Una vez aceptada la idea de que un directivo no es un supermán en potencia, sino un ser humano que, como cualquier otro, tiene sus límites y sus debilidades, para una buena administración entra en juego lograr integrar… nuestras partes oscuras.
Para comprender de qué se trata, basta con sumergirnos no en la saga de Star Wars y el lado oscuro de la fuerza, sino en el lado de la psicología analítica.
Y es que fue un psiquiatra suizo del siglo XX, Carl Gustav Jung, quien teorizó sobre esta noción de “sombra” que luego fue retomada por Jean Monbourquette en su libro Reconciliarse con la propia sombra.
La sombra, según Jung, es el lado negativo de la personalidad. "Es la suma de todas las características que tenemos tendencia a odiar y a ocultar, así como las funciones insuficientemente desarrolladas y el contenido del inconsciente personal".
Así lo indica Fabienne Alamelou-Michaille, diplomada por la Escuela Superior de Ciencias Económicas y Comerciales de Francia, teóloga y autora de Manager avec son âme ("gestionar con el alma").
La sombra no es algo malo en sí. Es "una metáfora para describir lo que reprimimos". En resumen, cuanto más se esfuerza la persona en mostrar aquello que considera aceptable, más tendencia tiene a reprimir lo opuesto en su sombra.
Carl Gustav Jung definió con mucha exactitud dos tipos de sombra: la sombra negra y la sombra blanca. "La sombra negra resulta de todo instinto reprimido, como la sexualidad y la agresividad", explica Fabienne Alamelou-Michaille. "La sombra blanca proviene de la falta de desarrollo, es decir, de la represión de una tendencia buena".
Esta represión puede tener su origen en la presión que el entorno familiar y social ha ejercido desde la infancia al imponer, por ejemplo, ciertas normas de conducta y actitudes.
Como dice de forma prosaica el refrán popular, “la cabra tira al monte”. Y lo mismo sucede en la gestión empresarial: si censuras la parte de sombra, volverá con más fuerza.
Por ejemplo, el director perfeccionista que no asume su parte de sombra tendrá tendencia a ocultar sus debilidades por miedo a que se descubran sus imperfecciones. "Vive en un estado de vigilancia permanente, en un estrés permanente", continúa la teóloga. "Y con su intransigencia con respecto a sí mismo y también con respecto a su equipo corre el peligro de ser extremadamente dañino".
Además, esta sombra, si no se integra, puede llevar a fabricar proyecciones sobre el prójimo, es decir, a "ver en otros las emociones, rasgos y cualidades que la persona ha reprimido en ella".
Aquí tienes cinco preguntas que puedes plantearte, según Alamelou-Michaille, para reconocer tu sombra.
1
¿Cuáles son los aspectos más favorecedores de tu ego social, aquellos que te gustaría ver reconocidos por los demás? Luego, plantéate la cuestión de las cualidades o rasgos contrarios que has debido reprimir.
2
¿En qué situaciones sientes que te pones nervioso, hipersensible o a la defensiva? ¿Qué tipo de comentario te hace reaccionar? "Experimentar una emoción intensa destaca que has encontrado un punto sensible de tu sombra", explica la teóloga.
3
¿Qué tipo de críticas te molestan o te irritan? "Una reacción fuerte frente a un comentario puede señalar una faceta de tu sombra", advierte la escritora.
4
¿Qué te hace sentir insatisfacción contigo mismo o misma?
5
¿Qué cualidad distingue a tu familia? Aquí, la sombra familiar será aquella que la familia no se permite vivir o expresar.
Una vez se han identificado estas partes de sombra, "estamos invitados a abrazarlas con indulgencia, a aceptarlas sin intentar deshacernos de ellas", retoma Fabienne Alamelou-Michaille. "Abrazar nuestra sombra nos permite convertirnos en un ser completo y único, unificado e integrado".