“La rutina diaria es para los niños lo que las paredes son para una casa, les da fronteras y dimensión a la vida. La rutina establecida da una sensación de seguridad, da un sentido de orden” (R. Driekurs, 2003).
La forma de organizar el tiempo y la manera de relacionarnos con el espacio son muy importantes en nuestra vida diaria. Los niños necesitan gozar de unas rutinas y hábitos para poder sentirse seguros en su entorno. Las rutinas nos ayudan a establecer horarios y, además, garantizan un buen equilibrio entre las actividades. Por lo tanto, ayudan al niño a desarrollarse a nivel físico y emocional.
Es bueno implementar hábitos y rutinas desde temprana edad, pues ayudan a formar el carácter, dan seguridad reduciendo el nivel de incertidumbre, aumentan la autonomía y la confianza, mejoran la capacidad de organización… Además, son muy útiles para algo tan importante como son la convivencia y la cooperación en casa, pues evitan enfados y tensiones innecesarias.
Las rutinas ayudan a los niños en el difícil cometido de aprender a gestionar mejor los cambios de tarea y a adaptarse a las diferentes situaciones. Además, contribuyen a interiorizar la existencia de unas normas que deben respetarse. Todo ello irá, poco a poco, conformando su sujeto interior.
La oración, la alimentación saludable, el orden en el sueño y la higiene son los primeros hábitos que tienen que aprender los niños. Durante los primeros años de vida, los padres tenemos un papel primordial en fomentar las rutinas y hábitos que acompañarán a nuestros hijos a lo largo de toda su vida.
¿Cómo establecer rutinas?
-Utiliza una agenda o una pizarra que el niño pueda ver. Elige un lugar visible de la casa para colocarlo y para que sea posible completarlo juntos.
-Explícale cada actividad antes de que se realice. Las actividades pueden ir acompañadas de dibujos, pegatinas o colores para que resulten más fácilmente identificables a los ojos del niño.
-Planifica la semana de lunes a domingo. El fin de semana puede ser un buen momento para evaluar los logros de la semana ya concluida, establecer los nuevos compromisos y rehacer o reforzar los puntos débiles.
-Establece horarios para cada actividad y marca su tiempo. En muchas ocasiones, resulta conveniente que ciertas actividades vayan marcadas por el tiempo. Nos podemos apoyar en relojes convencionales o en relojes de arena especiales para niños. La ventaja del uso de relojes de arena con distinta duración y de diferentes colores, es que los niños pueden asociar colores a diferentes situaciones.
-Establece reglas cortas, claras y concisas. Las normas tienen que ser bien comprendidas por parte del niño, para que entienda que es lo que tiene que hacer.
-Escucha y dialoga con los niños para empatizar. Cada niño es único y por ello debemos atender y escuchar a nuestros hijos. También tendremos que explicarles las normas establecidas. No todos los niños tienen el mismo ritmo: las rutinas que les propongamos deben adecuarse a su edad y personalidad. Además, si nuestros hijos empatizan con nosotros y captan la importancia de cumplir con las rutinas, comenzarán a realizarlas por sí solos sin que se lo tengamos que repetir una y mil veces.
-Se constante. Para que los hábitos funcionen, debemos ser constantes y estables: nosotros también necesitamos organización. Las rutinas ayudan a largo plazo en la familia. Proporcionan tranquilidad y seguridad. Una vez que se ha establecido una rutina, es necesario hacer un seguimiento de ella y, en caso de que no se cumpla, recordar a nuestros hijos cuáles eran sus compromisos. De esta manera, nuestros hijos acrecentarán la virtud de ser perseverantes y responsables.
A través de las rutinas y los hábitos, conseguiremos niños seguros, que acepten los límites y que tengan un perfecto y organizado conocimiento de su entorno. Esto evitará futuros problemas de conducta.
La adquisición de hábitos y rutinas en la infancia fomenta la automatización de pautas y hace que, con el tiempo, esos hábitos se conviertan en valiosas virtudes que nos acompañarán a lo largo de nuestra vida.