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Las 15 oraciones de santa Brígida para revivir la Pasión

PRAY
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Redacción de Aleteia - publicado el 23/07/20
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Tienen un gran poder cuando se rezan durante todo un año según una antigua devoción

Se dice que Jesús inspiró a santa Brígida de Suecia estas 12 oraciones con las que revivir su pasión y muerte en la cruz. Muchas personas las rezan durante un año seguido confiadas en que ayudan a la salvación.

Co-patrona de Europa, Brígida de Suecia, santa y mística del siglo XIV, tuvo muchas apariciones y revelaciones de Jesús y María. En ellas le habrían revelado apasionadas oraciones.

Primera  oración

¡Oh, Jesús mío! ¡Oh, Eterna Dulzura para los que Os amamos!
¡Oh, Gozo Supremo, que supera todo gozo y deseo!
¡Oh, Salvación y Esperanza nuestra!
Infinitas pruebas nos habéis dado de que vuestro mayor deseo
es estar siempre con nosotros,
y fue este Sublime Deseo, ¡oh, Bendito Amor!
el que os llevó a asumir la naturaleza humana.

¡Oh, Verbo Encarnado!
Recordad aquella Santa Pasión que abrazasteis por nosotros
para cumplir el Divino Plan de Reconciliación de Dios con su criatura.
Recordad, Señor, Vuestra Última Cena,
cuando rodeado de Vuestros discípulos y después de haberles lavado los pies,
les disteis Vuestro Precioso Cuerpo y Sangre.
Recordad también cuando tuvisteis que consolarlos
al anunciarles vuestra ya próxima Pasión.

Fue en el Huerto de los Olivos, ¡oh, Señor!
donde se escenificaron los peores momentos de vuestra Sagrada Pasión:
porque fuisteis invadido por la más infinita de las tristezas
y por la más dolorosa de las amarguras,
que Os llevaron a exclamar, lleno de Horror y de Angustia:
"¡Mi Alma está triste hasta la muerte!"...

Tres Horas duró Vuestra Agonía en aquel jardín,
y todo el Miedo, Angustia y Dolor que padecisteis allí ¡fueron tan grandes!
que os causaron sudar Sangre copiosamente.
Aquello escapaba a toda descripción,
hasta tal punto que sufristeis más allí que en el resto de Vuestra Pasión,
porque ante Vuestros Divinos Ojos desfilaron aquellas terribles visiones
de los pecados que se cometieron desde Adán y Eva hasta aquellos mismos instantes,
los pecados que se estaban cometiendo en aquellos momentos por toda la faz de la Tierra
y los que se cometerían en el futuro, ¡siglos enteros!,
hasta la consumación de los Tiempos.

Pero, ¡oh, Amor que todo lo vence!
a pesar de Vuestro Temor humano, así contestasteis a Vuestro Padre:
"¡No se haga mi voluntad, sino la Tuya!".
E inmediatamente Vuestro Padre envió a aquel Precioso Ángel para confortaros.
Tres veces orasteis, y al final llegó Vuestro discípulo traidor, Judas.
¡Cuánto os dolió aquello!

Fuisteis arrestado por el pueblo de aquella nación
que Vos mismo habíais escogido y exaltado.
Tres jueces os juzgaron, falsos testigos os acusaron,
cometiendo el acto más injusto de la historia de la Humanidad,
¡condenando a muerte a su Autor y Redentor!
¡a Aquel que venía a regalarnos la Vida Eterna!

Y os despojaron de Vuestras vestiduras y os cubrieron los ojos...
E inmediatamente aquellos soldados romanos comenzaron a abofetearos
y a llenaros de salivazos.
Golpes llovieron contra vuestro delicado cuerpo,
y os retaban a que les dijerais quién era el que os lo hacía.
De repente, aquella Corona de Espinas os la incrustaron,
mutilando vuestra cabeza de mala manera,
¡rompiendo carne, venas y nervios!
Y para completar la mofa a vuestra condición de Rey, os dieron un cetro:
una vulgar caña que colocaron en Vuestras Sagradas Manos.

¡Oh, Sublime Enamorado de nuestras almas!
Recordad también cuando os ataron a la columna.
¡Cómo os flageló aquella gente!...
No quedó lugar alguno en Vuestro Maravilloso Cuerpo
que no quedara destrozado bajo los golpes de los látigos.
Otro cuerpo humano hubiese muerto con menos golpes.
La escena era terrible: ¡huesos y costillas podían verse!
¡Cuánta furia desatada contra el Hombre-Dios!

¡Oh, Jesús mío!, en memoria de aquellos crueles Tormentos
que padecisteis por nosotros antes de la Crucifixión,
concededme, antes de morir, un verdadero arrepentimiento de mis pecados,
que pueda satisfacer por ellos, haga una santa Confesión,
Os reciba en la Santísima Eucaristía y, así alimentada mi alma,
pueda volar hacia Vos.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

Segunda oración

 ¡Oh, Salud y Alimento de mi alma, Libertad Verdadera de ángeles y santos!
¡Paraíso de Delicias!
Recordad el Horror y la Tristeza que sufristeis,
camino del lugar donde Os aguardaban una cruz, cuatro clavos y los verdugos,
cuando toda aquella turba se apretujaba a Vuestro Paso
y Os golpeaba e insultaba impunemente,
haciéndoOs víctima de las más espantosas crueldades.
Pero más Os dolía su ingratitud que los golpes que Os infligían,
pues era precisamente por ellos y por todo el Género Humano,
que llevabais aquella Cruz sobre Vuestros Hombros destrozados.

Por todos aquellos Tormentos y Ultrajes,
y por las blasfemias proferidas en contra de Vos,
Os ruego, ¡oh, Dueño de mi alma!, que me libréis de mis enemigos, visibles e invisibles,
y que bajo Vuestra Protección logre tal perfección y santidad
que merezca entrar con Vos en Vuestro Reino.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

Tercera oración

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

Cuarta oración

¡Oh, Divino Mártir de Amor!
¡Oh, Médico Celestial!
que Os dejasteis suspender en la Cruz
para que por Vuestras Heridas, las nuestras fueran curadas.
Recordad cada una de aquellas Heridas
y la tremenda debilidad de Vuestros Miembros,
que fueron distendidos hasta tal punto
que jamás ha habido dolor semejante al Vuestro.
Desde la Cabeza a los Pies erais todo Llaga, todo Dolor, todo Sufrimiento;
erais una masa rota y sanguinolenta.
Y aun así llegasteis, para sorpresa de Vuestros verdugos,
a suplicar a Vuestro Padre Eterno, Perdón para ellos diciéndoLe:
¡Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen!

¡Oh, Cristo Bendito!, en memoria de esta gran Misericordia que tuvisteis
-ya que muy bien pudisteis lanzar a todo aquel mundo malvado
a los abismos infernales con un solo Acto de Vuestra Poderosa Voluntad-,
por aquella tan grande Misericordia que superó a Vuestra Divina Justicia,
concededme una contrición perfecta y la remisión total de mis pecados,
desde el primero hasta el último, y que jamás vuelva a ofenderOs.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

Quinta oración

¡Oh, Jesús! ¡Oh, Esplendor de la Eternidad!
Recordad cuando contemplasteis en la Luz de Vuestra Divinidad
las almas de los predestinados,
que serían rescatados por los Méritos de Vuestra Sagrada Pasión.
También visteis a aquella tremenda multitud que sería condenada por sus pecados.
¡Cuánto Os quejasteis por ellos!
Os compadecisteis, ¡oh, Buen Jesús!, hasta de aquellos réprobos,
de aquellos desafortunados pecadores
que no se lavarían con Vuestra Sangre ni se alimentarían con Vuestra Carne Eucarística.

Por Vuestra Infinita Compasión y Piedad,
y acordándoOs de Vuestra Promesa al buen ladrón arrepentido,
al decirle que aquel mismo día estaría con Vos en el Paraíso,
¡oh, Salud y Alimento de nuestra alma!
Mostradme esta misma Misericordia en la Hora de mi muerte.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

Sexta oración

¡Oh, Rey muy amado y deseado por mi corazón!
AcordaOs del Dolor que sufristeis cuando,
desnudo y como un criminal común y corriente,
fuisteis clavado y elevado en la Cruz.
¡Cómo Os dolió ver que Vuestros familiares y amigos desertaban!
Pero allí estaba Vuestra Muy Amada Madre y Vuestro Discípulo Juan,
que permanecieron con Vos hasta Vuestro Último Suspiro,
no importando que su naturaleza humana desmayando estuviera.
Y, para colmo de Vuestro Inmenso Amor por nosotros,
nos hicisteis aquel Precioso Regalo: ¡nos disteis a María como Madre!
¡Cuánto Os debemos, Salvador nuestro, por este Sublime Regalo!
Solo tuvisteis que decir a María: “¡Mujer, he aquí a tu hijo!”,
y a Juan: “!He aquí a tu Madre!”

Os suplico, ¡oh, Rey de la Gloria!, por la Espada de Dolor
que entonces atravesó el alma de Vuestra Santísima e Inmaculada Madre,
que Os compadezcáis de mí en todas mis aflicciones y tribulaciones,
tanto corporales como espirituales,
y que me asistáis en cada prueba, especialmente en la Hora de mi muerte.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

Séptima oración

¡Oh, Rey de Reyes! ¡Fuente de Compasión que jamás se agota!
Recordad cuando sentisteis aquella tremenda Sed por las almas,
que Os llevó a exclamar desde la Cruz: "¡Tengo Sed!".
Sí, no solamente teníais Sed física,
sino Sed insaciable por la Salvación de la Raza Humana.

Por este gesto de Amor por nosotros,
Os ruego, ¡oh, Prisionero de nuestro amor!
que inflaméis mi corazón con el deseo de tender siempre hacia la perfección
en todos mis actos,
que extingáis en mí la concupiscencia de la carne y los deseos de placeres mundanos.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

Octava oración

¡Oh, constante Dulzura nuestra! ¡oh, Deleite diario de nuestro espíritu!
Por el sabor tan amargo de aquella hiel y vinagre
que Os dieron a probar en lugar de agua, para aplacar vuestra sed física,
Os suplico que aplaquéis mi sed
por Vuestra Vivificadora Sangre y mi hambre por Vuestra Redentora Carne,
ahora y siempre, y que no me falten en la Hora de mi muerte.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

Novena oración

¡Oh, Jesús, Virtud Real y Gozo del alma!
AcordaOs del Dolor que sentisteis, sumergido en un Océano de Amargura,
al acercarse la Muerte.
Insultado y ultrajado por Vuestros verdugos,
clamasteis en alta voz que habíais sido abandonado por Vuestro Padre Celestial, diciéndoLe: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.
Por aquella Angustia que padecisteis en aquellos momentos finales de Vuestra Pasión,
Os ruego, ¡oh, nuestro Salvador!
que no me abandonéis durante los terrores y dolores de mi muerte.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

Décima oración

¡Oh, Jesús!, que sois Principio y Fin de todo lo creado, Virtud, Luz y Verdad,
acordaos de que por causa nuestra fuisteis sumergido en un Abismo de Penas,
sufriendo Dolor en todo Vuestro Santísimo Cuerpo.
En consideración a la enormidad de tanta Llaga que Os hicimos los hombres,
enseñadme a guardar por puro amor a Vos todos Vuestros Mandamientos,
que son Camino de Vuestra Ley Divina,
amplio y agradable para aquellos que Os aman.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

Undécima oración

¡Oh, Jesús mío, Abismo Insondable de Misericordia!
Os ruego, en memoria de Vuestras Heridas,
las cuales penetraron hasta la Médula de Vuestros Huesos
y hasta lo más profundo de Vuestro Ser,
¡que me apartéis para siempre del pecado!
¡Que no Os ofenda más!
Reconozco con bochorno que soy un miserable pecador
y que Os he ofendido ¡tantas veces! que temo que Vuestra Divina Justicia me condene.

No obstante, acudo presuroso a Vuestra Misericordia Infinita
para que me escondáis urgentemente en Vuestras Preciosas Llagas.
Y así, ocultado de Vuestro indignado Rostro,
pueda Vuestro Amante Corazón una vez más
lavar mis culpas con Vuestra Sangre Liberadora.
De esa forma, Redentor nuestro,
Vuestro Enojo e Indignación cesarán de inmediato. ¡Gracias, Señor!

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

Duodécima oración

¡Oh, Jesús, Eterna Verdad, Símbolo de la Perfecta Caridad y de la Unidad!
Os suplico que Os acordéis de aquella multitud de laceraciones,
de aquellas horribles Heridas que Os hicimos la Humanidad pecadora que queríais salvar. Estabais hecho un guiñapo humano, enrojecido por Vuestra propia Sangre.
¡Qué inmenso e intenso Dolor padecisteis en Vuestra Carne Virginal por Amor a nosotros! ¡Oh, Dulzura Infinita!
¿Qué podéis hacer que no hayáis ya hecho por nosotros?
Nada falta, todo lo habéis cumplido.

Ayudadme, ¡oh, Señor!, a tener siempre presente ante los ojos de mi espíritu
un fiel recuerdo de Vuestra Pasión,
para que el Fruto de Vuestros Sufrimientos se vea continuamente renovado en mi alma
y para que Vuestro Amor se agrande en cada momento más y más en mi corazón,
hasta que llegue aquel Feliz Día en que Os vea en el Cielo y sea Uno con Vos,
que sois el Tesoro y Suma Total de todo gozo y bondad.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

Décimo tercera oración

¡Oh, Dulce Consuelo de mi alma, Maravilloso Liberador, Rey Inmortal e Invencible! Recordad cuando, inclinando Vuestra Adorable Cabeza,
toda desfigurada por los golpes, la Sangre y el polvo del camino, exclamasteis:
"Todo está consumado"...
Toda Vuestra Fuerza, mental y física, se agotó completamente.

Por este Gran Sacrificio y por las Angustias y Tormentos que padecisteis antes de morir,
Os ruego, ¡oh, Buen Jesús!, que tengáis Misericordia de mí en la Hora de mi muerte, cuando mi mente esté tremendamente perturbada
y mi alma sumergida en inquietudes y angustias.
Que no tema nada, que Os tenga a Vos a mi lado y dentro de mi ser.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

Décimo cuarta oración

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

Décimo quinta oración

Oración final

¡Oh, Dulce Jesús!,
herid mi corazón a fin de que mis lágrimas de amor y penitencia
me sirvan de pan, día y noche.
Convertidme enteramente, ¡oh, mi Señor!, a Vos.
Haced que mi corazón sea Vuestra Habitación Perpetua
y que mi conversación Os sea agradable.
Que el fin de mi vida Os sea de tal suerte loable
que, después de mi muerte, pueda merecer Vuestro Paraíso
y alabarOs para siempre en el Cielo con todos Vuestros Santos.

Amén.

Sea por siempre bendito y alabado Jesús, que con Su Sangre nos redimió. (Tres veces)

Además de estas oraciones, santa Brígida habría recibido de Jesús otro grupo de oraciones de para rezar durante  12 años, y de la Virgen María la devoción diaria de sus Siete Dolores.

Algunos creen que Jesús prometió a santa Brígida unos determinados bienes espirituales a quienes recen estas oraciones, aunque estas promesas no están aprobadas por la Iglesia católica.

 

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