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La clave de lectura de Fratelli Tutti: el llamado a construir la fraternidad humana

RAFAEL LUCIANI
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Jaime Septién - publicado el 11/10/20
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Claves de Rafael Luciani, uno de los mejores conocedores del pensamiento de FranciscoLa nueva encíclica del Papa Francisco puede atemorizar a muchos lectores por su extensión, la enorme variedad de temas, la profundidad con la que son tratados y el lenguaje, un lenguaje que se distancia mucho de las encíclicas recientes, digamos de San Juan Pablo II o Benedicto XVI.

Valdría decir, un lenguaje plenamente identificado con América Latina, con las luchas sociales del continente y también por una teología que surge de las entrañas del catolicismo del pueblo, esperanzador, nuevo e inclusivo.

En opinión de Rafael Luciani, miembro experto del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y profesor del Boston College, la nueva encíclica se inscribe en el segundo de los dos ejes (el eclesiológico y el social) que se pueden identificar a lo largo de los siete años y medio del pontificado de Papa Francisco.

El primero, el eje eclesiológico, está conformado por Evangelii gaudium (2013), el discurso durante la Conmemoración de los cincuenta años de la institución del Sínodo de los Obispos (2015) y la Constitución Apostólica Episcopalis Communio (2018). El segundo eje, social, está conformado por Laudato Sì (2015), el Documento sobre la Fraternidad Humana, por la paz mundial y la convivencia común (2019), y la nueva Encíclica Fratelli Tutti, sobre la fraternidad y la amistad social (2020).

Para Luciani, si el primer eje “nos invitó a pensar en la reforma de la Iglesia a la luz de las conversiones pastoral y la sinodal, en este segundo se nos llama a una conversión integral de la Iglesia como Pueblo de Dios en medio de los muchos pueblos y sus culturas, en sintonía con Gaudium et spes y Evangelii nuntiandi”.

Al penetrar en el extenso texto que compone Fratelli Tutti, Luciani describe una clave de lectura que permite recoger todo el magisterio de Francisco. “Se trata del llamado a construir la fraternidad humana”. Como explica Francisco, “las cuestiones relacionadas con la fraternidad y la amistad social han estado siempre entre mis preocupaciones”.

En efecto, durante los últimos años el Papa Francisco se ha referido a ellas reiteradas veces y en diversos lugares. “Quise recoger en esta encíclica muchas de esas intervenciones situándolas en un contexto más amplio de reflexión” (Fratelli Tutti 5), porque “en el hermano está la permanente prolongación de la Encarnación para cada uno de nosotros” (Evangelii gaudium 179).

Al inicio de su pontificado, en su primera Bendición Urbi et Orbi, el 13 de marzo 2013, el Papa se refirió a la fraternidad en los siguientes términos: “ahora comenzamos este camino: Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad”, recordó Luciani en una colaboración especial para Aleteia

Las relaciones fraternas han de inspirar el modelo de una Iglesia Pueblo de Dios en el que todos somos fieles por igual: Papa, Obispos, Clero, Religiosos/as, Laicado. Este es el signo más auténtico de una Iglesia en salida a la que nos invitó Evangelii Gaudium (EG 179), porque implica una “salida de sí hacia el hermano”.

Según el profesor del Boston College, Francisco retoma hoy, en Fratelli Tutti (FT 1), este llamado para presentarlo como un horizonte y un modo como la Iglesia debe vivir su misión en el mundo, en el marco de “una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá́ de la cercanía física, más allá́ del lugar del universo donde haya nacido o donde habite” (FT 1).

Este es un concepto que resuena en el pensamiento del teólogo jesuita Karl Rahner, cuando escribió, en 1981, su libro *Amor a Jesús, amor al hermano*, y habló de esta noción de “fraternidad abierta”. Luciani subraya que “este debe ser el modo propio de una comunidad cristiana que, inserta en el mundo, está llamada a ser signo de un amor universal que la haga salir de sus propios miembros y creencias, para abrazar al otro, a todas las alteridades de este mundo”.

De este modo, la vocación cristiana está llamada siempre a construir vínculos sociales, porque “el amor que se extiende más allá de las fronteras tiene en su base lo que llamamos amistad social en cada ciudad o en cada país” (FT 99).

A la luz de este concepto se busca un cristianismo que supere el asistencialismo y la filantropía, pero que también vaya más allá de la mera solidaridad, porque, como explicó en su mensaje a Margaret Archer, Presidenta de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, en el 2017, “mientras que la solidaridad es el principio de la planificación social que permite a los desiguales llegar a ser iguales, la fraternidad permite a los iguales ser personas diversas”.

En ese mismo discurso Archer subrayó: “La fraternidad permite a las personas que son iguales en su esencia, dignidad, libertad y en sus derechos fundamentales, participar de formas diferentes en el bien común de acuerdo con su capacidad, su plan de vida, su vocación, su trabajo o su carisma de servicio (…). De hecho, el protocolo por el cual seremos juzgados será el de la hermandad: «Lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, lo hicisteis a mí» (Mt 25,40)”.

Rafael Luciani apunta que ante el panorama mundial que describe la Encíclica en su capítulo 1, Francisco no pretende dar soluciones mágicas, sino poner una cuestión abierta, que cada quien debe discernir y responder: “«La voz de Dios, no sólo a cada uno de nosotros, sino a toda la humanidad, pregunta; “¿Dónde está tu hermano? ¿Dónde está tu hermana?». Y nuestra respuesta es: «Yo sé dónde están los que son bombardeados allá, que son expulsados de allí, pero estos no son hermanos, he destruido el vínculo»” (Francisco, Misa matutina en la capilla de la Domus Sanctae Marthae sobre la historia de Caín y Abel, 13 de febrero de 2017).

Cabe, pues, rescatar el valor de lo humano y de cada ser humano concreto, “percibir cuánto vale un ser humano, cuánto vale una persona, siempre y en cualquier circunstancia” (FT 106), termina diciendo en su colaboración el experto y asesor de CELAM.

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