México está viviendo una de las sequías más graves y generalizadas de las últimas tres décadas. De acuerdo con la NASA, al corte del pasado 15 de abril, 85 por ciento del territorio enfrentaba condiciones severas de sequía.
Las 60 grandes presas del norte y del centro del país se encuentran por debajo de los niveles de alarma: a menos del 25 por ciento de su capacidad. Y en Ciudad de México, célebre por los enormes aguaceros de primavera-verano, es la peor sequía en los últimos treinta años.
Desde el 1 de octubre de 2020 hasta el 18 de abril de 2021, que es la temporada seca en México) el Servicio Meteorológico Nacional informó que el país en su conjunto tuvo alrededor de 20 por ciento menos de precipitaciones de lo normal.
Los mapas meteorológicos de la NASA muestran con claridad qué estados del norte y del noreste de México han pasado ya de una sequía severa a una sequía extrema, lo cual ha encarecido los precios de productos básicos en la dieta del mexicano como es el maíz.
Otro de los fenómenos que ha provocado la intensa sequía es que un templo, situado en el central Estado de Guanajuato, haya emergido de las aguas que lo mantenían tapado en medio de la Presa de La Purísima.
Se trata de un hermoso ejemplo de la fusión del barroco mexicano con el neoclásico que formaba parte de la comunidad de Zangarro y que, con todo el pueblo, fue inundado hace cuarenta años para ubicar ahí una presa, a 25 kilómetros de la ciudad de Irapuato.
Es el templo dedicado a Nuestra Señora de los Dolores que data de la última etapa del barroco mexicano (siglo XVIII) y la primera parte del neoclásico (fines del XVIII y principios del XIX). Año con año, al bajar el agua de la Villa Real de Minas de Guanajuato, aparece el templo.
Pero desde que fue inundado, en 1979, junto con la comunidad de Zangarro (por decreto presidencial del entonces presidente de México, José López Portillo) nunca había emergido como en esta ocasión. La presa de La Purísima ocupa 1.200 hectáreas, ahora casi secas.
Con la persecución religiosa que sufrió el catolicismo mexicano en el primer tercio del siglo XX, los gobernantes emanados de la Revolución dejaron de considerar importante el acervo arquitectónico religioso de algunos lugares del país, y decidieron dar prioridad a las presas.
Sea como el caso de La Purísima, que se formó para evitar otra inundación de la cercana ciudad de Irapuato (inundada por la ruptura de la presa del Conejo en 1973), o para erigir una hidroeléctrica (como la presa de Santa Bárbara, en el antiguo Casco de Santo Tomás, Estado de México), lo cierto es que estos templos sumergidos son claro ejemplo de ese prioridad.
Sin contar, por supuesto, del arraigo que pudieran tener sus habitantes, ni tampoco la preservación de un tesoro religioso, como es el caso del templo de Santiago, en Quechula (Chiapas), construido en 1564 e inundado en 1966 cuando se construyó la presa Netzahualcóyotl.
En total son seis los templos importantes sumergidos bajo las aguas de una presa en México, testigos de un pasado religioso que no se oculta –menos durante las sequías—cuando los templos emergen de las aguas como centinelas de la fe.