Después de una agónica puja que se prolongó por más de tres semanas por obtener el visto bueno del organismo electoral, Pedro Castillo resultó ganador en una contienda que reflejó dos características importantes para nuestro análisis: resultado casi parejo y un proceso donde nadie votó por su candidato sino en contra del otro. Un cielo encapotado que anuncia tempestad.
Fue una elección muy polémica que implica cambios no sólo para la política peruana sino también sudamericana. Los cambios han venido sucediéndose y uno de los más recientes es lo visto en Chile y lo que se vislumbra para el mes de noviembre en ese país.
En Perú el cuadro es especialmente polémico por las características de Pedro Castillo que no es el político tradicional sino un maestro rural, un campesino que de manera sorpresiva, en menos de 15 días, superó en las encuestas a todos sus oponentes. Ganó la primera vuelta y, cuando se esperaba que no lo hiciera en la segunda, venció también aunque por poco margen pero a pesar de que se armó una coalición muy fuerte para cerrarle el paso. Algunos piensan que ello fue posible gracias a que su contrincante de más peso era Keiko Fijimori -quien reunía un gran rechazo- y que cualquier otro candidato le hubiera ganado en segunda vuelta. Pero ya eso entra en el terreno de las especulaciones.
Pedro Castillo intuía lo que le esperaba, sin duda. Sus primeras palabras fueron que ganaba “con el corazón abierto” pero tendría que tener muy anchas las compuertas ese corazón para limar tanta aspereza que ha quedado después de una campaña tan dura, donde se lanzaron acusaciones muy agrias.
Por otra parte, la situación de la economía peruana dista mucho de ayudar, agravada por la pandemia pues sabemos que Perú es uno de los países más afectados por el Covid 19 ya que llegó a tener una de las mayores letalidades del planeta. Así que la institucionalidad en Perú está necesitada de rescate pero también hay que reactivar la economía.
Ello es muy delicado cuando el líder-jefe de Estado, se define marxista-leninista –si bien no él directamente, lo hace alguno de sus más claves colaboradores en el gobierno como es el jefe de su partido Vladimir Cerrón- mensaje que ya la gente en este continente, curada de espantos, ha aprendido a leer con certitud, ya sabe lo que le están vendiendo y no se llama a engaños a pesar de la conducta errática de muchos de nuestros dirigentes políticos.
De manera que el corazón abierto de Castillo deberá estar más disponible que nunca.
Perú pareciera estar saliendo de un rubicón muy serio, una vez conocido quién es el presidente del país. Otros consideran que ahora es cuando comienza el calvario para Castillo. ¿Las razones?: gana con estrecho margen, su respaldo parlamentario es precario y debe reconducir una economía que ha venido sufriendo, entre otras cargas, por el efecto terrible de la pandemia.
Perú es un país muy complejo. No hay mayor complejidad en otro país en América que la del Perú. La composición social de esa naciones una estructura de castas y clases es muy cerrada. El cruce con una democracia de semejante sociedad es siempre muy complicado. Además, el grueso del electorado está en el departamento de Lima-El Callao, donde justamente se concentra la más alta dosis de clase media del país.
A pesar de estar viviendo una crisis económica grave, con una reducción sistemática del producto interno bruto, esa clase media sigue siendo un saldo positivo y no es, por cierto, la peor que les ha tocado vivir. Pero hay crisis, la clase media comienza a sentir sus rigores y eso casi siempre viene acompañado de decisiones radicales. No se trata de una correspondencia automática pero ocurre.
El señor que toma posesión hoy de la conducción del Estado, Pedro Castillo, maestro de escuela, luchador social de origen muy popular se lanzó para defender, no sólo reivindicaciones económicas y sociales, sino también de índole pedagógica, de teoría de la Educación, de contenidos, de qué enseñar, qué aprender y cómo hacerlo. Ese era el propósito de la huelga de maestros que lideró. Incluyó el tema multilingüe que en el Perú siempre es un punto de roce por el tema de las castas.
En este contexto, propició un encuentro con un partido y un personaje clave en todo este juego que es Vladimir Cerrón Rojas, ex gobernador regional de Junín -2011 a 2014-, secretario general del partido Perú Libre, movimiento que nació en ese departamento limítrofe con el Amazonas, de amplias fronteras. Lo destituyeron por corrupción, pero se movió rápido, no se dejó detener, introdujo apelaciones y salió libre. Como no está enjuiciado, ejerce políticamente.
En Junin le costó mucho a Cerrón legalizar su partido, hubo sabotaje, represión y abuso de poder pues él no sólo era líder de Junín sino además lo era su partido. Cuando lo destituyen, su sustituto gana el Departamento con más votos aún. Allí han organizado una estructura con un discurso marxista-leninista y está de más decir que, en esta temporada, es difícil en el continente ver ganar candidatos con ese discurso. El caso de Chile, donde acaba de perder un candidato capitalino, lo confirma. Es una impronta muy difícil de superar un planteamiento de esas características.
En el caso de Castillo no gana el rasgo ideológico de su mensaje sino el discurso reivindicador y populista en un marco muy enredado. La izquierda unida y también la liberal apoyaron a Keiko, considerada de derecha, aunque estos términos ya están desfasados. Y ella perdió, pero por un margen tan estrecho que Perú tiene una fuerza pareja entre ambas tendencias. Es la sempiterna división de la sociedad peruana. De nuevo, aquello quedó partido en dos.
Quizá el aspecto determinante en el análisis sea la procedencia de Castillo, caso único y digno de estudiarse, a pesar de que Perú ha sido aficionado a los batacazos electorales. También Fujimori apareció de la nada y ganó esplendorosamente en su momento, sin ser político, sino presentado como una especie de tecnócrata. La diferencia con Castillo es, no obstante, notable. Pero la semejanza es la irrupción exitosa en la política peruana, logrando, en poco tiempo, imponerse a los equipos políticos tradicionales. Vencen bloqueos y coaliciones para frenarlos y ganan, sin haber sido conocidos apenas tiempo antes. Castillo viene del pueblo bajo, del campesinado. Es un candidato rural y allí reside su especificidad.
Algunos interpretan el éxito de Castillo como una especie de “decisión moral”, pues a él le tocó enfrentar a Keiko Fujimori quien, en un país en donde todos los presidentes están siendo juzgados y destituidos últimamente, ella encarna el símbolo de la corrupción. Recordamos que ella y algunos de sus familiares, están en riesgo de volver al proceso judicial que puede encarcelarlos. Ella está condenada a 30 años de prisión.
Algunos analistas sostienen que de ser una decisión moral es alentadora pues significa que el país está reaccionado contra esa podredumbre y el estamento corrupto de los presidentes que hizo exclamar al Papa Francisco en su viaje a Perú: “¿Qué está pasando aquí que todos los presidentes van a juicio?”.
Más allá de lo que pueda pensar y hacer Castillo hay un hecho cierto: es un humilde maestro rural que ha planteado que no va a percibir el sueldo de presidente sino el equivalente al de un maestro y bajará a la mitad el de ministros y congresistas, lo que simbólicamente, para la gente representa un acto reivindicativo.
Es un hecho que los peruanos votaron contra Keiko y contra Castillo y, en esa pugna, salía sólo uno vencedor y salió este último. El voto no fue por ni para, sino contra. En este sentido se puede reivindicar la existencia de la estructura partidista. Los votos iniciales de Castillo se los garantizó esa estructura organizada para la primera vuelta. La mayoría de los gobernantes en esta seguidilla de persecuciones, que han sido juzgados, destituidos y/o condenados en Perú no tenían estructura partidista. Sé apoyaron en movimientos electorales creados ad hoc para la contienda y ello no es garantía.
Pero tampoco lo es un partido pues en el caso de la conformación del Congresono le bastó. La mayoría la tiene una dama, dirigente liberal clásica que no tiene la más mínima intención de que allí tenga lugar una asamblea constituyente ni se propicie una nueva constitución. Hasta ahora, se sabe que Castillo le dijo que gobernarían juntos y que él no venía a gobernar contra Perú sino con el Perú, lo que evidencia una cierta soltura en el manejo de mayorías y minorías.
Llama la atención de que sus bases comienzan a exigirle cosas contradictorias. Unos quieren que se radicalice, otros no. Él navegará en el proceloso mar de los equilibrios y tendrá que echar mano de su personalidad afable si quiere armar consensos. Es una de sus grandes virtudes.
En los últimos años, el Congreso ha sido un factor enfrentado al poder presidencial. Keiko y su partido conservan mucha fuerza y esa puja fue lo que determinó la destitución de varios presidentes. Ello quedó intacto, a diferencia de otros países donde la presidencia es el poder.
En Perú, el poder político es el Congreso y será seguramente un factor de conflictividad pues Perú Unido insistirá en el tema de la constituyente. En un reciente discurso de Cerrón al congreso de su partido, muy en la liturgia comunista pues no hay que olvidar que él estudió por años en Cuba -donde aparentemente no sólo aprendió neurocirugía- se le escuchó llamar a la movilización recordando que el gobierno pasa y el partido queda, frase maoista. Y ya sabemos lo peligroso que es hablar de maoísmo en Perú. Basta recordar a Sendero Luminoso. Cerrón aseguró que van a trabajar contra la “juninización” de la política peruana, aludiendo al diseño de toda una estrategia, en su momento contra Castillo, que enfrentarían ahora en la calle si es reeditada.
Ante este cuadro, hay que destacar que una clase media afectada por la crisis, comienza a expresar su malestar ante el deterioro económico y está prefiriendo un maestro a los "ladrones" que han pasado por el poder en Perú.
Pero si hay un serio problema de fondo en Perú es que carecen de una genuina estructura democrática. El asunto de las castas lo dificulta mucho. No se ha desarrollado una conciencia democrática aunque el Perú hoy sea, formalmente, una estructura mucho más institucional que la de Venezuela, por ejemplo, pero en la práctica no responde a una sólida cultura democrática. El dato de que se cambie de presidente a cada paso, cada uno de ellos perseguido por el anterior, y el anterior hasta por sus aliados, da una idea de la debilidad intrínseca de la democracia peruana que tienen que solventar.
Lo importante en Perú es que se abran los cauces de la convivencia. Ahora hay otro protagonista, que no es cualquier cosa, es el presidente de la república al cual hay que prestarle atención. Le dan mucha importancia al equilibrio latinoamericano de izquierdas y derechas. El nubarrón en el cielo: el discurso de Cerrón, en el cierre del congreso partidista, cuando dijo que enfrentarían el anti izquierdismo de los emigrantes venezolanos. Peligroso. Podría agudizar la repugnante campaña xenofóbica contra los venezolanos instalados en Perú.