Terrence Malick es uno de los directores más enigmáticos que habitan Estados Unidos en la actualidad. Ajeno a los corrillos de Hollywood, sus películas han ido ganando en complejidad y hasta en espiritualidad, convirtiéndose un rara avis del cine americano actual
Terrence Malick anda ultimando su última película, The Last Planet, que resulta, está “inspirada” en la Biblia.
Cuidado con el término “inspirada” porque esto probablemente nos quiera advertir que el film del director norteamericano no pretenda en modo alguno reproducir algún pasaje concreto de las Sagradas Escrituras.
De hecho, su sinopsis es todo un misterio y lo único que sabe es que el film de Malick abordará algunos episodios de la vida de Cristo.
Poco más se puede decir de una película de un director tan enigmático como lo son sus propias películas.
De hecho, recientemente circuló por los corrillos de esto del cine que en la película de Malick, Satanás lo iban a interpretar cuatro actores distintos y de pronto, de un día para otro, el realizador se puso en contacto con Mark Rylance para que interpretara al demonio.
Rylance, que sabía del rodaje de The Last Planet, lo mismo que nosotros, aceptó convencido de que iba a dar vida sólo a una de las versiones de Satán pero todo parece indicar que no es así: “he oído que iba a interpretar a todas las versiones. Una de ellas debe haber sido una mujer en algún punto, pero cuando me pidió que me dejara crecer la barba me di cuenta de que no iba a ser así”.
Terrence Malick ha rodado tan solo cinco películas en 38 años. Y no solo eso, durante veinte años estuvo en completo silencio. Dirigió Malas tierras (1973) y Días del cielo (1978) y no volvió a ponerse detrás de una cámara hasta 1998 cuando filmó La delgada línea roja (1998).
A partir de este momento Malick ha ido contracorriente pero de una forma absolutamente radical y además consiguiendo que los actores se peleen por rodar con él.
Sus películas son cada vez más herméticas y complejas y aún así se puede permitir el lujo de rodar con estrellas como George Clooney, Colin Farrell, Brad Pitt, Ben Affleck, Javier Bardem, Christian Bale, Natalie Portman, Cate Blanchett o Ryan Gosling.
Malick es un espécimen único en el panorama de Hollywood. Es conocido por no conceder entrevistas, no entra al juego de Hollywood, no acude a galas ni actos sociales de la industria y detesta que le hagan fotos.
Pero sobre todo, Terrence Malick es un director singular porque aparte de no querer formar parte del juego de Hollywood es, probablemente el cineasta más estimulante que además cuenta con un gran presupuesto.
Sus películas son poemas. Hay que esforzarse por verlas porque no son fáciles. Los personajes hablan poco y en cambio las imágenes son apabullantes. Malick dice más con su cámara que con los diálogos y esto es a veces complicado de digerir.
Pero además, Terrence Malick es un filósofo vital. Su licenciatura en filosofía sin duda lo ayudó a discernir mejor la visión que del hombre y la existencia quería transmitir. Y lo hizo con su habitual parsimonia en los rodajes, sin que nadie le metiera prisa, poniendo en práctica probablemente su experiencia como profesor universitario.
Malick nos habla cómo espectadores formados, no como masa con bolsas de palomitas. Hay que partir de cierta predisposición pero también de cierta formación.
Malick cuenta sus historias a su modo sin contar con quien lo vaya a entender porque según él todo está en sus imágenes, por esta razón no le gusta conceder entrevistas.
Se ha dicho que Terrence Malick es un poeta pero yo creo que sobre todo es un místico del cine. Solo hay que escuchar a Brad Pitt, protagonista y productor de El árbol de la vida, hablar de Terrence Malick
“es un hombre increíblemente humilde […] estar junto a él es como ir a la Iglesia. Algunos domingos la misa puede ser ligera, pero tarde o temprano todo desemboca en los grandes temas, las grandes preguntas. Y lo genial es que jamás te sientes sermoneado, porque Terry es la persona más dulce que te puedas imaginar. Además, en su visión confluyen las ideas del Dios cristiano y la ciencia, una combinación muy interesante”