Nuestra vida continúa si tenemos una motivación. Cuanto más fuerte sea esta motivación, más capaces seremos de afrontar incluso los obstáculos que inevitablemente encontramos en nuestro camino.
Lo pensé mirando a los ancianos que, en ocasiones cuando se sienten abandonados o descuidados, pierden todo el entusiasmo por la vida y se dejan morir.
Pero también pensaba en los más jóvenes que ya no tienen deseos porque básicamente están satisfechos.
Por eso me gusta pensar en Samuel, un joven que no se conforma:
Despierta
Al inicio, aún no es capaz de reconocer la invitación que el Señor le dirige. Sin embargo, esa voz que lo llama por su nombre lo lleva a incomodarse, a despertar del sueño, lo empuja a preguntar.
A través del profeta Elí, Dios encuentra la manera de llegar a su corazón. Todo gracias a su disponibilidad e inquietud: "no dejó que una sola palabra quedara vacía" (1 Sam 3,19).
A veces, en cambio, preferimos quedarnos dormidos. Somos perezosos incluso en la vida del Espíritu, preferimos no ser molestados.
Pero de esta manera perdemos la posibilidad de ser tocados por la gracia de Dios que nos pone en camino y nos cambia el corazón.
Levántate y ponte en camino
La actitud de Samuel nos muestra que quien está atento es un buscador.
Si te dejas incomodar, si estás buscando algo, es porque lo echas de menos, porque lo necesitas.
Incluso si aún no sabes exactamente qué es, puedes responder y ponerte en actitud de escucha.
Sin embargo, si no nos levantamos, si no nos ponemos en marcha, las palabras que escuchemos quedarán vacías.
Un encuentro que cambia
El encuentro con el Señor cambia. Samuel se quedó con Él y abrió su vida a para que la voluntad de Dios se cumpliera en su vida.
Que en este nuevo año que comienza, de todos ellos aprendamos la escucha, el ponernos en marcha y la actitud de aconsejar a los demás cuando lo necesitan.
Nunca sabemos cuándo puede ser eficaz nuestra palabra o nuestro ejemplo. Elí supo recomendar a Samuel el camino bueno.