Con su comunidad de Akamasoa, en Madagascar, el Padre Pedro Opeka es uno de esos hombres de paz discretos y eficientes, que trabaja diariamente al servicio de los más pobres y desvalidos. Mientras continúa la guerra en Ucrania, dirige una carta abierta a "su hermano Vladimir Putin".
Misionero en Madagascar, nacido en Argentina en el seno de una familia eslovena, el P. Pedro Opeka ha sido nominado cinco veces al Premio Nobel de la Paz.
Después de casi 50 años de trabajo por los más pobres de Madagascar, este sacerdote de edificante determinación ha construido Akamasoa, una ciudad de los pobres, en las alturas de Antananarivo, la capital del país. Este extraordinario lugar dedicado a los excluidos y marginados alberga ahora a 25.000 habitantes. Akamasoa, la asociación que lleva su nombre, ya ha ayudado a 500.000 malgaches.
Consternado por la invasión rusa de Ucrania, espontáneamente escribió y compartió con amigos y familiares una carta abierta a Vladimir Putin, dirigiéndose a él, “mi hermano Vladimir”.
La carta se envía en el rico espíritu de fraternidad que le es muy querido y que practica a diario.
Padre Opeka escribe:
Todavía creyendo que “todo ser humano es mi hermano y mi hermana”, el P. Pedro implora a Vladimir Putin que actúe para “detener la guerra y detener la masacre de ciudadanos inocentes”.
“Que Dios Creador ilumine a todos los líderes”
“Debemos dejar de creer que hay seres humanos más dignos que otros”, subrayó, rogando a “su hermano Vladimir” que detenga la guerra, que renuncie “a la dictadura, a la mentira, a las falsas apariencias y a la duplicidad”. Y concluyó orando: