Un día de mercado, un entierro a pie por las calles del pueblo, mulas que transportan la cosecha, peleas de gallos y un matrimonio en el atrio de la iglesia son algunas de las escenas cotidianas que rodean a la Sagrada Familia en el pesebre costumbrista que desde hace varios años se exhibe en Venecia, municipio del noroccidente de Colombia.
En medio de estas situaciones del diario vivir nace el niño Jesús cada diciembre, gracias a la maravillosa obra del arquitecto Luis Fernando Betancur Merino, quien empezó con un nacimiento de 50 metros cuadrados que fue creciendo hasta alcanzar 250 metros cuadrados y ocupar toda una nave del Santuario San José de Venecia.
El autor explicó a Aleteia que son «más de 2100 figuras, 240 edificaciones, 120 movimientos mecánicos y de agua, productos de un proceso creativo artesanal». «Año tras año dono mi trabajo a la Iglesia, todo es obra mía, incluso el montaje; hay algunos trabajos que contrato pero en su gran mayoría lo hago yo», expresó.
El más grande de Latinoamérica
Además de rendir un tributo a Dios, el nacimiento se ha convertido en un atractivo turístico de Venecia, municipio del departamento de Antioquia, donde creció y vivió por muchos años Betancur. En 2020 no se expuso porque los templos estaban cerrados a causa de la pandemia, y seguramente por esta ausencia los visitantes se han multiplicado de manera asombrosa, tanto que en un fin de semana de diciembre se contaron cerca de siete mil.
Es considerado por muchos como el más grande de su especie en América Latina y ha sido noticia destacada en medios nacionales e internacionales.
Incluso, según recuerdan medios como El Colombiano, en 2022 «decidieron ir por más».
«De la mano de la administración municipal inscribieron el pesebre ante los Guinnes World Records para que visiten el municipio durante la primera semana de diciembre para validar que este no es ya el pesebre costumbrista a escala 1:20 más grande de América Latina sino de todo el mundo», se indicó.
Sin embargo, más que su tamaño lo que llama la atención es la perfecta recreación de los quehaceres cotidianos en un pueblo de cultura ‘paisa’ (por la región colombiana en que se encuentra) y el hermoso mensaje alrededor del nacimiento del niño Jesús.
«No se trata solamente de la belleza intrínseca de la obra de arte, es el reflejo de la vida diaria y la gran calidez que transmite», asegura el arquitecto Betancur.
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Los personajes están elaborados en madera, tela y plastilina, cuenta con una cadena montañosa de 50 metros lineales y un río de 25 metros de largo, además de decenas de animales y frutas, niños y adultos en diferentes actividades que le dan un dinamismo asombroso.
Una vía central empedrada recorre el pesebre y a medida que va avanzando, el paisaje se transforma y se vuelve rústico. Es entonces cuando aparece una especie de bosque caracterizado por conos de madera y da paso a la familia de Nazaret. Son los únicos personajes que tienen un tamaño mayor porque “el mensaje principal y más lindo siempre será el nacimiento del niño Jesús”.
Desde la cueva donde están José, María, el Niño y los Reyes Magos sale un caudal de agua que recorre todo el lugar, como uno de los símbolos de la tradición cristiana. Estas son las únicas imágenes que no elabora Luis Fernando, las encarga a un artesano que trabaja para la curia del lugar.
Cada año hay sorpresas en el pesebre
Cada año hay innovaciones y la gente las espera. En el 2021 llegaron a las escenas muchos más personajes y un tren, en 2022 el tren iba a tener movimiento y un firmamento nuevo iba a adornar el montaje.
Para que todo esto sea realidad, el arquitecto Betancur saca tiempo de su trabajo diario y dedica horas enteras los fines de semana, bien sea en su casa o en la finca. «Tengo un cuarto de hobbies y puedo estar un día entero imaginándome y trabajando en nuevos elementos para honrar a Dios en Navidad», dijo a Aleteia.
Su obra artesanal, como prefiere llamarla, permanece en una bodega de la finca y sale cada diciembre al templo para ser entregada al público después de 20 días de cuidadoso montaje, con el apoyo de familiares. En ciertas labores de este proceso, así como en los detalles finales, cuenta con ayuda de la familia y de expertos en diferentes tareas.
«Para mí es emocionante seguir con esta tradición porque precisamente en ese templo celebramos la misa de mi graduación como bachiller y ese día prometí que no me olvidaría del pueblo aunque me fuera a estudiar a otra ciudad. Y lo he cumplido, no me he desprendido de Venecia aunque ya no vivo en el municipio», comentó.
Pero el apostolado de Luis Fernando Betancur no termina ahí. Él y su esposa son proclamadores de la palabra, líderes de los Retiros de Emaús y rezan en familia el Rosario todas las noches para seguir poniendo su vida y sus talentos al servicio de Dios.
«Para mí es de mucha alegría, satisfacción y orgullo que nuestro santuario tenga el privilegio de contar con este maravilloso pesebre», dijo al periódico El Colombiano hace un tiempo el sacerdote Edison Ortega, párroco del lugar, quien celebró la declaratoria del templo como santuario por decisión del papa Francisco, con motivo del año de San José en la iglesia católica universal. El nuevo santuario iba a resguardar las reliquias de San Vicente, San Eusebio y la Santa Laura Montoya.
