Los últimos meses han supuesto un cambio radical en la vida de millones de personas en el mundo. Nos hemos encontrado, de la noche a la mañana, amenazados por un coronavirus que por el momento es altamente letal. Esto nos ha llevado a una situación impensable: algunos estamos obligados a vivir en confinamiento por largo tiempo, otros han perdido el empleo, otros vuelven a la vida social pero con muchas medidas de precaución...
La mayoría hemos tenido que cambiar las rutinas de nuestra organización diaria: pasar al teletrabajo, redistribuir las tareas familiares, etc... sin desatender a personas -vecinos, ancianos, discapacitados- a los que -paradójicamente- no podemos acercarnos.
La vida se nos ha "complicado" extraordinariamente y la cabeza ha tenido que ponerse en marcha para hacer un multitasking contínuo: trabajo pero estoy alerta con los niños en la telescuela desde casa, consulto al médico los síntomas de un familiar que parece que está contagiado, gestiono los trámites para acogerme a las ayudas públicas, intento estar informado, hago la lista de la compra para un tiempo más largo de lo habitual...
Muchos habremos notado cierta resistencia al cambio.
Primero nos costó el confinamiento y ahora algunas personas presentan algo que los psicólogos denominan "el síndrome de la cabaña", que consiste en un miedo poco racionalizado a salir de casa. Es, en parte, un mecanismo de defensa.
Pero más allá del miedo a salir de casa, se encuentra el miedo global a lo que está por venir en nuestra vida, porque sabemos que muchas cosas han cambiado o van a cambiar.
Nos podemos preguntar:
La sensación de ser arrastrado por un oleaje que no controlo es muy negativa. Nos agota y provoca síntomas como el insomnio o el estrés porque crea incertidumbre acerca de nuestro futuro. Y nos entristece ver que no gobernamos nuestro presente. Hemos dejado de ser dueños de nuestro destino.
Cuando esto ocurre, vale la pena recordar la frase de Stephen Hawking:
"La inteligencia es la habilidad de adaptarse a los cambios".
La actitud más beneficiosa que puede darse ante los cambios que presentan una dificultad objetiva -como es el caso de la pandemia del coronavirus- es la de la flexibilidad.
La clave está en ser flexibles. Eso implica uan serie de pasos que encontrarás en la galería fotográfica o pasando a la página siguiente:
Hacer frente a la situación.
Dimensionar el problema.
Para no hacerlo más grande ni más pequeño de lo que realmente es.
Aplicar el sentido común.
Para calibrar cuáles son mis fuerzas.
Compartir el problema.
Con quien me quiere y me puede ayudar: mi esposa, mi esposo, mis padres, mis hijos adultos, mis hermanos, mis amigos...
Tener humildad.
Para pedir ayuda o consejo a quien sabe más, a un experto o a quien me quiere.
Aplicarme en la gestión de mi propia inteligencia.
Esto implica conocer cuáles son mis puntos fuertes y cuáles mis aspectos más débiles.
Ponerme manos a la obra, sin prisa pero sin pausa.
Establecer pasos y llevarlos a la práctica.
Hay una frase que se atribuye a Charles Darwin pero él nunca escribió. Dice así:
"Las especies que sobreviven no son las más fuertes ni las más rápidas ni las más inteligentes, sino aquellas que se adaptan mejor al cambio".
Es una atribución falsa que por años lleva circulando en las redes sociales.
Sin embargo, hay algo muy bueno en ella, y es que nos hace pensar en que no todo es fuerza ni rapidez, ni siquiera inteligencia, entendida solo como capacidad de pensar. Hay que desplegar también lo que Aristóteles llamaba "inteligencia práctica", que podríamos traducir por "saber desenvolverse en el mundo", "conocer las cosas para actuar con acierto".
Ante la crisis (económica y sanitaria, sobre todo, pero también es posible que familiar) que ha provocado el coronavirus, adaptarse al cambio es fundamental.
Cuando uno está dispuesto a cambiar, con más probabilidad encuentra fuerzas para salir de la dificultad y enfocarse hacia la jornada que tiene por delante.
Por ejemplo, mira los anuncios de empleo con más apertura hacia los trabajos que en un principio no le apetecen. O pone sentido del humor y alegría en situaciones que antes le chirriaban.
Estar dispuestos a adaptarnos es una cuestión personal y puede practicarse desde el minuto cero, sin necesidad de hacer un máster. Y es que posiblemente, para muchos de nosotros, el covid-19 sea un máster en la Universidad de la vida.