretismo cultural producto de la adaptación del negro ante las nuevas y extrañas realidades”, indica.
Vale indicar, que en Venezuela, la esclavitud se abolió el 24 de marzo de 1854, cuando era presidente de la república, José Gregorio Monagas, pero en la práctica, ésta se mantuvo por varios años. Antes, durante y después de esta importante decisión, los parranderos de San Pedro zapateaban contra el suelo usando las cotizas de cuero y diciendo: “Con la cotiza dale al patrón, vuélvelo polvo sin compasión”, una manera de protesta y rebeldía.
Hacia mediados del siglo XIX, y en plena Guerra Federal (1859 -1863) en Venezuela, la Parranda de San Pedro vinculada a Guatire comienza a colocarse alrededor del cuello un pañuelo de color amarillo o rojo que simbolizaban a los partidos Liberales o Conservadores, enfrentados para ese momento. En Guarenas se usaba el pañuelo rojo.
Estructura de la Parranda de San Pedro
Tanto en Guarenas como en Guatire después de la misa solemne del 29 de junio, la Parranda recorre las calles principales, y van de casa en casa, llevando la alegría a los vecinos de estas localidades mirandinas, y recibiendo nuevas peticiones a San Pedro.
María Ignacia y su hija Rosa Ignacia son los personajes principales. El hombre que hace las veces de la esclava María Ignacia viste una amplia falda y blusa floreadas; además, lleva un sombrero de cogollo y un par de moños hechos de mecate. Se le nota un abdomen abultado simulando estar “embarazada”. Su calzado son alpargatas, y lleva el rostro manchado de negro. En sus brazos carga una muñeca de trapo que representa a Rosa Ignacia.
También forman parte de esta parranda: El Abanderado, que es el encargado de dirigir la ruta por donde transitarán bailando; El Cargador o Cargadores, con la responsabilidad de transportar la imagen de San Pedro durante el recorrido de la parranda (En Guatire son imágenes pequeñas y sencillas, mientras en Guarenas es una imagen grande revestida con las túnica del Romano Pontífice, una Tiara sobre su cabeza y el báculo que simboliza la autoridad eclesial y que, además, contiene “Las Llaves del Cielo”); Los Tucusitos, que son niños e “hijos de María Ignacia”, van vestidos de azul y rojo (Guarenas) o amarillo y rojo (Guatire); y finalmente, Los Sanpedreños o seguidores de la parranda, que ataviados con cotizas debajo de las alpargatas, se encargan de bailar y contestar las improvisadas estrofas de un cantante que se inspira en temas de la fe y realidades sociales y familiares de la zona.
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Patrimonio Inmaterial de la Humanidad
La profesora Marta Crespo en su investigación, con base en descendientes nacidos en la Hacienda San Pedro (Paginas 15 y 16), cuenta que años después y con el terremoto ocurrido el 29 de octubre de 1900, la capilla de la Hacienda San Pedro fue derribada y la imagen del santo “conservada por el dueño de estas tierras Don Carlos Bello”.
Con el tiempo se la entregó a Juan “Marielías” Aponte, quien la cuidó por muchos años “hasta que en 1939, los cultores y el jefe de la parranda para ese momento Antonio Núñez, se la entregaron al padre García”, dando paso a las celebraciones del San Pedro en la iglesia de Nuestra Señora de Copacabana de esta ciudad.
La Parranda de San Pedro estuvo primeramente al mando del señor Norberto Blanco, quien antes de morir se la entregó al señor Antonio Núñez, que a su vez la mantuvo durante cincuenta y dos años cantando y bailando al santo patrón por las principales calles y casas de la ciudad llevando a ritmo de cuatro y maraca los versos improvisados.
“En febrero de 1986 le fue entregada la jefatura de la parranda a su hijo Pablo Núñez para dar continuidad a la tradición”. La cámara edilicia de Guarenas, con fecha 11 de abril de 1998, emitió una ordenanza dando la potestad de la parranda a la Asociación Civil Antonio Núñez. Es un homenaje a la familia descendiente de los Sanpedreños originarios.
Es de resaltar que desde el año 2010 el folklorista guarenero, Juan Lander, antiguo integrante de la parranda originaria, luego de los resultados de un Trabajo de Grado, donde se demostró que “este baile nació en la Hacienda San Pedro e involucra a todos los guareneros”, decidió conformar la asociación civil “San Pedro regresa a sus raíces”.
Según la información de Cesar Martínez Vaamonde, en Guatire, la Parranda de San Pedro es una sola, pero existen varias asociaciones o fundaciones que promueven y fomentan esta tradición. Además, dos escuelas de folklore motivan la formación de niños en esta tradición con presentaciones en colegios y en actos públicos durante todo el año.
La consolidación de la Parranda de San Pedro llegó en el año 2013. El esfuerzo y la continuidad a través de los años, permitió que el 5 de diciembre de ese año, la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura –UNESCO-, en su sede de Bakú, capital de Azerbayán, la declarara Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Marta Crespo no dejó de mostrar su alegría y refiere que es un reconocimiento de los organismos multilaterales vinculados a la cultura, a lo que ocurrió hace muchos años en una hacienda de la zona. “Que todo sepa que en un rinconcito del planeta Tierra existen unas poblaciones, un valle hermoso de Guarenas y Guatire, donde una madre elevó una oración por la salud de su hija y que se sanó; y que muchas personas estemos todavía cumpliendo con esa promesa”, refiere en el documental de 31 minutos de duración.
Con una vigilia que comenzará la medianoche del viernes 28, los parranderos participarán en una misa en la mañana, y luego cantaran y bailaran hasta bien entrado el sábado 29 de junio de este año 2019, tanto en Guarenas como en Guatire.
Queda evidente que para los creyentes, no se trata solamente de aquellos primeros cristianos “que sacaban los enfermos a las calles y los ponían en camas y camillas para que, al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayera sobre alguno de ellos”; o que la sanación se lograra como en ocurrió en Lida, Sarón y Jope, según los recoge el libro Hechos de los Apóstoles. Se trata también de invocarlo como hizo la desesperada esclava María Ignacia en la hacienda que llevaba el nombre de quien custodia las Llaves del Cielo:
En el nombre de Dios comienzo,
como debo é comenzar.
Y en el nombre de Dios y la Virgen,
Yo me voy a persignar.
Rosa Ignacia estaba enferma,
y María Ignacia lloraba (bis).
Por eso pidió a San Pedro,
que a su hija la curara (bis).
Baila, baila María Ignacia
Como tú sabes bailar (bis).
Un pacito para adelante,
y otro paso para atrás (bis).