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Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa

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Patricia Navas - publicado el 18/11/20
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La noche del 18 de Julio de 1830 santa Catalina Labouré descubrió algo que ha impactado en la vida de millones de personas

La noche entre el 18 y el 19 de julio del año 1830, la joven religiosa Catalina vivió una experiencia espiritual con la Virgen María que calificó como el momento más dulce de su vida.

A partir de ahí, quien después de convertiría en santa Catalina Labouré llevó a cabo una tarea que ha dado frutos extraordinarios: acuñar la llamada "Medalla Milagrosa" y ofrecérsela al mundo.

Millones de personas la han llevado y la llevan encima seguros de su protección. Existe una devoción muy extendida: la novena a la Medalla Milagrosa. ¿La conoces?

Oración preparatoria (para todos los días)

Virgen y Madre lnmaculada, mírame con misericordia, vengo a Ti con gran confianza y amor, a pedir tu maternal protección, y a darte gracias por el gran regalo celestial de tu bendita Medalla Milagrosa.

Día primero

En una medianoche, el 18 de julio de 1830, te apareciste, Virgen María, a santa Catalina Labouré, Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl.

Le hablaste de las desgracias y calamidades del mundo con mucha pena y compasión. ¡Cómo nos amas, Madre del Cielo! ¡Cómo sientes las penas de cada uno de tus hijos!

Que tu recuerdo y tu medalla, Virgen Milagrosa, sean alivio y consuelo de todos los que sufren y lloran en soledad.

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes! Y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, ¡oh Madre de Dios!, mis humildes súplicas, antes bien, inclinad a ellas vuestros oídos y dignaos atenderlas favorablemente.

Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.

Señor Dios nuestro, que por la lnmaculada Virgen María, tan unida a tu Hijo, nos permites alegrarnos con la abundancia de tu bondad:
Concédenos que apoyados en su maternal auxilio, siempre recibamos tu amor providente, y que con fe libre, nos sometamos al misterio de tu redención.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Día segundo

En tu primera aparición, Virgen Milagrosa, enseñaste a santa Catalina la manera cómo portarse en las penas y sufrimientos que se acercaban. Tú le decías:

¡Venid al pie de este altar! Aquí se distribuirán las gracias sobre cuantas personas las pidan con confianza y fervor, sobre grandes y pequeños.

Que tú, Virgen de la Santa Medalla, y Jesús del Sagrario sean siempre luz, fortaleza y guía de nuestra vida.

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes! Y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, ¡oh Madre de Dios!, mis humildes súplicas, antes bien, inclinad a ellas vuestros oídos y dignaos atenderlas favorablemente.

Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.

Señor Dios nuestro, que por la lnmaculada Virgen María, tan unida a tu Hijo, nos permites alegrarnos con la abundancia de tu bondad:
Concédenos que apoyados en su maternal auxilio, siempre recibamos tu amor providente, y que con fe libre, nos sometamos al misterio de tu redención.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Día tercero

En tus confidencias, Virgen Milagrosa, le dijiste a Sor Catalina:

Acontecerán no pequeñas calamidades. El peligro será grande. Llegará un momento en que todo se creerá perdido. Entonces yo estaré con vosotros: ¡Tened confianza!

Ayúdame, Madre, a refugiarme en Ti, con la seguridad de tu presencia y tu protección, especialmente en los momentos difíciles.

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes! Y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, ¡oh Madre de Dios!, mis humildes súplicas, antes bien, inclinad a ellas vuestros oídos y dignaos atenderlas favorablemente.

Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.

Señor Dios nuestro, que por la lnmaculada Virgen María, tan unida a tu Hijo, nos permites alegrarnos con la abundancia de tu bondad:
Concédenos que apoyados en su maternal auxilio, siempre recibamos tu amor providente, y que con fe libre, nos sometamos al misterio de tu redención.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Día cuarto

El 27 de noviembre por la tarde, ese mismo año 1830, bajaste de nuevo del cielo para manifestarte a santa Catalina Labouré.

En una actitud de profunda oración, quita, de pie, entre resplandores de gloria, sostenías en tus manos una pequeña esfera. Después, sin dejar de apretar la esfera contra tu pecho, miraste a sor Catalina para decirle:

Esta esfera representa al mundo entero... y a cada persona en particular.

Como el hijo pequeño en brazos de su madre, así estamos nosotros en tu regazo, María, muy cerca de tu Corazón Inmaculado. ¿Podría encontrarse un sitio más seguro?

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes! Y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, ¡oh Madre de Dios!, mis humildes súplicas, antes bien, inclinad a ellas vuestros oídos y dignaos atenderlas favorablemente.

Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.

Señor Dios nuestro, que por la lnmaculada Virgen María, tan unida a tu Hijo, nos permites alegrarnos con la abundancia de tu bondad:
Concédenos que apoyados en su maternal auxilio, siempre recibamos tu amor providente, y que con fe libre, nos sometamos al misterio de tu redención.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Día quinto

De tus manos, María Milagrosa, como de una fuente luminosa, brotaban en cascada rayos de luz. Y tú explicaste:

Es el símbolo de las gracias que Yo derramo sobre cuantas personas me las piden.

Santa Catalina comprendió entonces lo mucho que te gustan agradan las peticiones que te hacemos, y el poder con el que las atiendes.

Tú, Virgen Milagrosa, eres la Madre de la divina gracia. Tú quieres confirmar y afianzar nuestra fe en tu poderosa intercesión. ¿Por qué no acudir entonces a ti en todas nuestras necesidades?

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes! Y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, ¡oh Madre de Dios!, mis humildes súplicas, antes bien, inclinad a ellas vuestros oídos y dignaos atenderlas favorablemente.

Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.

Señor Dios nuestro, que por la lnmaculada Virgen María, tan unida a tu Hijo, nos permites alegrarnos con la abundancia de tu bondad:
Concédenos que apoyados en su maternal auxilio, siempre recibamos tu amor providente, y que con fe libre, nos sometamos al misterio de tu redención.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Día sexto

Como marco de gloria aureolando tu imagen, sor Catalina vio aparecer unas letras de oro que decían:

¡Oh, María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti!

Y enseguida la joven oyó una voz que recomendaba llevar la medalla y repetir a menudo esa breve oración, y prometía gracias especiales a los que así lo hiciesen.

¡Qué medio tan sencillo de asegurarnos en todo momento tu favor, Virgen Santísima!

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes! Y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, ¡oh Madre de Dios!, mis humildes súplicas, antes bien, inclinad a ellas vuestros oídos y dignaos atenderlas favorablemente.

Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.

Señor Dios nuestro, que por la lnmaculada Virgen María, tan unida a tu Hijo, nos permites alegrarnos con la abundancia de tu bondad:
Concédenos que apoyados en su maternal auxilio, siempre recibamos tu amor providente, y que con fe libre, nos sometamos al misterio de tu redención.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Día séptimo

Señora nuestra, tú ordenaste a Sor Catalina que se acuñara una medalla según el modelo que Tú misma le habías diseñado.

Después le dijiste:

Cuantas personas la lleven, recibirán grandes gracias que serán más abundantes de llevarla al cuello y con confianza.

Esta es la Gran Promesa de la Medalla Milagrosa... Gracias por tanta bondad... Que escudemos nuestro pecho con la medalla que es prenda segura de tu protección.

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes! Y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, ¡oh Madre de Dios!, mis humildes súplicas, antes bien, inclinad a ellas vuestros oídos y dignaos atenderlas favorablemente.

Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.

Señor Dios nuestro, que por la lnmaculada Virgen María, tan unida a tu Hijo, nos permites alegrarnos con la abundancia de tu bondad:
Concédenos que apoyados en su maternal auxilio, siempre recibamos tu amor providente, y que con fe libre, nos sometamos al misterio de tu redención.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Día octavo

Fueron tantos y tan grandes los milagros obrados en tantos lugares por la nueva medalla (cambios interiores de personas golpeadas por el odio, curación de enfermos desahuciados, hechos maravillosos de todas clases,...) que la gente empezó a llamarla medalla de los milagros, medalla milagrosa. Y así se difundió rápidamente por todo el mundo.

Desearía, Madre, recibir las gracias que quieres regalarme, y darlas a conocer.

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes! Y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, ¡oh Madre de Dios!, mis humildes súplicas, antes bien, inclinad a ellas vuestros oídos y dignaos atenderlas favorablemente.

Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.

Señor Dios nuestro, que por la lnmaculada Virgen María, tan unida a tu Hijo, nos permites alegrarnos con la abundancia de tu bondad:
Concédenos que apoyados en su maternal auxilio, siempre recibamos tu amor providente, y que con fe libre, nos sometamos al misterio de tu redención.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Día noveno

Las apariciones de la Virgen de la Medalla Milagrosa son una de las pruebas más exquisitas de tu amor maternal y misericordioso.

Ayúdame, Madre, a responder a tu amor. Decía san Juan Berchmans:

Si amo a María tengo asegurada mi eterna salvación.

Como santa Catalina, déjame, María, vivir cada día tu amor y tu devoción.

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes! Y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, ¡oh Madre de Dios!, mis humildes súplicas, antes bien, inclinad a ellas vuestros oídos y dignaos atenderlas favorablemente.

Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.

Señor Dios nuestro, que por la lnmaculada Virgen María, tan unida a tu Hijo, nos permites alegrarnos con la abundancia de tu bondad:
Concédenos que apoyados en su maternal auxilio, siempre recibamos tu amor providente, y que con fe libre, nos sometamos al misterio de tu redención.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Oración de nueve días basada en la novena a Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa publicada por webcatolicodejavier

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