Todo gran santo tiene padres. Algunos de esos padres eran maravillosos, aunque otros tenían problemas o estaban totalmente ausentes. Algunos ayudaban a sus hijos a crecer en la fe, mientras que otros se oponían a su progreso espiritual.
Y resulta que, algunos santos, tenían padres que también son santos. Santa Teresa de Lisieux, la Pequeña Flor, es una de esos afortunados niños.
Sus padres, Luis y Celia Martin, fueron declarados santos en 2015. Su día festivo es el 12 de julio.
Estos dos católicos aparentemente ordinarios encontraron la santidad no a través de
martirios espectaculares, milagros o influencia en la Iglesia.
Se labraron su camino hasta la santidad de una forma más humilde, con su devoción, su matrimonio y su paternidad, todos elementos que, a su modo, son bastante heroicos.
Luis y Celia crearon una familia católica cálida y amorosa, una pequeña Iglesia doméstica repleta de oportunidades para crecer en virtud.
Teresa era una de las cinco hijas Martín que sobrevivieron hasta la edad adulta. Todas y cada una de ellas se hicieron monjas. Más tarde, Teresa se percató de su vocación dentro de la vida religiosa, y escribió:
No puedo evitar sentir que este amor que expresó con tanta vehemencia lo aprendió
primero en su hogar, cuando era una niña pequeña que aprendía a rezar junto a sus padres.
La familia Martin era una familia normal, como cualquier otra, con sus pequeñas rarezas,
su alborotadora particular –que resultaba ser Teresa, la futura santa– y muchas
oportunidades para aprender a amarse mutuamente incluso en una vida con tanta proximidad.
Las cartas de Celia, en particular, ofrecen una colorida perspectiva sobre lo que debió de
haber sido pertenecer a esta familia.
Aquí tienes 9 citas de un libro sobre la correspondencia familiar de los padres de santa
Teresa, Call to a Deeper Love: The Family Correspondence of the Parents of Saint Therese of the Child Jesus (“Llamada a un amor más profundo: La correspondencia familiar de los padres de santa Teresa del Niño Jesús”).