¿Te has alejado de Dios por tus pecados? ¿Te sientes indigno? ¿Crees que nunca podrá perdonarte? No te preocupes. Les ocurre a muchos.
Nada debe impedir que te acerques a Jesús, ¿acaso olvidas que curó leprosos? Los que nadie quería cerca, los aislaban y obligaban a vivir lejos de los pueblos y ciudades.
Él buscó a los enfermos y lisiados para curarlos, a los que todos aborrecían para abrazarlos y decirles que eran hijos amados por Dios. ¿Acaso crees que tus pecados lo van a alejar de ti?
Abre tu Biblia, busca Marcos 2 y lee este versículo:
Hoy, que lees estas palabras, tienes la enorme oportunidad de restaurar tu vida interior, de rehacer tu amistad con Dios. Aprovéchala.
Acércate al sacramento de la reconciliación, limpia tu alma y haz tu vida grata a a Dios.
Restaura tu amistad con nuestro Padre Dios que está en el cielo. Hazte digno de su amor por ti.
“Pero Claudio”, me podrás decir, “no recuerdo mi última confesión con un sacerdote y he olvidado cómo hacerlo, qué debo decir, cuáles son los pasos”.
Nada pasa. Aleteia publicó un artículo bellísimo en el que te lo explica todo:
Te recomiendo leerlo.
Recuerdo aquel amigo que se me acercó un día a la salida de misa para saludarme.
“He logrado grandes éxitos en la vida”, me explicó inquieto, “pero nada me satisface; tengo dinero, pero, ¿de qué me sirve?”.
“Es que lo tiene todo menos a Dios”, le respondí. “Sin él en tu vida, nada valdrá la pena. Cuando Dios habita en ti, hasta el más pequeño de tus actos, como barrer con una escoba genera una gracia sobrenatural y agrada a Dios. Basta que estés en gracia de Dios con el alma pura. Te recomiendo un hacer una buena confesión sacramental. Hazlo y después me cuentas. Y no te preocupes si olvidaste cómo hacerla. Dile al sacerdote, él te guiará”.
No volví a verlo por meses. Recuerdo que era diciembre, cerca de Navidad. Lo reencontré después de la misa dominical en el Santuario Nacional del Corazón de María, pero esta vez se veía diferente, iba radiante, feliz.
“Hice lo que me recomendaste”, me comentó. “Siento que la vida cambió para mí. Ayudo a todo el que puedo. Cuido mi cuerpo, mis pensamientos, mis palabras, para no ofender a Dios. La gracia me ayuda a tener presencia de Dios. Dios te da lo que nada ni nadie más puede darte, la Paz verdadera, la felicidad, un PROPÓSITO. ¡Es genial!”.
Me sentí feliz y agradecí a Dios por el cambio en su vida.
A todo el que veo le recomiendo lo mismo, hacer una buena confesión y llevar una vida sencilla, buscando a Dios que es el mayor bien de todos. He visto los resultados y son increíbles.
Y tú amable lector, ¿cuándo fue la última vez que te confesaste? ¿Cómo está tu alma?
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cv2decastro@hotmail.com
¡Dios te bendiga!