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Campeona de golf, monja de clausura… y ahora en el Cielo

BELEN DE LA CRUZ
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Matilde Latorre - publicado el 14/04/22
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Un libro escrito por los padres de Belén de la Cruz, carmelita descalza, permite comprender el motivo por el que hombres y mujeres siguen dedicándose a Dios en la vida contemplativa

Joven campeona de golf, monja de clausura… y ahora en el Cielo. Así podría  resumirse el itinerario de Belén Pery Osborne, carmelita descalza, fallecida el 5 de abril de 2018, a los 33 años.

Nacida en San Fernando, en la provincia española de Cádiz, en  1984, los profundos ojos verdes de Belén podían soñar a lo grande. Era una reconocida jugadora de golf, y llegó a ser campeona de Andalucía. 

Inteligente, hubiera podido acariciar éxitos profesionales y formar una familia.  Y, sin embargo, en  su interior, sentía que su felicidad no estaría ahí. 

El 1 de octubre de 2005, a los 21 años, ingresó en el convento de las carmelitas descalzas Virgen de la Sierra, en San Calixto, Hornachuelos (Córdoba), tomando el nombre de Belén de la Cruz. 

Confesiones de un padre

Su vida la cuentan ahora sus padres, Estanislao Pery y María Osborne, en un libro que lleva por título“Belén, carmelita descalza, nuestra hija”  (editorial Xerión).

“Después de pensarlo mucho, lo supimos después, decide entrar en un convento de clausura perdido en las montañas”, explicó su padre en una presentación del libro. 

“Renuncia a todo lo que tiene, que es mucho: renuncia a formar una familia, y lo cambia por  una vida austera, de obediencia y de pobreza --añadió el padre de la religiosa--. Se incorpora a una comunidad de monjas, que no conoce, todas mayores que ella. Y, sin embargo, todas tienen algo en común, la vocación”.

BELEN DE LA CRUZ

Vocación como llamado de Dios

“Belén pudo tomar esa decisión porque tenía una vocación”, asegura su padre. “En el caso de la vida religiosa, la  vida, contemplativa, es una llamada interior, que siente ella”.

Cuando su padre le manifestó sus  dudas sobre la posibilidad de escuchar la voz de Dios en algo tan serio, Belén le respondió: “papá, cuando pases por una iglesia cualquiera, entra, siéntate, quince minutos de reloj, y en silencio, sin pensar en nada en concreto. Ya verás cómo algo te dice Dios”. 

Belén vivió en el convento doce años. Tras pronunciar la profesión solemne con la que se consagraba a Dios de por vida, el 8 de septiembre de 2015 fue nombrada maestra de novicias, y unos días después, el 20 de octubre, en las elecciones de la comunidad, fue elegida por unanimidad madre superiora. 

El 14 de abril de 2017 se le diagnosticó un tumor de ovario; falleció unos meses después, el 5 de abril de 2018, a la edad de 33 años.

El obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, quien pocas horas antes de su fallecimiento visitó el convento “para consolar a las hermanas”,   ha revelado que una de las monjas le confesó que “no sabía que estaba tan mal”. 

Cuando las monjas se juntaban en el tiempo de recreación, Belén “hacía un gran esfuerzo, hasta el punto de que algunas de las monjas no sabían de la gravedad de la situación”.

La Cruz

“Un día, en una sesión de quimioterapia, la médico se interesó por su nombre y le preguntó: ‘¿por qué de la Cruz?’”, revela su familia. 

Contestó: ‘Porque la Cruz es una bendición. ¿Qué hace un sacerdote cuando da la bendición? La señal de la cruz. ¿Qué hacemos cuando nos santiguamos? La señal de la cruz. En la Cruz está todo. En ella está la salvación y la paz”.

El funeral, presidido por monseñor Demetrio, reunió  a  cientos de personas, muchos jóvenes,  compañeros de la universidad, de colegio…  Algunos de ellos pudieron recuperar en esa ocasión la relación con Dios, según testimonios recogidos por escrito. 

Una respuesta a quien se plantea la pregunta en el siglo XXI: “para qué sirve una monja o un monje de clausura”.

BELEN DE LA CRUZ

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