Billy Moore tenía 22 años. Era técnico del ejército y vivía una situación familiar compleja, muy compleja. Su mujer le había echado de casa y debía cuidar de su hijo de cuatro años. Un buen día recibió la visita de un amigo y le contó que un anciano Fred Stapleton guardaba 30.000 dólares. Él y su amigo lo vieron claro…consiguieron una pistola y fueron a atracarle. Intentaron entrar en su casa, pero no pudieron. Billy volvió de nuevo y esta vez sí que consiguió entrar.
El lugar estaba oscuro y de repente oyó una puerta. Sintió que una pistola le apuntaba. Oyó un disparo…lo esquivó como pudo e instintivamente disparó. Stapleton cayó muerto por ese disparo. Billy iba sólo a robar pero el robo se le fue de las manos.
Tras tres horas de audiencia, Billy Moore confesó y con un único juez y sin jurado fue recluido en el corredor de la muerte. Sólo debía esperar a que le llevaran a la silla eléctrica.
Esperando su destino descubrió los nombres y las direcciones de los familiares de la víctima. Les escribió para pedirles perdón. Eran cristianos… y le perdonaron. Comenzó una conversación epistolar en la que le pidieron que cambiara y orientara su vida hacia el Bien.
Billy lo hizo. Estudió Derecho y Teología. Pasó 17 años en el Corredor de la Muerte. Durante ese tiempo 14 compañeros suyos fueron ejecutados. Llegó a tener fecha, incluso hora exacta. 7 horas antes se retrasó su ejecución. Muchos personajes de la época mediaron para salvarle. Jesse Jackson, la Madre Teresa o el Padre Jesuita John Dear. Finalmente consiguió salir del corredor de la muerte. Ya no era la misma persona. Ya no era ese joven desdichado y alocado de 22 años. Había cambiando.
Ofrece su testimonio
En testimonios que Billy está ofreciendo por todo el mundo lo recuerda: “Todo lo de allí dentro recuerda a la muerte: en la ropa está grabado corredor de la muerte, los guardias no llaman por el nombre, sino que emplean la expresión death row inmate (preso del corredor de la muerte). Sólo se puede intentar sobrevivir. Gracias a Dios que durante mi detención en la cárcel normal alguien me había hablado de Jesús y esto cambió por completo la perspectiva de mi vida”.
Su experiencia y el saber la fecha exacta de su muerte impresiona: “El 21 de mayo de 1984 fue llevado a la oficina del capitán y le entregaron la orden de ejecución con la fecha del 24 de mayo, a media noche. El capitán me invitó a leer el documento, me preguntó si lo había entendido y me dijo que firmara. Posteriormente añadió: ¿Qué quieres que hagamos con tu cuerpo? Se lo podemos entregar a tu familia o bien te podemos enterrar en el cementerio de la cárcel”.
El caso de Billy Moore hace pensar. Desde la Comunidad de Sant Egidio quieren mostrar su testimonio y ofrecer una perspectiva diferente: “incluso quien es culpable, como reo confeso al igual que él, puede salir del corredor de la muerte tras un itinerario adecuado de rehabilitación”.
Así lo explican en su página web: “Billy, cuando salió del corredor de la muerte, ya no era el hombre desesperado de 22 años de antes, sino que era otra persona, un apreciado predicador de la Iglesia Pentecostal que desempeñaba su apostolado entre los presos y los condenados a muerte. Hoy Billy Moore recorre el mundo hablando de paz y tratando de convencer a los líderes políticos para que inviertan más en las zonas urbanas deprimidas, donde el crimen seduce principalmente a los jóvenes, como era él. Rehizo su vida, se volvió a casar, tiene tres hijas y mucha esperanza en el futuro para continuar su trabajo, ayudar a los demás y salvar a los jóvenes de una vida violenta”.
La de Billy es una experiencia única y el sentimiento de culpa por lo que hizo no le abandona: “No olvido nunca lo que he hecho, dice, lo llevo siempre conmigo, pero precisamente por esto lucho contra la pena de muerte y muestro a los jóvenes la importancia de tomar decisiones justas. Tengo el deber de devolver lo que he tenido y lo hago ayudándoles a ser mejores”.