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Descubre a Luisa Roldán, la escultora del Barroco

LUISA ROLDAN
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Sandra Ferrer - publicado el 02/11/20
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Detrás de muchas piezas de imaginería religiosa barroca se esconde el genio de una de las artistas más brillantes del arte español

A lo largo de los siglos XVII y XVIII, la Contrarreforma utilizó el arte para transmitir a la sociedad su visión del mundo, de la piedad y la religiosidad.

Muchos grandes pintores y escultores se pusieron al servicio de la Iglesia para plasmar en sus obras de arte algunos de los momentos clave de la historia sagrada haciéndolo con una intensidad nunca antes conocida.

Entre todos estos genios despuntó una mujer cuya obra no siempre se ha podido identificar como propia debido a las dificultades que las mujeres tuvieron en aquellos tiempos para reivindicar su papel como artistas.

Aún así, Luisa Roldán, conocida como La Roldana, demostró una tenacidad inusitada y nunca se rindió. Incluso cuando llegó a temer por su propia existencia, hundida en la más absoluta pobreza.

La historia de Luisa Roldán empieza en Sevilla, en septiembre de 1652. La quinta de los doce hijos del escultor Pedro Roldán y su esposa Teresa de Jesús Mena, Luisa creció rodeada de cinceles, yesos, arcillas y pinturas.

Su padre se ganaba la vida en uno de los talleres más prestigiosos de la ciudad andaluza, lugar al que Luisa y algunos de sus hermanos y hermanas acudían asiduamente no solo a revolotear, también a ayudar a su padre y sus trabajadores.

Con el tiempo, Pedro Roldán se dio cuenta del talento que escondían las jóvenes manos de su hija Luisa y la convirtió en una de sus ayudantes. Así, primero como aprendiz, la futura escultora empezó a colaborar con su padre, llegando incluso a participar con sus propias manos en alguna de las obras principales del escultor sevillano.

LUISA ROLDAN

Public domain

El entierro de Cristo (1701). Terracota policromada. Museo Metropolitano de Arte. Nueva York

Padre e hija mantuvieron una magnífica relación paterno-filial y profesional durante años. Sin embargo, cuando Luisa decidió casarse con un escultor llamado Luis Antonio Navarro de los Arcos,  todo cambió.

Se desconocen las razones por las cuales Pedro Roldán se negó a aquella unión pero lo cierto es que tras la accidentada boda entre Luisa y Luis Antonio en 1671, que provocó incluso un altercado legal con alguacil y juez incluidos, la joven escultora abandonaría el taller familiar.

Aunque es posible que tiempo después se reconciliara con su padre y llegara a colaborar esporádicamente con él, a partir de entonces, Luisa Roldán seguiría su propio camino.

Los recién casados se instalaron durante un tiempo en Sevilla abriendo su propio taller en el que no sabemos exactamente cuántas obras realizó Luisa puesto que los contratos los firmaba su marido. Tiempo después se trasladaban a vivir a Cádiz donde los encargos no dejaron de llegar y la reputación de la escultora empezó a expandirse por toda la zona.

Las hermosas piezas realizadas por La Roldana plasmaban con delicadeza e intensidad a Jesús, la Virgen María, santos, en obras de gran tamaño o en exquisitos belenes. Sus esculturas empezaron a ser habituales en Iglesias y cofradías, poniendo su genio al servicio de la Iglesia.

LUISA ROLDAN

Sailko-CC BY 3.0

Luisa Ignacia Roldán, Maria Magdalena, 1695 ca

En una fecha indeterminada alrededor de 1689, la pareja y sus hijos se trasladaron a vivir a Madrid. Al parece, Luisa tenía un objetivo claro, convertirse en escultora real. Antes de conseguirlo, la pareja se ganó la vida recibiendo pequeños encargos privados.

El 15 de octubre de 1692, Luisa Roldán fue nombrada escultora de cámara del rey Carlos II. Dicho nombramiento le reportó trabajo y prestigio pero no le permitió llevar una vida holgada. A duras penas recibía los exiguos pagos de palacio que llevaron a la pareja a tener que vivir en condiciones muy precarias.

Luisa reclamó ayuda primero al rey y después a la reina Mariana pero nunca consiguieron mantener una situación estable. Además, Luisa llevaba el peso de la casa pues su marido no era tan buen escultor como ella y tuvo que buscarse otros trabajos para poder sobrevivir.

LUISA ROLDAN

Alfileritos-CC BY-SA 3.0

Ntra Sra de la Soledad, Puerto Real (Cádiz) obra de Luisa Ignacia Roldán, La Roldana en 1688

Tras la muerte del último Austria, Luisa Roldán fue testigo del turbulento cambio de dinastía.

Con la llegada de Felipe V al poder volvió a solicitar el puesto de escultora de Cámara que recuperó en 1701. Desde entonces y hasta su muerte, Luisa continuó trabajando.

A lo largo de todos aquellos años había dado a luz a siete hijos y había visto morir a cuatro de ellos mientras continuaba esculpiendo sin descanso piezas que terminarían convirtiéndose en obras de arte expuestas por todo el mundo.

Días antes antes de morir, el 10 de enero de 1706, Luisa Roldán hizo una declaración de pobreza. Dejaba este mundo en la más absoluta de las miserias, pero su genio le dio el lugar en la historia que merecía como la primera escultora española reconocida.

Su arte dio vida a bellísimas escenas de la historia sagrada que hoy en día se pueden contemplar en lugares como El Escorial o la Catedral de Santiago de Compostela. Sus ángeles, Cristos, vírgenes y santos mantienen viva la memoria de La Roldana.

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