Se les llama "justos". Fueron las muchas personas que durante la Segunda Guerra Mundial salvaron judíos de la persecución, a menudo arriesgando su propia vida.
Conventos, monasterios y un ciclista
Entre ellos hubieron muchos católicos, empezando por el Papa, Pío XII a través de su contribución que no ha sido formalmente reconocida todavía.
Fueron cientos los conventos, monasterios e iglesias que abrieron sus puertas a los judíos que buscaban refugio en Roma y en todo el mundo.
Entre ellos, hubo un convento a las puertas de Toulouse, Francia: la superiora, Madre Denise Bergon, logró salvar alrededor de 80 niños gracias a documentos falsos y a una red de colaboradores confiables.
Hace algunos años, el Papa reconoció las virtudes heroicas del cardenal Elia Dalla Costa, que como arzobispo de Florencia organizó una red de acogida para los judíos en fuga.
El cardenal tenía también un colaborador especial: el gran ciclista Gino Bartali. Él podía más fácilmente eludir los controles y transportaba documentos falsos escondidos en el chasis de su bicicleta.
Obstetra, policía, empresario y padre de familia
Otro cardenal, el francés Eugène Tisserant ayudaba a los judíos obteniendo visas o dándoles trabajo en el Vaticano.
Incluso se convirtió en película la historia de Irena Sendler, polaca, asistente social, que salvó a cientos de niños del gueto de Varsovia.
Una obstetra polaca, Stanisława Leszczyńska, logró ayudar a nacer a más de tres mil niños mientras estaba internada en Auschwitz.
El policía Giovanni Palatucci de la Jefatura de Policía de Fiume, en Croacia, salvó a 5 mil judíos. Luego fue internado y murió en el campo de concentración de Dachau. La Iglesia lo declaró Siervo de Dios.
Giorgio Perlasca era un empresario italiano que en el invierno de 1944 gracias a algunas circunstancias afortunadas logró hacerse pasar por cónsul de España en Hungría y le salvó la vida a más de 5 mil judíos.
El beato Odoardo Focherini estaba casado y era padre de siete hijos, líder de Acción Católica, y periodista, asesinado por odio a la fe por ayudar judíos.
La fe que impulsa a dar la vida
Guelfo Zamboni, cónsul italiano en Tesalónica salvó a casi 300 judíos, haciéndolos ciudadanos italianos.
Jan Karsaki, católico polaco, casado con una mujer judía, fue diplomático para el gobierno polaco en el exilio, y entre los primeros testigos e informadores sobre los campos de exterminio.
El beato Omelyan Kovch era un sacerdote greco-católico, padre de seis hijos. Obtuvo certificados falsos de Bautismo para los judíos. Fue internado y murió en el campo de Majdanek.
José Arturo Castellanos, diplomático salvadoreño en Ginebra, salvó a más de 40 mil judíos, desobedeciendo las órdenes de su país y emitiendo visas y certificados de ciudadanía.
Y son muchas otras las historias de personas comunes, sacerdotes y laicos, madres y padres de familia, comunidades y, a veces, pueblos enteros que la fe impulsó a "dar la vida" por el prójimo.