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Padres con hijos adolescentes: cómo gestionar la diversidad de pensamiento

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Mar Dorrio - publicado el 02/11/21
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La historia del hombre enjuto y el árbol de la guayaba ilustra lo que ocurre en muchas familias: que los hijos hagan caso no siempre es fácil

Existe una palabra que quiere estar presente hoy en día en todos los ámbitos de la naturaleza humana: diversidad. Se habla de diversidad familiar, sexual, cultural, lingüística, pero en ningún caso se habla de diversidad de pensamiento. No se admiten puntos de vista contrarios a los de la mayoría o minoría gobernante.

Adolescentes: guerra en el hogar

En las familias, el conflicto generado por esa diversidad de puntos de vista se da muy pronto. Para algunos, ya en los primeros años de las vidas de sus hijos, cuando estos aún son pequeños. Para otros llega más tarde, pero todas las familias, absolutamente todas, pasan por el conflicto que causa la diversidad con sus hijos adolescentes. Al llegar a esas edades, piensan diferente a sus padres sobre casi todo, llegando en muchos casos a actuar en concordancia, lo que provoca una guerra de trincheras en el hogar.

Este conflicto, tan antiguo como la vida misma, ha de tratarse con paciencia y, en la medida de lo posible, aunque no sea fácil, intentando anticiparse. Por ejemplo, invitándoles a reflexionar sobre la importancia de la formación y la preparación para la toma de decisiones. Sólo así se puede elegir bien. Ojalá te sirva esta historia:

Una historia

“Cuentan que, en un pueblo, tenían que votar, decidir qué cultivar en sus tierras. Cada vecino decía lo que se le ocurría. Uno de ellos, especialmente simpático, dotado de un gran don de gentes, les sugirió plantar árboles de guayaba. Aseguró que era una fruta exótica y que, además, el árbol daba unas flores blancas preciosas y delicadas. El entusiasmo fue generalizado. Todos querían llenar sus campos con el árbol de la guayaba.

Al fondo de la sala, un hombre  enjuto que toda la vida se había dedicado a cuidar al campo, levantó la mano con timidez. Cuando lo dejaron hablar, aseguró que el árbol de la guayaba necesitaba mucha humedad y que, con el clima y el tipo de suelo local, era recomendable seguir cultivando el olivo, como hasta ahora. Por supuesto, el pueblo, entusiasmado con la ilusión fugaz que generan las novedades, no quería escuchar al hombre enjuto...

En el campo, como en la vida, los resultados de nuestras decisiones no son inmediatos. El pueblo tuvo que esperar a la muerte de los árboles de guayaba para que la opinión de una persona con criterio, con conocimiento del tema, fuese valorada como era debido, sin igualarla con la de alguien que era completamente ajeno a la materia.”

Que reconozcan el valor de la experiencia de los padres

En nuestras casas, por muy mayores y seguros de sí mismos que se encuentren nuestros jóvenes,  los que más experiencia y conocimiento tenemos de la vida solemos ser los padres. Ya se nos han secado muchos árboles de guayaba. Hace tiempo que volvimos a plantar olivos, y a reconocer la sabiduría alcanzada por la acumulación de días y días de experiencia.

Que se despierte su espíritu crítico es bueno. Que nos pregunten, desde los terribles dos años, los infinitos porqués, es magnífico. Porque se está formando su personalidad. Pero hemos de esforzarnos para que, cuando llegue la adolescencia, ese espíritu crítico no suelte la mano de la confianza en sus padres. Para que, cuando no entiendan nuestra postura en algo, nos escuchen en lugar de ignorarnos. Eso les evitará muchos problemas.

LISTEN

Es lo mismo que deberíamos hacer nosotros respecto a Dios. Son muchas las veces que no le entendemos, que pensamos que nos manda cosas que no tienen sentido. Nos cuesta mantener la confianza en lo necesario que es cumplir sus diez mandamientos hoy en día.  Pero Él es ese hombre enjuto que muchas veces nos dice lo que no queremos oír, el que nos propone la opción menos entusiasta, pero que siempre, siempre, es la más acertada, la que nos lleva a no plantar guayabas en tierra de olivos. Siguiendo su manual de instrucciones nos aseguramos no sólo la entrada en el Cielo, sino también la felicidad aquí en la tierra.

Siempre me llamó la atención el testimonio de Tamara Falcó, hablando del punto álgido de su conversión. Reflexionando sobre los Diez Mandamientos, se dio cuenta de que, si todo el mundo los cumpliera, no habría mal en el mundo.

Y es que Dios es nuestro experto, el que sabe más que nadie, el que no quiere prohibir por el mero hecho de prohibir, exactamente igual que nos pasa a los padres. Sólo quiere evitarnos errores y dificultades. Así que, con la sabiduría del experto, con las recomendaciones del ingeniero creador, con la base de esos diez mandamientos, en casa, en la sociedad, ¿diversidad? Why not?

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