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La humildad de Carlos de Foucauld y el misterio de Nazaret

BŁ. KAROL DE FOUCAULD
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Jose Luis Vázquez Borau - publicado el 02/05/21
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La ciudad donde Jesús creció no es sólo preparación, sino ya salvación cuando Dios asume por amor compartir la pobreza con sus hijos

De entre los muchos aspectos que se podrían resaltar de Carlos de Foucauld, uno me parece esencial para la Iglesia de hoy: NAZARET.

La Gran Iglesia no crecerá si ignora que sus raíces están escondidas en la atmósfera de Nazaret.

Será Carlos de Foucauld quien, en busca del “último lugar”, durante su peregrinación a Tierra Santa, descubrió Nazaret, y fue el lugar que más le llamó la atención:

Quería seguir a Jesús silencioso, pobre y trabajador. Quería cumplir al pie de la letra la palabra de Jesús:

Sabía que Jesús mismo había dado la explicación de esta palabra viviéndola primero; sabía que, incluso antes de su muerte en la cruz, desnudo y sin nada, Jesús había elegido el último lugar en Nazaret.

Carlos de Foucauld encontró su Nazaret primero en la Trapa de “Nuestra Señora de las Nieves” (1890).

Luego, sólo seis meses después, en Siria, en una trapa aún más pobre, en “Nuestra Señora del Sagrado Corazón”. Es desde allí que escribió a su hermana:

Este proceso de Foucauld de trabajar con Jesús obrero y sumergirse en “Nazaret” sirvió de punto de partida para la idea y realidad de los “sacerdotes obreros”.

Para la Iglesia fue un redescubrimiento de la pobreza.

KAROL DE FOUCALD

¿Cómo llega Carlos de Foucauld a descubrir que su camino de seguimiento consiste en la imitación de la vida de Jesús en Nazaret? Gracias a estos tres elementos:

1Jesús eligió ser el último

Por un lado, las palabras de Abbé Huvelin, que Carlos recordará toda su vida:

Esto hizo que Carlos viera a Jesús como un pobre y, más aún, como el último entre los pobres.

2El monje harapiento

En segundo lugar, Foucauld tuvo una experiencia que lo marcó fuertemente. Visitó la abadía de Fontgombault y fue recibido por un monje vestido de manera sucia y con la ropa raída.

Ese encuentro, muy simple, le causó tal impresión que alimentó su deseo de imitar a Jesús en su condición de pobre obrero de Nazaret.

3Visitar Nazaret

Y el acontecimiento definitivo fue la peregrinación a Tierra Santa que realizó por recomendación de Abbè Huvelin en 1888.

Y es que cuando Foucauld entró en la aldea de Nazaret se encontró con un lugar perdido y abandonado.

Ahí tomó plena conciencia de que Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, había vivido treinta años de vida, como todo el mundo, en el máximo ocultamiento, pasando prácticamente inadvertido.

Ahí tocó casi con la mano, el amor de Dios por nosotros, ya que el Hijo, había recorrido un camino de pequeñez y de desprendimiento radical, por nosotros y por nuestra salvación.

Desde ese momento no tuvo dudas de que su camino de seguimiento consistía en abrazar, como su Señor, el último lugar, imitando la vida de Nazaret, es decir, la de un pobre y humilde obrero.

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El 13 de agosto de 1905, llega a Tamanrasset, donde vivirá hasta su muerte el 1 de diciembre de 1916.

Tamanrasset era un conjunto de veinte pobres cabañas en el corazón del macizo de Hoggar, a 1400 metros de altitud, en el oeste del Sáhara, al sur de Argelia.

Decide establecerse ahí, porque sabe que ningún tipo de ayuda llegará hasta ellos, y por lo mismo, son los más abandonados de todos.

Ahí aprenderá la lengua de los tuaregs y se dedicará a traducir el evangelio a este idioma, y a recopilar gran cantidad de poemas y textos propios de la cultura de este pueblo.

Es decir, se sumergirá en cuerpo y alma en el conocimiento y el servicio de estas poblaciones nómadas del África sudsahariana.

Carlos se establece en Tamanrasset para hacerse uno de ellos, siguiendo a Jesús, a través del misterio de Nazaret.

Es un acto de redención, en cuanto es encarnación del Verbo, que asume nuestra humanidad plenamente, haciendo suya nuestra carne y todas sus vicisitudes, sin escatimar nada.

Como una semilla que cae en tierra, y es cubierta, pasando inadvertida, transformándose ella misma en tierra, muriendo, posibilitando así que brote una planta nueva.

Nazaret es Encarnación y, por lo mismo, es salvación, porque Dios salva asumiendo en sí todo lo que somos, incluido el pecado.

Nazaret no es preparación para la misión ni mera condición histórica, es ya cumplimiento de la misión del Hijo, y no sólo prolongación de la infancia y de Belén, es misterio del Jesús adulto.

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