La lucha entre el bien y el mal es real, pero ¿es una “pelea equitativa”?Algunas culturas creen que las fuerzas del bien y del mal están en una batalla eterna. Si bien el bien finalmente triunfa sobre el mal en muchos de estos sistemas de creencias, sin embargo mantienen que ambas fuerzas tienen el mismo poder. A veces, esta idea se expresa como dos caras de la misma moneda, enfatizando la idea de que el bien y el mal provienen de la misma fuente.
¿Es esta idea compartida por la religión cristiana?
La Iglesia católica tiene una postura diferente. Si bien reconoce la obra del diablo en el mundo y sus muchos talentos y poderes, la Iglesia afirma que Satanás es simplemente una criatura, incapaz de rivalizar con Dios de ninguna manera posible.
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Dios creó a Satanás originalmente como un buen ángel, poseyendo como todos los ángeles un gran intelecto y libre albedrío. El orgullo de Satanás llevó a su caída final, y aunque Dios le permite tentar a los humanos en la tierra, su poder está regulado por Dios.
El Catecismo de la Iglesia Católica ofrece una breve explicación sobre este misterio de la fe cristiana.
Sin embargo, el poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños —de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física—en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero “nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman” (Rm 8,28).
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La pregunta de cómo y por qué puede haber tanta maldad en el mundo es difícil de responder, y como humanos nunca comprenderemos completamente en este “valle de lágrimas” las razones por las que Dios permite que sucedan tales cosas.
Sin embargo, sabemos con confianza que Dios es infinitamente más poderoso que Satanás o cualquier demonio que intente tentarnos.
Entonces no. No es una “lucha justa” entre el bien y el mal, y Dios, afortunadamente, tiene la ventaja. Depende de nosotros reconocer eso y no dejarnos engañar por Satanás, que trata de hacernos pensar que es más poderoso que él, y que debemos obedecerlo, tomando el fruto del Árbol de la ciencia del bien y del mal.
Que la resurrección de Jesús nos recuerde que si bien la muerte y el mal pueden parecer poderosos, no tienen la última palabra.
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