Un diario, sobre todo en la infancia, es un gran tesoro por todo aquello que entraña. Además, durante el periodo de vacaciones, se puede convertir en un gran aliado a la hora de fomentar la escritura en los niños.
El contenido de un diario puede basarse en varios temas infantiles: diario de viajes, de libros leídos, de recetas de cocina, de vacaciones en forma autobiográfica…
Pero yo te propongo una nueva modalidad que ojalá ayude a muchos niños a sustentar su vida en la oración: un diario de vacaciones que, día tras día, comience con un "querido Dios".
A veces, para los niños, es complicado entender que orar no se reduce en llevar a Dios una lista con todas nuestras necesidades, como aquella de quien va al supermercado. Y sí, las peticiones forman parte de la oración, pero ante todo orar es hablar con Dios.
Son muchas las cosas que podemos expresar en la oración. Podemos alabar a Dios, darle las gracias, pedir perdón, contarle nuestras alegrías y preocupaciones, hablarle de nuestro día a día, hacerle compañía y también pedir por nuestras necesidades y las de los demás.
Un diario de oración puede ser la ocasión para enseñar a nuestros hijos diferentes fórmulas de oración: agradecimiento, petición, intercesión. Pero, lo más importante de todo es que experimenten que pueden hablar con Dios.
Un diario de oración puede ser un arma poderosa. Llegada la adolescencia, este pequeño hábito de oración puede haberles ayudado a tener una amistad con Dios. En épocas difíciles, quizás ya no acudan al diario pero ojalá les haya servido para algo más importante como es acudir a un sagrario o a un confesionario.
Los niños que aprenden a orar desde pequeños cuentan con unas bases de experiencia de amor y misericordia que marcarán sus vidas. El diario de oración nos brinda la oportunidad de cultivar la sed de Dios en nuestros hijos.
Tal vez, de la mente infantil se escape el significado de las oraciones o les cueste comprender ciertas parábolas de la Biblia, pero es muy sencillo que poco a poco vean el reflejo de Dios en todas y cada una de sus experiencias cotidianas. Situaciones simples reflejadas en su diario pueden ser de gran importancia espiritual para un niño si como adultos se los hacemos ver.
Por ejemplo: “Te agradezco, querido Dios, que hoy me salieron genial los deberes: eran super fáciles”; también “querido Dios, te pido que me ayudes a ser cada día más obediente: hoy me porté un poco mal en la hora de la cena”.
O "querido Dios, hoy jugué al fútbol con Pablo y lo pasamos genial: gracias por un día tan divertido"; o "querido Dios, hoy estoy muy triste: un niño que es mi vecino se burla todo el rato de mí y no se que hacer. Te pido por favor que me ayudes''.
Y más cosas: "querido Dios, hoy mi papás nos dieron una sorpresa a mi hermanos y a mi. Vimos juntos una película en el jardín y comimos pizza. Fue muy divertido y super guay, gracias Dios por mis papás, cuidalos por favor".
O “querido Dios, hoy mi amiga María no vino a clase de natación, creo que le duele la tripa. Te pido para que no le duela muchos días”; o “querido Dios, hoy estuve leyendo cosas de ti en un libro: ¡qué grande eres! ¡Eres el mejor! ¡Te quiero!”
Los niños viven focalizándose en el momento presente más que los mayores. Por eso, el hecho de conectar sus acciones con sus palabras y la realidad de donde venimos (Dios) hará que desarrollen poco a poco su vida espiritual.
Pero, como todos sabemos, orar no es sólo hablar con Dios. También hay que pararse y escuchar lo que Dios nos quiere decir. Por tanto, poco a poco, debemos también introducir en nuestros hijos momentos de reflexión, espacios de tranquilidad como el mismo hecho de abrir el cuaderno y escribir. Esto les impulsará a abrir un espacio de diálogo con el Señor.
"Querido Dios", diario de vacaciones: otra forma de desarrollar la frase “dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque de ellos es el Reino de los cielos”. (Mateo 19, 13)