Hace poco una lectora me preguntó por qué Dios permite el mal. Es una pregunta recurrente que a menudo me hacen.
No comprendía por qué el camino está sembrado con la cizaña del demonio que tanto daño nos hace.
Su pregunta me hizo recordar la sorprendente historia de José “el soñador”, vendido como esclavo por sus hermanos, y que tuvo un final sorprendente, y la bellísima parábola del trigo y la cizaña.
Están en Génesis 37 y Mateo 13, 24-30. Te recomiendo buscarlos y leerlos.
Los católicos debemos acostumbrarnos a abrir nuestras Biblias y conocer la Palabra de Dios, sus promesas, lo que tiene que decirte.
Te vas a sorprender como lo hice yo, que la tenía en una esquina y ahora es mi compañera inseparable.
Me encanta lo que cada día descubro en las Escrituras. Veo a Dios con todo su amor por la humanidad. Es maravilloso.
Ante una pregunta tan interesante, tenemos a nuestra disposición dos fuentes de conocimiento extraordinarias, la santa Biblia y el Catecismo de la Iglesia Católica.
Es impresionante. Si buscas en el Catecismo descubrirás que también aborda el tema y se pregunta:
Luego nos da algunas respuestas.
Le escribí a un sacerdote amigo y me respondió explicándome. Me encantó su respuesta y te la comparto:
Al final, ¿qué nos queda? Pedir al Espíritu Santo que nos ilumine para poder comprender, orar siempre, confiar en la misericordia de Dios, y abandonarnos en su Amor infinito pues… "sabemos que Dios dispone todas las cosas para bien de los que lo aman, a quienes él ha escogido y llamado” (Rom 8 28).