Las obras de misericordia son mucho más que "buenas acciones”. Son la imitación de la misericordia de Dios.
Como nosotros somos objeto de la misericordia de Dios, del mismo modo estamos llamados a ser instrumentos de misericordia para los demás. Y la misericordia siempre es concreta.
Jesús curaba a los enfermos, daba de comer a la multitud, perdonaba a los pecadores, enseñaba los caminos de Dios.
En las narraciones más conocidas del Evangelio están precisamente las "parábolas de la misericordia”: el buen samaritano que ayuda a un hombre herido, la oveja perdida salvada por el pastor, el hijo pródigo recibido por su padre. Pero también la parábola sobre perdonar hasta "setenta veces siete”.
La Iglesia ha establecido 14 obras de misericordia inspirándose en los textos bíblicos y en las palabras del mismo Jesús, sobre todo en las del Juicio final: nos salvaremos si hemos sido misericordiosos, sobre todo hacia los pobres, con quienes Jesús se identifica.
Por simplicidad se han dividido en "corporales" y “espirituales", aunque las dos dimensiones están siempre unidas.
Estas obras respectan el sustento del cuerpo pero son también el primer signo de reconocimiento de la dignidad humana.
"Dar" signficia compartir: los propios recursos materiales, pero también el tiempo y los talentos.
En una época, los cristianos eran quienes se encargaban de rescatar a los esclavos. Hoy hay nuevas formas de esclavitud de las que liberar a los hermanos.
Sepultar a los muertos: para los cristianos, el cuerpo es "templo del Espíritu”, por eso debe honrarse con una digna sepultura.
No se trata de ser jueces de los demás, sino de practicar la corrección fraterna.
Estas tres acciones son las más “divinas", imposibles para el hombre si Dios no le da la fuerza
También los difuntos necesitan nuestras oraciones para ser liberados de sus pecados.
En un mundo que sigue generando nuevas formas de pobreza espiritual y material estamos llamados a dar un rostro nuevo a las obras de misericordia