Jesús no me llama por mis talentos. No mira a su alrededor buscando a los más capacitados.
Sé que me llama y elige después de mirar dentro de mi corazón. Y si ve que estoy abierto y dispuesto a seguir sus pasos, me nombra.
No sé cómo pero algo debió ver en mí, algo bueno que yo mismo desconozco. Yo me comparo, miro a otros, veo talentos más valiosos, más capacidades.
¿Qué hago aquí yo siguiendo sus pasos? ¿Para qué me ha llamado a mí?
Valgo tal y como soy
Busco en mi interior buscando talentos ocultos que justifiquen la elección.
Quiero demostrarle al mundo que tiene sentido su llamada. Que valgo, que tengo un talento especial, un don que nadie tiene.
¡Cuánta pobreza en mi mirada! ¿Acaso Dios tiene que justificar por qué me llama? ¿Tiene que darle explicaciones a alguien por haberme llamado?
No, para Él soy valioso tal como soy, en mi pobreza, en mis pecados, en mis debilidades.
Eso es lo sorprendente que siempre de nuevo toca mi corazón. Soy apóstol por vocación, enviado por su amor y quiere Jesús que lo siga y me lance a la vida sin temor.
Quiere que sea fiel a mí mismo, a la verdad de mis pasos.
¿Qué me hace valer?
Y yo rebusco continuamente dentro de mí queriendo valer. Que vean que valgo, que tiene sentido mi llamada, mi existencia.
Y descubro dones dentro de mí que Dios ha sembrado. No me comparo con nadie. Valgo por lo que soy.
No por mis logros y conquistas, por mis cargos y títulos, o por mi carrera profesional, ni por el éxito de mis empresas.
No porque siempre me vaya bien, y logre una vida inmaculada y sin mancha.
Responder a su llamada independientemente del fruto
A veces veo talentos que no sabía que tenía y pienso, torpemente: por eso me llamó. Pero ¡qué necio soy! No me entero de nada.
No me llamó por ese talento que parece tocar los corazones, no me eligió porque viera que conmigo iba a hacer fecundo su reino.
No es mi reino, es el suyo, no me necesita tanto como creo. Solo soy asalariado y me dejo la vida en su mies, haya fruto o no lo haya.
Puede incluso que algún día no pueda entregar ese carisma que Dios sembró en mi alma. Ese don mío parece perderse y aun así no me llamó por ese talento que da vida a otros.
La vocación de Simón
Recuerdo la vocación de Simón el zelote. ¿Por qué eligió a un hombre violento de esa secta que quería imponer el poder de Dios por la fuerza?
Lo he escuchado muchas veces, uno de los doce, de los más cercanos. Venía de una secta judía que tenía la violencia armada como método de lucha. Me cuesta entenderlo.
En la serie Chosen muestran cómo Simón cree que Jesús lo llamó por su capacidad para la lucha, por la preparación que tenía para enfrentar a los romanos con la fuerza y la estrategia.
¡Qué lejos estaba de la verdad! Jesús se lo confirma, no lo llamó por eso, no necesita su violencia, ni sus métodos.
Lo llamó simplemente porque quiso y porque algo vio en su corazón. Bondad, verdad, honestidad, generosidad. No lo sé. Algo que sólo Dios veía, tal vez ni siquiera él podía reconocerlo.
Pero lo quiso a su lado, ahora con métodos pacíficos. Tuvo que cambiar para hacerse discípulo.
Tuvo que desaprender lo aprendido cuando creía que estaba haciendo la voluntad de Dios en su vida.
Dios sabe a quién llama y a qué
Ya no pretendo conocer a Dios. Él tiene sus caminos, sabe cómo elegir a los que ama.
No busca los talentos más vistosos. Incluso llama a seguir sus pasos en el sacerdocio a personas que en otros ámbitos del mundo hubieran brillado y hecho mucho bien.
Entonces, ¿por qué desperdiciar esos talentos? No lo sé, sólo Dios lo sabe. Él tiene sus formas, sus caminos, su verdad.
Yo sólo me pongo en sus manos como apóstol. Le doy mis talentos, los que brillan, también los más ocultos.
Y pongo a su servicio también mi impotencia, mi debilidad, mi pobreza, mi pecado.
Sólo Dios sabe cómo va a utilizar mi sí.
Entregarse a Dios con humildad
Yo sólo tengo que ser más humilde y manso de lo que soy. Aceptar que no será a mi manera, sino a la suya, que no será como yo quiero, sino como Él desea.
Viviré humillaciones que me harán más humilde. Es lo más rápido. Aprenderé a vivir de su mano y no apoyado en mis capacidades humanas.
Él sabe lo que me conviene y el reino de Dios crece de su mano, no de la mía. Me hace más humilde pensar que no soy yo.
Siempre es Él sirviéndose de mi sí, de mi generosidad, de mi entrega silenciosa. Sin pretender cargos, ni puestos, ni trabajos de acuerdo con mi capacidad. Como si pensara que soy más valioso.
Allí donde Dios me ponga seré útil. No importa lo que haga. No pasa nada si no necesita ninguno de mis talentos o dones. Es según su camino, no según el mío.
Aceptar que es así el camino me hace más manso. Al fin y al cabo lo único que me pidió Jesús fue eso: "Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón".
Escuchar la llamada basta para emprender el camino. Saber para qué me necesita Dios realmente es una tarea de toda la vida.
Siendo manso y humilde aceptaré cualquier trabajo, cualquier forma de servir. No buscaré tanto el reconocimiento ni la gratitud del mundo.