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Cómo amar con libertad (y no por obligación)

Carlos Padilla Esteban - publicado el 13/07/21
"Donde todo está orientado sólo al deber y al derecho, de pronto, todas las relaciones humanas se han roto"...

La libertad es el camino y es la meta. El sueño que habita en mi alma y mi más profundo deseo.

Libre de apegos enfermizos y esclavitudes que no me dejan volar alto. Libre para ser yo mismo sin pretender contentar a todos con mi vida. Para amar sin miedo a dejar el corazón anclado, aunque siempre duela.

Libre para tocar el cielo sin renunciar a ser yo mismo en todo momento. Libre de mi pasado y consciente de lo importante que ha sido lo vivido para ser hoy quien soy.

No importan los años transcurridos, todo cuenta. Lo importante es que entregue el corazón con libertad y viva sin miedo a perder nada.

Libre en la fidelidad a mis compromisos elegidos. Y libre por amor para darme.

MUM, KISS, BREASTFEED

Por deber no te puedo amar, nunca por obligación. Como dice un dicho popular: "A la fuerza no hay cariño".

No exijo mi derecho a ser amado. Soy libre en mi corazón para amar hasta el final de mis días.

Y permanezco a tu lado por libertad, no por una obligación adquirida. Sino porque vuelvo a elegir lo que ya había elegido antes.

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San Pablo fue Saulo antes de caer de su caballo. Pensaba que era libre cuando pensaba que Dios lo guiaba y así mató a cristianos, como un deber sagrado.

Hasta que escuchó una voz que cambió su vida y eligió otro camino: entregar la vida por Aquel al que había perseguido.

Dejó de perseguir para ser perseguido. Dejó el lado de los poderosos para formar parte de los débiles.

Dejó el lado de las obligaciones para elegir la libertad de los hijos de Dios. Dejó de proteger la ley y el derecho para vivir sin protecciones.

Nunca olvidó quién era y tuvo que perdonarse muchas veces por el daño causado a tantos inocentes. Y el perdón de Jesús lo hizo libre.

Y san Pedro, la piedra rota, lloró por haber negado tres veces. No se sintió libre esa noche y midió sus palabras, se protegió en sus silencios, porque amaba su vida.

Se escondió porque no quería perder sus días, aún no era libre. No estaba preparado para entregarlo todo.

¿Nos aburriremos en el cielo?

En ocasiones siento que la vida se juega en decisiones libres que tomo cuando llega el momento. Cuando estoy preparado para ser libre y vivir con libertad.

Ese momento llega cuando Dios me mira con ojos de misericordia y me recuerda cuánto valgo y quién soy en realidad.

Y yo entiendo, por fin lo comprendo, y abrazo la libertad soñada sin olvidar nunca de dónde vengo. Soy débil y pecador.

Cada uno tiene su pasado, su vida, su historia. Sus dolores y sus heridas. Sus momentos duros y oscuros, y sus pasajes llenos de luz. Lo que no quiero contar a otros, lo que no me perdono todavía.

Y desde lo vivido sólo tengo una posibilidad. Quiero elegir de nuevo el camino de la libertad.

Elijo lo importante porque las apariencias no son decisivas. Adriana Arreola escribe con un corazón libre desde su enfermedad:

Y es una gran verdad, en mi interior siempre hay esperanza. Dentro de mí hay una libertad a la que no estoy dispuesto a renunciar nunca.

Una actitud positiva en medio de la tormenta. Y una paz profunda ante el abismo al que me conduce la corriente.

CLIMBING

Me giro sobre mí mismo y escalo las más altas montañas sin dejarme llevar por el desánimo o el miedo, ni por esa tendencia a no hacer nada.

Elijo el camino escarpado ante mis ojos y me siento libre. Y al escribirlo veo que en mis palabras está el anhelo más profundo de mi alma reflejado.

Y también el de aquel que lea esas mismas palabras. Como leía un día:

Y las palabras sólo son pilares sobre los que se asienta mi vida. Sólo me construyen cuando nacen de dentro.

Y al verme espejado en ellas brota en mi interior ese mismo deseo de ser libre.

Pedro, al escuchar tres veces una pregunta que no lo acusa, sino que lo sostiene, cambia su mirada y su corazón:

Y elige el amor, porque ahora sí se siente libre. Es más de Dios y está menos atado a las rocas y cadenas que antes llevaba en el alma.

Le pesaban su falta de perdón y su deseo frustrado de salvar la vida del Maestro. Aún recordaba sus palabras grandilocuentes e inútiles dichas en una última cena.

Y Pablo, sostenido por la voz de Jesús que lo ama, lo elige a Él. Resuena una pregunta que no es acusatoria: "Saulo, ¿por qué me persigues?".

Lo confronta con su corazón puro y magnánimo. Y Saulo entiende sin ver, en medio de su ceguera. Y cree. Y se sabe libre siendo el último de los apóstoles. No tenía nada que perder.

Los dos hicieron sus caminos hacia la libertad. Los dos desde esa pregunta hecha por un enamorado.

Saulo dejó de perseguir. Y Pedro dejó de dudar. Y los dos se hicieron libres atados a un amor más grande que los hizo vivir con paz y sin miedo. Es lo que yo deseo, esa libertad profunda.

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